Actuaba solo. Disfrazado y con un arma de fuego. Después, en casa, leía sus fechorías en la prensa y dibujaba con chinchetas sus atracos en un mapa de España. Nadie sospechaba de él, hasta que un guardia civil lo identificó. Ese fue su final. Ahora pesan sobre él tres atracos y la Justicia debe delimitar su implicación en otros 43, algunos de ellos ya prescritos.
Pedro,nombre ficticio, es un hombre normal, con una vida aparentemente normal, que escondía una delictiva afición que le ha reportado más de 300.000 euros desde hace más de treinta años. "Tenía su trabajo y su vida social organizada y actuaba con total naturalidad. Incluso, atracaba un banco, luego se cruzaba de acera y atracaba el de enfrente", aseguran fuentes de la investigación. Ninguno de sus vecinos sospecharon cómo se ganaba la vida hasta que lo detuvo la Guardia Civil en San Clemente hace unos días por atracar bancos dentro de un operativo que han denominado Operación Varapalo. ¿Cómo pudo actuar con total impunidad durante todos esos años? Según relatan fuentes de la investigación a cuartopoder, los años le han pasado factura. La calma que le caracterizaba y con la que actuaba en los robos, le hizo creerse que era invencible, y al final, acabó cometiendo un error. Pedro se dejó ver demasiado en uno de sus atracos y las cámaras de seguridad captaron su rostro.
Esa fue la imagen que retuvo uno de los agentes de la investigación tras escudriñar y analizar las imágenes de las cámaras de seguridad de los tres últimos atracos. En una de ellas, la del atraco llevado a cabo en la sucursal de Caja Castilla La Mancha en la localidad de Vara del Rey, Cuenca, el pasado mes de marzo estaba la clave. El agente comentó a sus compañeros: “Se parece a ...”, refiriéndose a un vecino de la localidad de La Roda. "Ese fue el punto de inflexión", afirman estas mismas fuentes. Los agentes iniciaron el seguimiento del sospechoso. Hasta entonces, sus pesquisas y el perfil del hombre que buscaban era una persona que actuaba sola, que solía acompañarse de un arma en sus robos y que, además, era zurdo. Solía vestir un mono de trabajo y portaba una caja de herramientas para hacer más creíble su engaño.
De hecho, las primeras pistas lo habían descrito como un atracador profesional y consumado. Llegaron a esta conclusión porque el atracador cometía todos sus robos con mucha serenidad, tal y como demostraban las imágenes de las cámaras y los relatos de los empleados de las oficinas bancarias. Parecía impasible. No le temblaba el arma al apuntar contra el personal al que intimidaba. Al principio, solía utilizar una escopeta recortada que luego cambió, allá por 2005, por una pistola que solía esconder en la caja de herramientas que llevaba. Dado que los atracos se llevaban a cabo en las provincias de Albacete y Cuenca y en poblaciones no muy lejanas unas de otras, hizo pensar a los agentes que la persona en cuestión podría estar residiendo en alguna de ellas. Y estrecharon el cerco.
Aquel agente acertó. Rebuscó en la base de datos y encontró un primer indicio que reforzó sus sospechas. El hombre estaba fichado. Su historial contaba con un antecedente por un atraco en Tarrasa fechado en 1981. Tras recabar otros indicios, los investigoadores solicitaron una autorización judicial para registrar su domicilio. Esa fue la pieza que cuadró el puzzle. En su piso hallaron un mapa de España en el que señalaba con chinchetas los lugares de sus atracos. Era el dibujo de sus fechorías. Marcaba su campo de actuación. Tenía otras manías. Pedro recopilaba y leía la información que se publicaba en la prensa sobre los atracos. Los agentes hallaron en cajas amontonadas recortes de los artículos de sus robos en los periódicos. Así, había reunido hasta 26 noticias de periódico y marcado hasta 46 actuaciones. También encontraron el arma del crimen, la ropa que solía ponerse en sus aventuras delictivas y unos 12.000 euros fruto de sus actividades. Según confirman fuentes de la Guardia Civil, su único móvil era el dinero.
Los investigadores tratan ahora de delimitar su autoría en el resto de los atracos. Pedro podría ser el autor de otros 43 atracos en sucursales de Cuenca y Albacete en los últimos años. De hecho, creen que el primero de ellos pudo ser en 1988 en una entidad de Banesto en Casasimarro (Cuenca). El detenido ha pasado a disposición del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número dos de San Clemente. De momento, en las diligencias judiciales sólo figura su imputación por un robo en Belmonte en diciembre de 2008, otro en Villagarcía del Llano en septiembre del 2009 y el último en febrero de este año en Vara del Rey, el que dio inicio a esta operación.