78 muertos en el mayor accidente ferroviario de los últimos 40 años

Alberto Ramos *

(Actualización de las 14:10 horas del 26/7/13 con la cifra de fallecidos hecha pública por la Policía Científica)

SANTIAGO DE COMPOSTELA.– Cuando las sirenas comenzaron a sonar, Santiago de Compostela se preparaba  para celebrar el Día Nacional de Galicia. Los relojes rozaban las nueve de la noche en el momento en que la ciudad se llenó de luces de  ambulancias y de coches de policía que se dirigían a toda velocidad hacia Angrois. Allí, a cuatro kilómetros de la estación, descarrilaba a las 20.41 horas el tren Alvia, procedente de Madrid y con destino Ferrol. En su interior, 218 viajeros. Todos sus vagones se salieron de los raíles en el momento de entrar en una curva antes de la parada en Santiago. Por el momento, el accidente ha dejado 78 muertos y 141 heridos ingresados en los hospitales gallegos, según han confirmado fuentes oficiales. Se trata del mayor siniestro ferroviario de los últimos 40 años. Hasta aquí, los datos facilitados por la Delegación del Gobierno. Hasta aquí, las cifras provisionales. Más allá, todo lo demás.

Y todo lo demás empezó allí, en Angrois, lejos del enorme dispositivo de seguridad desplegado en las inmediaciones de la catedral con motivo de las celebraciones del 25 de julio. Cargados de mantas, de sábanas y de botellas de agua, los vecinos del lugar comenzaron a auxiliar a los heridos después de sentir el fuerte estruendo. Ellos fueron los primeros en llegar a los raíles y los primeros en comprender la gravedad del siniestro. En esos momentos iniciales, algunos medios empezaron a ofrecer balances tan prudentes como confusos. Se hablaba de cuatro muertos y decenas de heridos. No obstante, las imágenes que comenzaron a circular presagiaban cifras mucho más elevadas. Las instantáneas mostraban la humareda y los vagones descarrilados. Algunos de ellos saltaron varios metros de altura, lo que obligó a que una grúa de gran tamaño trabajará durante toda la noche en el lugar del siniestro. Uno  los vagones fue inaccesible para los equipos de rescate hasta bien entrada la madrugada.

Algunos heridos pudieron salir por su propio pie, entre ellos los dos conductores del tren. Ambos salieron ilesos. “Descarrilé, qué le voy a hacer”, reconocía a La Voz de Galicia, el maquinista. Aunque conmocionado, también pudo abandonar el lugar caminando el periodista de cuartopoder.es Aníbal Malvar, que viajaba en el convoy siniestrado.

Y eso fue, y no otra cosa lo que aconteció en Angrois según las autoridades: un descarrilamiento. Tanto el Ministerio del Interior como la Delegación del Gobierno descartaron en las primeras horas la posibilidad de que se hubiese producido un atentado. “No hay indicios que apunten a esta posibilidad”, aseguró Samuel Juárez, delegado del Gobierno en Galicia, quien compareció en el lugar del accidente, donde también se presentó el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, entre otras autoridades.

Reacción y solidaridad

Descartado el atentado, todo apunta a un exceso de velocidad en un tramo limitado a 80 kilómetros por hora. Según fuentes de la investigación el conductor  ha admitido que, en el momento del accidente, el tren circulaba a 190 kilómetros por hora, más del doble de la velocidad permitida. Pero las investigaciones  continúan para establecer con precisión las causas de un descarrilamiento que sacudió Galicia en su noche grande, la víspera de su Día Nacional. Todos los festejos  -desde los tradicionales fuegos en Santiago hasta los actos y festivales organizados por los partidos- quedaron suspendidos en muestra del dolor que inundó Compostela al conocerse la magnitud del suceso. Nunca antes un 25 de julio se congeló de esta manera. Nunca antes Santiago entero se congeló de este modo.

Se congeló, pero no hubo parálisis. Los vecinos de Angrois fueron los primeros en mostrar la reacción colectiva que se produce ante un accidente de estas características. Acto seguido, el personal sanitario también reaccionó. A los médicos y enfermeros de guardia se les unió un numeroso grupo de profesionales que, fuera de servicio, acudieron a sus puestos de trabajo en los hospitales. Los psicólogos y psiquiatras atendieron a los parientes de las víctimas en el edificio Cersia, habilitado como punto de encuentro en el barrio de San Lázaro. Mientras, los hoteles de la ciudad ofrecieron habitaciones gratis para esos familiares. ¿Y los ciudadanos? Pues los ciudadanos, lejos de la noche de insomnio prevista por la fiesta, acudieron al llamamiento para donar sangre. Las colas se formaron con velocidad ante un Centro de Transfusión desbordado de inmediato. En pocos minutos, se cubrieron las necesidades de casi todos lo grupos sanguíneos. Así fue la respuesta de una ciudad que se congeló de golpe en pleno julio.

Este jueves, por la mañana, está previsto que el presidente del Ejecutivo, Mariano Rajoy, se reúna en Santiago con el Gobierno gallego para seguir de cerca el que ya es el mayor accidente ferroviario en España de las últimas décadas y el primero de la red de alta velocidad en el estado. Y a partir de ahí, habrá más datos. Y a partir de ahí, habrá más cifras, más declaraciones, más investigaciones. Y a partir de ahí, todo lo demás.

(*) Alberto Ramos es periodista.