Energía nuclear: hay que mantener el rumbo hacia el dividendo

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Estado actual de una guardería en la ciudad fantasma de Prípiat, próxima a Chernóbil. Según Greenpeace, muchos de los niños evacuados de la instalación aún sufren hoy las consecuencias del accidente nuclear. / greenpeace.org/espana

En apenas una semana se han hecho los actos “conmemorativos” del 25 aniversario de la catástrofe nuclear de Chernóbil y se ha cumplido un mes del terrible desastre irresoluto de Fukushima. No es por mezclar churras con merinas, como podría pensarse, la cita conjunta de ambos asuntos. Se trata, simplemente, de constatar que quienes gobiernan y deciden –y no solamente en aquellos dos lugares– siguen dispuestos a mantener el rumbo, “su” rumbo. Nada ha cambiado ni se quiere cambiar.

El tremendo desprestigio que el uso de la energía nuclear ha sufrido en el imaginario popular de buena parte del mundo parece no haber afectado a quienes debían haberse sentido concernidos más directamente: los que deciden política y económicamente. Hay excepciones, cierto. Está la de la canciller Ángela Merkel, ya citada con anterioridad, y la del Gobierno suizo, menos comentada, únicos casos claros de que algunos poderosos se plantean repensar los problemas derivados de las centrales atómicas y, quizá, ver de sustituir su producción energética por otras de otro tipo.

La ausencia de pronunciamiento claro del Gobierno nipón al respecto puede encontrar excusa en que el país vive aún en estado de choque permanente desde que hace un mes de produjo el seísmo y posterior maremoto. No obstante, las manifestaciones, aún pequeñas, antinucleares en Japón parecen ir cobrando fuerza. Como crece el malestar general allí con la mala gestión pública y empresarial de la crisis nuclear actual.

Una vez hecho y conocido al detalle –tiempo ha habido– el terribilísimo recuento de los daños ocasionados por el accidente de Chernóbil de 1986 y recordado prolijamente que sus consecuencias siguen y seguirán presentes en la población afectada, los tres gobernantes actuales de los tres Estados dolientes siguen en sus trece y reafirman su decisión política de mantener las centrales nucleares como fuente de energía.

Eso es lo que dijeron que harán Dmitri Medvedev (Rusia), Víctor Yanukóvich (Ucrania) y Alexandr Lukashenko (Bielorrusia) a pesar de que millones de personas han sido seriamente perjudicadas por aquel accidente en Chernóbil, en el corazón de la Europa central.

Casi tampoco se ha mencionado a Hiroshima y Nagasaki en estos días. Y eso que el pánico mundial a que algo semejante se pudiera repetir aterrorizó al mundo durante cuatro décadas y fue instrumento primordial de la política mundial durante esa época que acabó en Berlín en octubre de 1989.

Está claro que el “uso pacífico” de la energía atómica no asusta tanto como el militar, para el que fue originariamente concebida, aunque ya tengamos sobradas razones en el tiempo para temer tanto al uno como al otro. Todo depende de en manos de quién estén los reactores para que la consideración varíe. Compárense a tal efecto los casos de Irán, Israel, Pakistán, India…, que quieren unirse en esto a los estados del mundo desarrolllado. El negocio a gran escala manda y lo que menos importa son las consecuencias posibles –incluso probables, y hasta ciertas– que tenga en el medio y en los seres vivos. Se trata de mantener el rumbo a costa de lo que sea. Hay mucho dividendo a la vista.

2 Comments
  1. joselillo says

    Y Zapatero buscandose una plaza de asesor en las electricas como sus predecesores:» Hay que mantenerla,(la energía nuclear), mientras sea necesaria.
    Pero, ¿quién dice hasta cuando es necesaria?. Naturalmente los asesores y los técnicos de las electricas.

  2. extremeño says

    Creo que Zapatero llegará tarde: ya tiene pillado el sitio su amigo Sebastián. Aunque éste puede volver a la banca y dejar el puesto a su jefe actual, quién sabe. Sería la carambola perfecta.

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