«Los valientes son los primeros que mueren»

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Los excursionistas acusados del incendio de Guadalajara. De izda. a dcha. los españoles Marcelino H. S. y Juan José J. C., el alemán Iasson K. y su traductora, durante el juicio celebrado en la Audiencia de Gaudalajara. / Pepe Zamora (Efe)

Once muertos y 13.000 hectáreas devastadas. Y sólo una palabra: “Acción humana”. El origen del incendio de Riba de Saelices (Guadalajara) de julio de 2005 tuvo su origen en la "acción humana" y en la barbacoa realizada por los tres excursionistas  que ahora se sientan en el banquillo de la Audiencia Provincial de Guadalajara. Así lo han certificado 12 peritos en la segunda sesión del juicio, que este martes ha quedado visto para sentencia,  por la tragedia que acabó con la vida de los 11 miembros del retén de Cogolludo. El informe de los peritos contradice lo que el lunes  declararon  Marcelino, Juan José, y Iasson, los acusados. Su defensa argumentó que el incendio partió del centro de un campo de cereal, a 40 metros de distancia del foco del incendio.Rechaza la autoría de sus clientes. Y es que el artículo 351 del Código Penal dice que los responsables de provocar un incendio con riesgo para la vida de las personas podrán ser condenados a una pena de entre 10 y 20 años de prisión.Un fuego. 11 vidas. Y tres responsables.

Las llamas se originaron el sábado 16 de julio en una barbacoa encendida en el paraje de Los Jarales, en Riba de Saelices. El viento era cambiante y los bomberos no podían controlar las llamas. Propagado por el viento, el fuego se extendió rápidamente hasta que cercó, en un barranco, a un retén antiincendios. La muerte de los  agentes forestales ocurrió entre las 14.20 y las 15.00. Sin embargo, nos les echaron de menos hasta más tarde. Agustín Ortega, un vecino que se los encontró justo antes de que descendieran por un talud, les pidió que tuvieran cuidado. Según su testimonio, el jefe del retén respondió: “Los valientes son los primeros que mueren”. Ortega se quedó preocupado. “Yo conozco el terreno y sabía que iban mal, pero no me hicieron caso y siguieron”. Montaron en cinco vehículos, bajaron el talud y empezaron a extinguir el fuego. Ortega se asomó y salió corriendo: “Daos prisa que el fuego está ahí”. En unos minutos oyó tres explosiones. “Fueron como tres bombas”, declaró en 2005. Los integrantes del retén acababan de fallecer. Cuando la Guardia Civil y los bomberos accedieron al lugar, se toparon con dos camiones cisterna y tres todoterrenos completamente calcinados. Sólo sobrevivió uno. Jesús Abad había resistido bajo su vehículo, volcado, después de haber visto cómo una bola de fuego engullía los coches de sus compañeros. En el juzgado explicó que había sido “una explosión, un accidente de la naturaleza, un fenómeno natural imposible de prever”.

El fuego aún estaba en activo cuando algunos de los técnicos, que habían perdido a sus compañeros, empezaron a escuchar cómo les acusaban de ser la causa del siniestro. Siete de ellos fueron imputados por homicidio imprudente. Entre los técnicos figuraban Carlos Damián Muñoz, técnico del teléfono de emergencias 112; Antonio Solís, jefe de coordinación provincial de incendios o Ángel Vela, actual director del Parque Natural del Alto Tajo. La tragedia traspasó la frontera judicial y adquirió tintes políticos. Le costó el puesto a la ex consejera de Medio Ambiente de Castilla-La Mancha, Rosario Arévalo. El PP se personó en la causa y se habló de persecución política. De hecho, pidió indemnizaciones para nueve de las 11 víctimas del incendio. No lo hizo, sin embargo, con Jesús Abad, el único superviviente, Pedro Almansilla, que dirigía el retén; y Marcos Martínez García, hijo de la consejera (socialista) de Educación de Castilla-La Mancha. El día 17 de cada mes, varios familiares de los fallecidos acudían a la oficina de los técnicos imputados a exigir su condena. Mientras, la juez rechazaba las pruebas que los responsables antiincendios presentaban en su defensa. Entre ellas, un informe elaborado por el astronauta Pedro Duque con 81 imágenes de satélite que aseguraba que el humo había avanzado 356 kilómetros en menos de cinco horas, lo que desmentía al perito contratado por las familias, que aseguraba que aquel día no había viento y el incendio era fácilmente controlable. En 2010 la Audiencia dictó un auto judicial que exculpaba a los técnicos y puso punto y final a aquella batalla. El auto concluyó que los técnicos nunca debieron estar procesados y mantuvo, por el contrario, las acusaciones para los autores de la barbacoa.

Imagen del incendio de Guadalajara, tomada por la pasajera de un avión el 18 de julio de 2005. / Aisafatima (Wikipedia)

Siete años después, la Audiencia se vuelve a convertir en el escenario de aquella tragedia. Esta vez, con los incendios de Valencia de fondo. El tribunal ha sido testigo durante dos días de un juicio que se inició el lunes y que apenas ha durado 48 horas. Según el fiscal, aquella mañana del 16 de julio, los tres procesados acudieron junto con otras seis personas a visitar la Cueva de los Casares. Era un día en el campo. Tras la excursión, prepararon una barbacoa en el merendero cercano. Por eso, Marcelino recogió leña y puso en marcha dos de las barbacoas del merendero con papeles, pasto seco, leña y piñas secas. “No adoptaron las medidas elementales de precaución”, argumenta la Fiscalía. Ni siquiera tenían a mano un recipiente con agua para humedecer el terreno contiguo, tierra para apagar un posible fuego, y no vigilaron de forma rigurosa la hoguera.

No fueron prudentes, ni siquiera después de que una primera brasa cayera al suelo y la apagaran, Entonces, descuidaron el fuego y a las 14.40 horas, más brasas cayeron sobre hierba seca que actuó como combustible, favoreciendo la propagación del fuego hacia las zonas de vegetación. Las llamas se extendieron imparables. Tal fue su fuerza que tardaron 5 días en controlarlo. El dos de agosto se extinguió aquel fuego voraz. 11 términos municipales sufrieron su paso.  Se destruyó cubierta vegetal, poblaciones de especies animales y vegetales, se alteró la textura del suelo, se perdieron elementos bióticos y se incrementó la erosión. Todo este relato se recoge en el escrito del Fiscal que finaliza solicitando dos años de prisión por un delito de incendio por imprudencia grave. Los imputados no han compartido esta visión de los hechos. Marcelino, que estaba solo al cargo de la barbacoa, asegura que escuchó un ruido y que al darse la vuelta vio un fuego redondo de unos dos metros y medio de altura y a cuarenta metros de la zona de las parrillas donde él estaba. “No me considero imprudente por haber hecho la barbacoa y creo que todas las medidas que se tomaron fueron correctas. Nunca tuvo previsto que fuera a provocar un incendio, ni lo prevenía, ni lo provoqué”. Marcelino es el único de los tres procesados que ha contestado a las preguntas de todas las partes, el resto solo respondió al fiscal y a la defensa. Pero sus palabras son las mismas. No cometieron imprudencia, como les acusa el fiscal y las familias de las víctimas, que les reprochan que no vigilaran las llamas en un día de viento y fuerte calor. Según ellos, era un día de verano agradable. Ni siquiera cuando el guardia de la Cueva de los Casares les pidió que tuvieran cuidado, lo tomaron como una advertencia. Para la acusación actuaron de manera irresponsable, y prueba de ello es que los excursionistas no hicieron caso de un cartel informativo que recomendaba el uso de carbón vegetal y usaron leña. Aquel era el verano más seco desde 1945.

Los expertos han sido determinantes. Los peritos del Servicio de Protección de la Naturaleza,SEPRONA, así como los de la Administración regional, que realizaron la investigación, han coincidido en que no existe indicio de que el fuego partiera del campo de cereal y llegara a la barbacoa. El juicio ha quedado visto para sentencia. La Fiscalía mantiene la acusación de un delito de incendio a los tres procesados y su petición de pena de dos años de prisión aunque ha rebajado la responsabilidad civil de 13, 9 millones de euros a 10. La defensa mantiene la inocencia de sus representados, alegando que el inicio del fuego fue accidental, y que aunque las condiciones meteorológicas no eran tan adversas, el mal estado en el que se encontraba las instalaciones de la barbacoa, responsabilidad de la Junta de Comunidades y del Consistorio de La Riba de Saelices, propició que el fuego se propagase.

96 personas han fallecido desde el 2000 cuando trabajaban en tareas de extinción de incendios forestales. La última de ellas el piloto del primer helicóptero accidentado cuando trabajaba en el incendio de Cortes de Pallás (Valencia). 2005 sigue siendo el más negro en cuanto a víctimas en incendios forestales, con un total de 19 personas fallecidas, once de ellas en el incendio de Guadalajara. El incendio de Guadalajara marcó un antes y un después en la crónica de incendios forestales y tuvo consecuencias políticas. Cambió también la percepción social de los incendios forestales y llevó al Gobierno a incrementar los medios técnicos y humanos respecto a los incendios forestales. Los medios no lo son todo. Los brigadistas reconocen su dependencia de la climatología. A los fallecidos sus compañeros los definían como “combatientes”. Al fin y cabo, dicen, un incendio se parece a una guerra. Almansilla tenía 30 años de experiencia, pero le falló la suerte. Era imposible prever lo que pasó. Muchos compañeros fueron después al lugar de los hechos.Todos dijeron lo mismo: “me habría quemado”.

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