La pandemia dispara los casos de maltrato a menores en el ámbito doméstico

  • Ricardo Ibarra, presidente de la Plataforma de la Infancia, asegura que la situación es muy “preocupante” y el desempleo y la falta de inversión pueden “hundir todavía más a los niños desfavorecidos”
  • Cristina San Juan (Save the Children) reclama la “aprobación” de la ley de protección a la infancia, con la que “podríamos haber actuado mejor” desde que empezaron los encierros por el coronavirus
  • Los abusos sexuales a menores se han multiplicado por cuatro en diez años, según un informe de la Fundación Anar

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Entre los daños colaterales de la pandemia de covid-19, que son muchos y variados, los menores representan uno de los colectivos más damnificados: desde que se inició el estado de alarma, los casos de maltrato en el ámbito doméstico se han disparado, según las principales asociaciones. El cierre de colegios e institutos desde marzo a septiembre del pasado año, unido a la opción de las clases online -que en muchos casos se ha mantenido este curso- y el teletrabajo de los padres -principales maltratadores-, ha generado una mayor permanencia de tiempo en los hogares, lo que supone el caldo de cultivo perfecto para el aumento de la violencia hacia los jóvenes por parte de sus mayores.

Para los que ya sufrían vejaciones -físicas, psicológicas, sexuales- antes del coronavirus, el encierro ha significado una situación muy negativa, mientras que en muchas otras familias han surgido nuevos maltratadores al ‘amparo’ de las restricciones por el virus. Sin embargo, los expertos aclaran que es difícil calcular la subida, ya que se trata de un fenómeno que se produce de puertas adentro, y los principales lugares de detección -colegios, consultas pediátricas, hospitales- han dejado de serlo al haber bajado mucho la asistencia física en favor de las clases y consultas virtuales.

Cristina San Juan, técnica de Políticas de Infancia en el Área de Violencia de Save the Children, recuerda que los menores viven una situación “muy difícil en todos los aspectos”. A su juicio, la pandemia ha “agravado y reflejado” todos los fallos que había en el sistema: “La pobreza infantil está aumentando, así como la brecha digital, y el cierre de colegios ha frenado el refuerzo educativo para los niños con mayores problemas de aprendizaje”. En términos de violencia, el covid-19 ha “ocultado” el maltrato de los cuidadores, mientras que el abuso escolar ya no es exclusivamente de patio de colegio: en Internet se ha “generalizado” el ciberacoso por el “mayor uso de pantallas", y el incremento de horas frente al ordenador también está provocando “alteraciones del sueño” en los jóvenes.

Elisa García-Fogeda, supervisora de Sala de la Fundación Anar, aclara que la curva de casos por maltrato a menores “indica” que las situaciones de violencia dentro de los hogares se están “agravando”. Esta curva estaba en marzo en el 36.1%, y al final de junio había subido al 52.2%, lo que muestra un “claro aumento”. La experta subraya asimismo que durante el periodo de alarma recibieron “11.682 peticiones de ayuda, con 2.151 casos graves”.

La pandemia pone encima de la mesa realidades familiares que podrían estar precipitando una mayor violencia, como la incertidumbre económica y laboral derivada de la crisis que expone a los padres a una mayor tensión; la convivencia en espacios físicos reducidos y la invasión de la intimidad; las cargas laborales originadas por el trabajo online y, en algunas familias, el hecho de haber perdido a algún familiar como consecuencia del coronavirus. En ciertos casos, el consumo de alcohol u otras sustancias por parte de los padres es un agravante que aumenta la impulsividad y agresividad. Todos estos factores pueden suscitar estados de estrés y ansiedad que resulten en violencia física hacia los menores.

Según Ricardo Ibarra, presidente de la Plataforma de la Infancia, el maltrato infantil siempre pasa “muy desapercibido”, pero la pandemia lo ha “camuflado todavía más”, y durante el confinamiento las denuncias se “redujeron” por “ausencia de mecanismos” para denunciar. Sin embargo, el maltrato en el hogar ha “crecido notablemente”, ya que los niños son los que “pagan las tensiones ante la falta de empleo” de sus progenitores. Asimismo, la violencia está afectando a la “salud mental” de los pequeños, y los episodios de “abusos sexuales” también han ido en aumento, según muestra la tendencia en “análisis y sondeos”.

Las denuncias son la punta del iceberg

Estudios del Consejo de Europa revelan que uno de cada cinco niños ha sufrido algún tipo de abuso sexual, pero lo que se llega a denunciar es la punta del iceberg. Los abusos van desde la violación, los tocamientos o el exhibicionismo hasta el uso de niños, niñas y adolescentes en la producción de material pornográfico, la prostitución infantil y la trata de personas menores de edad con fines de explotación o turismo sexual. En la mayoría de ocasiones se denuncia mucho tiempo después: el agresor suele ser un miembro del entorno familiar del menor, y cuesta mucho más señalar a una persona cercana, de confianza y que representa la figura del protector.

Ibarra asegura que la situación es “muy preocupante” porque los recortes de ingresos por los ERTES y la subida del desempleo pueden “incrementar” las tasas de desigualdad y “hundir todavía más a los niños desfavorecidos”, en una espiral agravada por la “falta de inversión adecuada y de protección”. El Ingreso Mínimo Vital es una medida “importante”, pero la eliminación de la prestación por hijo a cargo es un problema añadido a la ya de por sí “difícil situación de muchos menores”.

Carme Tello, presidenta de la Asociaciò Catalana per la Infància Maltractada (ACIM), recuerda que El 90% de los maltratadores son los “padres”, aunque también pueden ser los “abuelos o los tíos”. La psicóloga afirma que “los factores de estrés incrementan el maltrato, y cuanto más reducido es el espacio más aumenta el factor de estrés”. A pesar de la ausencia de estadísticas sobre la violencia en los hogares en tiempos de coronavirus, Tello apunta que ha tenido que crecer en el último año por pura “lógica”, debido a que las familias “pasan más tiempo encerradas”.

Para paliar el problema, los expertos coinciden en que tanto la prevención como la detección son herramientas fundamentales. Sobre este aspecto, García-Fogeda destaca la importancia de proporcionar información a los padres, para que “aprendan a convivir con los hijos y a establecer normas y límites en casa”. Por otro lado, los niños también han de tener la posibilidad de “hablar sobre lo que les está sucediendo y que se cumpla el derecho a ser escuchados”. En este sentido, la Fundación Anar cuenta con un chat que funciona las 24 horas, en el que los menores pueden recibir asesoramiento profesional; un teléfono gratuito (900 20 20 10); y otro número para las familias y centros escolares: 600 50 51 52.

San Juan, por su parte, reclama la “rápida aprobación” de la ley de protección a la infancia y adolescencia frente a la violencia que se está tramitando en el Congreso, una normativa con la que “podríamos haber actuado mejor durante la pandemia y su ley del silencio”, y que incorpora un componente “pedagógico y de sensibilización” para que la población notifique los casos de maltrato que “presencia o conoce”, así como “mecanismos de denuncia” para los niños y protocolos para los colegios.

Para Ibarra, la prevención es el “gran reto”. A su entender, la nueva ley debe hacer un abordaje “holístico” del asunto, porque la violencia “no se produce exclusivamente en la escuela o en el hogar”. Es importante detectar el maltrato en “todos los entornos” donde el niño socializa, como “los lugares de ocio, los espacios de tiempo libre o las actividades deportivas”. Otra iniciativa que Ibarra recalca como esencial es que “los delitos sexuales no prescriban, ya que en muchos casos se denuncian con años de retraso, y los abusadores quedan impunes”.

El padre es el agresor principal

Un demoledor estudio presentado ayer por la Fundación Anar revela que los abusos sexuales a menores se han cuadruplicado en los últimos diez años. El informe se basa en 6.183 casos que la organización recibió en su teléfono gratuito de ayuda (900202010) entre 2008 y 2019. El abusador, que actúa en solitario y en el propio domicilio de la víctima, pertenece al círculo de confianza del menor, mientras que el padre sigue siendo el agresor principal en el 32% de los casos, seguido de la pareja de la madre (6,2%). El documento indica asimismo un aumento de las agresiones en manada -dos o más personas-, pasando del 2,1% al 10,5%. Las víctimas son en su mayoría mujeres (78,3%), de las cuales el 59,1% son adolescentes de 13 a 18 años, y uno de cada cinco casos se da en varones menores de 12 años. La mayoría de los abusos sexuales se produjeron de forma reiterada (69%). Además, mientras que el incremento anual del número de casos fue de un 14,3% de media, en los últimos cinco años se ha disparado al 20,5%, aumentando especialmente los abusos a través de las tecnologías: Grooming (36,7% de crecimiento anual) y Sexting (25,0%).

Diana Díaz, directora del teléfono/chat de Anar, explica que el estudio “va en línea con los datos presentados por la Fiscalía General del Estado, donde las sentencias por abuso sexual a menores se han multiplicado también por cuatro. Además, las mujeres sufren los abusos más graves, que tienen como objetivo manipular sus cuerpos como simples objetos, mientras que a los varones se les instrumentaliza para satisfacer al agresor”.

Además de ser abusadas, las víctimas tuvieron que soportar violencia física o intimidación en el 53,6% de los casos. El estudio revela asimismo que la violencia crece a medida de aumenta la edad de las víctimas. Esto tiene sentido porque los agresores utilizan con los más pequeños estrategias de juegos de aproximación, basándose completamente en la inocencia, pero a medida que aumentan las edades, los mayores de 12 años tratan de zafarse de la situación y se resisten, por lo que la táctica del agresor pasa a ser mucho más violenta”, aclara Díaz.

Benjamín Ballesteros, director de la investigación y de Programas de Anar, sostuvo durante la presentación que “el enorme volumen de casos de abuso que analiza este estudio posee un valor único, porque sería imposible lograr que las víctimas, siendo menores de edad, respondan a un encuestador sobre este tema. Conscientes de ello, hemos hecho un gran esfuerzo por ofrecer a la sociedad algo único y sin precedentes, para visibilizar una realidad oculta y silenciada, y promover un cambio en nuestro país”.

En el 81% de los casos la víctima había sufrido abusos durante un año o menos, y en el 9,6% durante dos. La duración es superior en el grupo de mujeres: una de cada diez ha sufrido abusos por tres años o más. En el 80,2% de los asaltos no se produjeron marcas o heridas, ya que los abusadores intentan “no dejar huellas para seguir actuando”, afirma Díaz, apareciendo marcas leves en el 13,3% y graves en el 6,5%. Las mujeres presentan más heridas que los varones, mientras que las agresiones más traumáticas se producen en la franja de edad que va hasta los doce años. Sólo el 10,6% de los casos termina en denuncia formal.

1 Comment
  1. Iker Tardío says

    Me hace gracia que en absolutamente todos los casos (o prácticamente) en los que se trata el tema del maltrato a menores se ponga el foco de atención en el maltrato físico, lo que hace completamente invisible y se subestima el alcance del maltrato psicilógico al que se ven expuestos muchos otros menores y que no tiene porqué causarles una menor afectación. Deberíais reflexionar profundamnete sobre esta cuestión.

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