Japonés para principiantes

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Escena de teatro Noh. / Círculo de Bellas Artes.

Está previsto que la Fundación Japón abra un centro en Madrid este mes, donde curiosos y paseantes puedan acercarse a la primera fila de observación de la rica, sorprendente y cada vez más solicitada cultura del país del Sol Naciente. Hasta a aprender japonés, si se tercia. Será el segundo en lengua española detrás de México donde lleva ya tiempo funcionando. No se trata exactamente de un centro para frikies incorregibles, fanáticos del manga y geeks informáticos  –o no sólo- sino que la cosa parece más seria: los curiosos y paseantes han de ser estudiosos y conocedores. Y ¿cómo se llega a  eso? Pues empezando por algo: teatro Noh, por ejemplo.

El Círculo de Bellas Artes madrileño y la mencionada fundación han traído a una compañía de teatro Noh y Kyogen de la escuela kongo, una de las cinco escuelas vigentes en el siglo XXI de esta tradición aristocrática que data del XIV aunque su mejor tiempo lo vivió en el XVIII. Sólo tres noches: 14, 15 y 16 de abril.

Hay que tener en cuenta que los actores de Noh siguen un estricto régimen hereditario –no sé si un tanto endogámico- que no deja resquicios a la entrada de ajenos al negocio, por así decir. Un club requeteprivado, tipo luchadores de sumo, lo que añade una carga de morbo a la esperada representación.

No se trata de una Jornada Noh que supondría muchas horas de enigmático ambiente casi ininteligible de las que el respetable podría salir bastante colocado, sino de un par de escogidas obras que, en total, durarán poco más de una hora. Nada que temer.

 Y sí mucho que admirar y disfrutar. El refinamiento de la cultura japonesa se basa en el cultivo de la sutileza, objetos bellos que pueden pasar desapercibidos a los occidentales, más proclives éstos a la estética de la abundancia y lo recargado. Un ejemplo: ramo de flores reventón de 40 especies vegetales sumergidas en jarro gigante versus vertical ikebana. El gesto casi sugerido que conduce a la exposición de una tragedia. Y así.

En el Noh, el elemento estético que fluye para contar la historia es yugen, gracia profunda y sutil, misterioso sentido de la belleza del universo, la triste belleza del sufrimiento humano, uno de los elementos estéticos tradicionales, expresión de una belleza refinada y deliciosamente sublime. Quizás sea una temeridad compararlo con la poesía mística pero vale como orientación casera en el uso de la metáfora celestial para narrar los asuntos terrenales y de la condición humana: el misterio de la vida.

El contraste con ese modo de narrar lo pone la otra pieza que ofrecerá Hisanori Kongo, el actor principal y director de la troupe, el elemento kyogen, satírico, cómico, que enseña una moraleja siempre, eso sí, basada en principios budistas. Sus caracteres incluyen una especie de pícaro que se burla de sus amos y de la aristocracia. Dentro del teatro clásico español vendrían a ser los entremeses. No hay que escandalizarse ante estas comparaciones si considera el amable lector que el propio Hisanori ve similitudes entre el Noh y el flamenco.

Kurosawa fue un gran amante del Noh de modo que trasladó mucha de su estética a películas memorables: Kagemusa, Ran… Arte y tejidos están emparentados también con el Noh: una columna vertebral de la manifestación artística japonesa.

El Noh pasó su travesía del desierto en los años 70 cuando los japoneses volvieron sus ojos al atractivo occidental y abandonaron el cultivo de sus tradiciones, pero ese sarampión pasó y ahora no parece que peligre este teatro tan distinguido. Lo veremos y quizás quieran que les cuente. Sayonara, pues.

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