Yo una vez fui desierto

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Ofelia de Pablo

“Una vez yo quise ser tierra, fundirme en los desiertos más grandes del mundo como el mío, el Kalahari” – me dice Nama mientras dobla despacio unas sábanas en el lodge en el que trabaja. “Soy bosquimana, del pueblo nómada que todo lo conoce sobre los animales, ellos eran nuestro día a día hasta que el hombre blanco parceló nuestro mundo y nos dejó sin medio de vida” –afirma con ojos de tristeza “ya no podemos movernos entre los que fueron nuestros territorios de caza. Ahora –dice mientras me señala una valla de espino- esta es nuestra tragedia. Vivimos encerrados presa de nuestro destino” Ella vive a orillas de su amado desierto en Namibia donde la comunidad bosquimana ha tenido que ser realojada en campos de refugiados. Ella ha tenido más suerte y me cuenta como ha podido salir adelante gracias a un trabajo en un lodge de caza “es un lugar para ricos extranjeros que acuden cuando empieza la temporada a abatir sus piezas”. Los hombres de la tribu que han podido se han colocado en los safaris como guías de caza–su fama les precede como los mejores conocedores y rastreadores de desiertos del mundo.

Pero lo que Nama no sabe es que la lucha por los territorios y la tierra que su tribu mantiene por fin ha dado su fruto y se acaba de aprobar un proyecto en Sudáfrica –donde malviven la mayoría de los bosquimanos- Uno de los parques nacionales ha decido entregarles parte de la tierra a sus primeros y legítimos dueños, los bosquimanos, y ellos se van a ocupar de protegerlo, colaborar en el seguimiento de los leones que lo habitan y ayudar a su conservación y promoción turística. Leones y bosquimanos hacen un pacto no escrito en el que los unos apoyados en los otros van a unirse para sobrevivir en mundo que todo lo devora. Los bosquimanos del Kalahari, antaño señores de las dunas y las estrellas, por fin van a tener un lugar en el que había sido su paraíso aunque esta vez para sobrevivir tengan que aprender a ser sedentarios.

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