La igualdad, esa quimera

5
Un grupo de mujeres acarreando leña en Marruecos. / Joaquín Mayordomo

Si yo fuera mujer y tuviese la conciencia feminista que creo que tengo como hombre, no sé si podría vivir sin desesperarme. De hecho, ya me desespero cuando no alcanzo a comprender cómo la sociedad sigue siendo tan injusta con el género femenino. Y es que la injusticia se da en todos los órdenes: En el laboral, porque ganan un 17% menos de media por hora trabajada, según datos de la Comisión Europea referidos a 2010; aunque este porcentaje se eleva al 22% si se trata de la remuneración anual (son datos del INI, el Instituto Nacional de Estadística). Y en el privado, porque los hombres aún no han comprendido que éste es un espacio neutro, de cuya gestión han de ocuparse ambos sexos por igual y en las mismas condiciones.

En cualquier caso, la mujeres en el espacio público, si hablamos estrictamente de su vida laboral, están cada día más lejos de conseguir la igualdad, ya sea desempeñando los trabajos más sencillos, ya participando en los Consejos de Administración de las grandes empresas, donde apenas representan un 11%, aunque, para que quede claro quienes mandan, las que están en esos Consejos cobran un 30% menos que los hombres consejeros.

La crisis actual está acentuando esta desigualdad. Los recortes, ya se sabe —cualquier recorte: ya sea en salud, educación o dependencia, por citar algunos—, perjudican siempre a los más débiles; es decir, a las mujeres, que ven como éstos sirven para que muchas dejen el trabajo o para dar al traste con los planes de conciliación laboral, todavía incipientes.

Hablar de cifras hoy es seguir publicitando lo obvio mientras los propios datos estadísticos actúan de adormidera; pero, por añadir un dato más, sólo el 22% de las voces que opinan en los medios de comunicación son de mujeres. Nos hemos acostumbrado a los datos; a los números escuetos y a la desigualdad tabulada; a los tantos por ciento e, incluso, a los asesinatos de decenas de mujeres por hombres que dicen que las quieren... Vivimos en un mundo que hace del horror divertimento y en este horror se incluye el maltrato y la explotación de las mujeres (verbigracia: las esclavas del sexo). Y en lo que a igualdad, respeto y reconocimiento del género femenino se refiere, asistimos impasibles a esa “fiesta” que refleja una igualdad falsa entre los géneros, al tiempo que parecemos atontados, incluso contentos con lo que está ocurriendo. Especialmente contentas, creo, están esas mujeres que, por legiones, se creen que ya lo han conseguido todo. ¡Qué mentira! Las mujeres siguen siendo víctimas del etnocentrismo masculino que no las reconoce todavía como iguales en sus capacidades. No las reconoce, no las reconoce; esta es la cuestión.

El secretario de organización del PSOE de Huelva, Jesús Ferrera, ha soltado la lindeza, hace unos días, de mandar a la ministra de Empleo, Fátima Báñez, a hacer “punto de cruz”. La frase tiene miga, no se crean, porque, además de venir de un dirigente político —que se hace fotografiar  con barba descuidada y fular a fin de dar, supongo, una imagen de “progre”—  es el puñal afilado del machismo que, un día sí y otro también, arrojan los hombres contra el feminismo; no importa cómo ni contra quién.

Mujeres replantando césped en Tánger. / J. M.

Evocar al espacio privado —hacer “punto de cruz”— para acusar a una mujer de incompetente en la esfera de lo público —que puede ser incompetente por múltiples razones, no por ésta— es menear el rabo, agitar los cuernos y escarbar desesperado como hace cualquier toro cuando su único argumento es la testosterona. Así que ya puede Ferrera pedir disculpas verbales o por escrito, ya; que bien claro ha dejado el pabellón y el pie del que cojea. Un machito al uso que, al ser político, no ayudará en nada a avanzar en la igualdad.

Pero como él hay muchos, no crean, aunque aparenten lo contrario. ¿Cuántos hombres son capaces de plantearse, insisto, que el espacio privado es un espacio neutro, y que su gestión le corresponde por igual al hombre y la mujer que lo comparten? Muy pocos, desde luego. Porque si los hombres interiorizasen tan sólo este concepto, no permitirían ni habría motivos para que las mujeres trabajasen en España tres horas y siete minutos más de media al día que los hombres en el ámbito de lo doméstico, según el último estudio de la OCDE, referida al trabajo no remunerado.

“La mujer es mucho más luchadora y altruista: es más capaz de entender lo que el médico le plantea cuando le propone entrar en un ensayo clínico. Los hombres, por desgracia, en cuanto tenemos un cáncer, tiramos la toalla”, afirma Miguel Martín, oncólogo, profesor de universidad y jefe del servicio de oncología del hospital Gregorio Marañón de Madrid en una entrevista concedida a El País Semanal. Así pues, la herida está en los sentimientos y en esa incapacidad de los hombres para gestionarlos. Aquí es donde el género masculino está más verde. Tanto trabajar fuera de casa, o andar “por ahí” buscando no sé sabe qué, les impide darse cuenta de que el negocio de la vida se gestiona en el cuerpo a cuerpo. De modo que todas esas cualidades que reúnen las mujeres, acrisoladas a lo largo de los siglos en una comunión de genética y cultura —capacidad para asimilar el dolor, para integrar a afines y contarios, o para entender y gestionar la realidad— a los hombres les resultan extrañas y eso les impide acercarse a ellas como iguales, optando por mandarlas... ¡A hacer punto de cruz!  La evidente inmadurez emocional de muchos hombres les inhabilita para relacionarse en claves de igualdad con las mujeres. Por eso debería enseñarse el feminismo desde la infancia, en la casa y las escuelas. Por eso y porque con ello esta sociedad se evitaría sufrir males mayores; evitaría bastantes problemas de los que tiene actualmente.

De todos modos, y por desgracia, la desigualdad va a acompañarnos mucho tiempo. Aunque confío en que algún día la Igualdad (con mayúsculas) será nuestro único argumento de conducta. Entre tanto, los hombres seguirán imponiendo sus criterios, es decir, su fuerza, y las mujeres peleando contra ellos con sentimiento e inteligencia; también con su coquetería. “El feminismo nunca ha sabido qué hacer con la coquetería”, ha dicho la escritora feminista canadiense Nancy Huston en una reciente entrevista . Y es que, siendo profundamente desiguales como género, lo que no entienden aún, ni aceptan, los hombres es que la igualdad se plantea sólo, ¡sólo!, en lo intelectual, social y cultural; no en gestas de fuerza o en... A ver quién puede más. Y tampoco es cuestión de testosterona.

5 Comments
  1. Manolo Tolosa says

    El feminismo, que ha triunfado en lo sustancial, integrándose con naturalidad en la mente de todos, ha obtenido un escaso reconocimiento; malinterpretado y despreciado como el capullo abandonado que deja la mariposa; podríamos decir en términos algo cursis. http://www.elsenorgordo.com/2010/10/feminista.html

  2. cansino says

    mas de lo mismo, mientras el hombre y la mujer no sean consideradas personas con capacidades, habilidades, actitudes, valores….humanos, que pueden darse o no, antes que hombres y mujeres, no avanzaremos nada; discursos infinitos a los que se les puede dar la vuelta segun conveniencia.

  3. Tejerina says

    Uno de los valores de tu argumentación es la coherencia. Te llevo escuchando este discurso desde hace más de 30 años.

  4. Y más says

    La sociedad patriarcal lleva más de treinta años machacando, Tejerina. Caray con el nombrecito. Bravo Mayordomo. es todo eso que dices y más que no cabe.

  5. Esperanza says

    Ojalá muchos hombres tuvieran esa conciencia feminista que tu demuestras tener. Mientras lo van consiguiendo, oidos sordos para los muchos que, como el tal Ferrera, dicen palabras necias provocadas, estoy convencida, por su propia incompetencia.
    ¡Enhorabuena Joaquín!

Leave A Reply