¿Una política para todos? El Green New Deal de Alexandria Ocasio-Cortez

  • AOC no vende políticas solo para un sector agraviado de la población, para los trabajadores de los Apalaches o para los niños que respiran aire contaminado en el Bronx, sino como “una agenda amplia de justicia económica, social y racial”

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Un fantástico artículo aparecido en The Atlantic nos revela que el referente más importante para entender la apuesta de Alexandria Ocasio-Cortez por el Green New Deal no es ningún insigne marxista o comunista, sino… Alexander Hamilton. Primer secretario del Tesoro y padre fundador de los Estados Unidos, responsable de las políticas económicas de Washington, lideró la creación de un banco nacional, la financiación estatal de la deudas pública y un sistema de tarifas. Es decir, defendió un fuerte poder ejecutivo que operaba sobre la deuda nacional, invertía en infraestructuras, protegía la industria, administraba las finanzas y se financiaba mediante aranceles sobre las importaciones. Opuesto a la defensa británica del libre comercio, lideró la corriente proteccionista y nacionalista que inspiraría a la “Escuela americana”, con la que Estados Unidos se convirtió en la primera economía del mundo.

El Green New Deal, sostiene el artículo, es la resurrección progresista de esta tradición de intervención en política industrial que va mucho más atrás del New Deal de Roosevelt. El programa apunta a una energía más barata y una economía respetuosa con el medio ambiente, y lo hace proponiendo la mayor intervención en política industrial que se ha visto en Estados Unidos en mucho tiempo.

No propone medidas técnicas concretas como tasas puntuales sobre la electricidad o el transporte, sino una intervención integral, con cauces variados -políticas del Gobierno federal, cooperación entre sector público y privado, gestión municipal-. Influido por un grupo de intelectuales que se inspiran en científicos y economistas no precisamente revolucionarios, sino más bien pragmatistas, como Vaclav Smil o Mariana Mazzucato, la tesis es que el abandono de la economía doméstica por parte del Gobierno desde los 80 es una tragedia nacional mayúscula.

El esquema argumentativo no apela a la solidaridad o a los valores socialistas, sino a puros y duros argumentos económicos pragmáticos. Durante toda su historia, dicen, EE.EE. ha elaborado políticas para dirigir su economía hacia el crecimiento; y “las naciones que dejan al libre mercado decidir cómo ganarse la vida retroceden hasta el final de la cadena alimentaria económica”.

¿Qué nos interesa de esto a nosotros, más allá de la curiosidad por la política interior estadounidense? Además de la evidencia de que solo un sector público fuerte puede hacer frente a los retos sociales y medioambientales actuales, creo que hay dos claves importantes. La primera es esta frase del artículo: “AOC tiene la oportunidad de remodelar una de las intuiciones económicas de Trump –que el declive de la industria ha roto algo fundamental en la economía de EE.UU.- en forma de política del clima”. De este modo, una política progresista y respetuosa con el clima puede ser una respuesta para los “perdedores de la globalización”, para esas capas de trabajadores y precarios a quienes el neoliberalismo ha arrancado su bienestar, deslocalizando sus trabajos, recortando sus derechos y deteriorando sus condiciones de vida; esas capas que pueden ser potenciales votantes de formaciones de extrema derecha. La propia AOC situaba el Green New Deal en este marco: “Hoy es un gran día para las personas a las que se ha dejado atrás”, decía el día de su presentación.

Esto lleva a lo segundo. AOC no vende políticas solo para un sector agraviado de la población, para los trabajadores de los Apalaches o para los niños que respiran aire contaminado en el Bronx. Presenta su plan como “una agenda amplia de justicia económica, social y racial”, es decir: una agenda para la mayoría. Es la misma lógica que subyacía a una afirmación de Errejón en un encuentro con los sindicatos del Metro: “No reivindican solo lo suyo, sino lo de todos”, dijo.

En este punto, el autor del artículo sobre AOC no llega tan lejos como el propio curso de su argumentación sugeriría. El Green New Deal, afirma él, contiene las ideas de Hamilton enterradas entre “losas” de temas de debate progresista. Como si la reforma industrial fuera el núcleo de verdad y la agenda progresista una envoltura retórica. No es así: es que son lo mismo. Él mismo concede: una política sobre el clima no puede ser de parte, sino que debería tener “alguna clase de atractivo crossover”. No hay otro modo: una política verde exige un cambio de medidas concretas (policies) desde los cimientos, y apelar a un interés común, universal, de toda la sociedad (politics).

Seguramente esto es un ingrediente del reciente desinflamiento de Podemos. No basta con hablar de los sectores castigados por la crisis, sean pensionistas, taxistas o los que cobran el SMI, pensando que el poder performativo de las palabras “hacemos políticas para los más desfavorecidos” será bastante para mágicamente movilizar a un pueblo entero. A la sociedad le sigue sonando como una política meramente de parte. Hay que conseguir que esas políticas a favor de los vulnerables aparezcan como políticas por el bien común. Esto no es un engaño: en política, lo que aparece es lo que es. Pero, como decía Aristóteles, común es lo que aparece a todos: una política no será hegemónica si no logra aglutinar la identificación de mayorías amplias. No solo lo de una parte, lo “nuestro” sino lo de todos. Y eso sólo se logrará, como está haciendo AOC, cuando se consiga transmitir la idea de que proteger el medio ambiente es la misma batalla que proteger a los que han quedado atrás: la batalla por el interés general.

1 Comment
  1. Julio Loras Zaera says

    Suena muy interesante, pero falta que los «dejados atrás» vean -y sientan- que el Great New Deal va a ser beneficioso para ellos. Y eso significa, a mi entender, que debe engranar bien con lo que se llamaba «políticas de clase», entendidas, no como ayudas contra la pobreza, sino como medidas universales. En muchos votantes de Trump, al parecer, hay un resentimiento «de clase» contra los progresistas privilegiados del partido demócrata, los cuales, por cierto, boicotearon a Bernie Sanders, que hablaba el lenguaje de esos sectores que luego votaron a Trump.

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