Falsos señuelos

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Portada de 'Voces para un blues negro'. / rocaeditorial.com

En lo literario nunca hubo, sobre todo a partir de la Modernidad y su idea de la autoría, sitio para la fatría, revelándose el padre como único dueño y conductor del secreto de la obra. Es curioso observar como esa autoría se resquebraja, las excepciones son contadas y confirman la regla, en un solo género, el policiaco, y casi desde sus orígenes. Decía T.S. Eliot que la novela policial moderna, es ya una convención achacársela a Poe, comenzó en realidad con Wilkie Collins y en especial con La piedra lunar, donde nos encontramos con todos los elementos que han hecho del género una referencia obligada de la literatura del último siglo. Pues bien, en fecha tan temprana ya, Wilkie Colins, emparentado en cierta manera con Dickens y amigo íntimo de éste, colaboró en muchos relatos a dos manos con el autor de David Copperfield e incluso en una narración, Calle sin salida,  que merece la pena ser resaltada por una sola razón, la de  que, a pesar de estar escrita por dos autores notables, puede ser considerada una buena obra del género, algo que el tiempo se encargará de desmentir en cuantas ocasiones se ha intentado, y han sido muchas, la mayoría de las veces por razones comerciales.

Pero no siempre hay una suerte de reto para escribir una novela a dos manos, o a varias, y un género como el de la novela de misterio, con unas reglas prefijadas por la convención, se presta a ello por razones obvias. Pero para que ese reto tenga un relativo éxito hace falta que se dé una circunstancia terrible: la personalidad única de cada autor tiene que difuminarse en aras de resaltar la personalidad un tanto neutra de la obra en cuestión. De ahí que casi todos los intentos hayan terminado en fracaso, el fracaso que acontece al lector cuando se enfrenta con la obra de un autor que no reconoce del todo como suya porque la narración que está leyendo ha sido compartida por el imaginario de otro autor y, lo que es peor, ambos  han cerceado parte de su carácter único en aras de compartir un botín dudoso.

Esto es sabido y las estrategias comerciales de las editoriales hace tiempo que no contemplan tamaño señuelo. De ahí mi sorpresa cuando Rocaeditorial ha publicado Voces para un blues largo, una novela colectiva en la que han intervenido una multitud de escritores en la edición impresa en papel pero más en la digital, no hay que olvidar que la idea surgió a partir de una iniciativa que ha llevado a cabo tobecontinued, y donde han quedado fuera algunos escritores y dibujantes de viñetas -la edición está profusamente ilustrada-, porque lo primero que salta a la vista a tenor de lo que hemos leído es que la calidad literaria se lleva mal con la patria porque cada escritor es un mundo y cosas así resultan, en el mejor de los casos, informes, algo espantoso en el arte donde la forma lo es todo. Escritores de cierta fama -Santiago Roncagliolo es el autor del capítulo primero que comienza así: “Fermín Colifatto, teniente detective, no soporta el desorden. Cualquier desviación de la norma, cualquier detalle fuera de lugar lo saca de quicio. Como, por ejemplo, la aparición en temporada navideña de un cadáver en la marquesina…”- han colaborado en la cosa e incluso el ilustre hacedor de la Generación Nocilla, Agustín Fernández Mallo, que con su formación científica repetida cuantas veces haga falta introduce en el capítulo cinco otra dimensión, colándose en otro género igualmente popular, el de la ciencia-ficción, o Cristina Fallarás han entrado a saco en el asunto amén de otros autores como María del Carmen Moreno Alférez, Chus Díaz, Mauricio de la Fuente…hasta un total de quince, uno por cada capítulo, escogidos de entre la enorme multitud de otros escritores que enviaron sus textos a la página web de Tobecontinue.

Xavi  Bru, responsable del proyecto junto a Javier Giner, editor jefe del asunto, señaló en la presentación del libro en la Casa de América, en realidad lo recalcó, la total libertad que se había dejado a los autores para que hiciesen de su capa, mejor dicho, de la capa común, un sayo. El sayo tiene premio para cada uno de los elegidos, tanto escritores como ilustradores, 100 euros, un e- reader y el 1% de los derechos de autor generados por las ventas. Muy realista a tenor de los tiempos que corren. En la presentación se apuntaron quiebras que cualquier mal pensado podría pensar amenazaba con tumbar el edificio, es decir, el libro, es decir, el tinglado: alguno recomendó que debía hacerse hincapié en que cada capítulo leído por separado era mejor que la novela tomada como conjunto ya que en ésta se notaba cierta confusión. Alguien apuntó, creo que el mismo Bru -ay el sentido común- que el autor del primer capítulo tenía que haber tomado las riendas de la estructura de la novela. Se confesaron otras quiebras, el desacuerdo de algunos ilustradores; Olga Simón, por ejemplo, porque en la edición impresa en papel se hayan publicado las viñetas en blanco y negro cuando estaban pensadas para ser vistas y sentidas en color. Ni las obligadas llamadas a las razones económicas  acallaron a la autora del dibujo del capítulo nueve, que defendió su criatura como sólo una artista sabe hacerlo, así caigan tirios o troyanos.

De eventos así cabría preguntarse algunas cosas. Del producto resultante no: llama la atención el monótono estilo de cada capítulo, siempre el mismo, en un tono impostado de estilo thriller un tanto caricaturesco, y, claro, la sensación de caos que le da a la cosa un algo estrambótico, semejante a un  cómic mal llevado. Desconozco las intenciones de haber llevado a cabo un experimento fallido ya de antemano. Si estas son las nuevas propuestas literarias que surgen en la Red, la cosa es para echarse a temblar, pero me temo que hay razones un tanto espurias para cosas así: el papel sigue teniendo un aspecto de fetiche irredento y muchos de los que escriben en la Red sueñan con verse impresos en papel aunque no rechacen las trazas de su origen electrónico. Prueba de la ausencia general de ideas que asola, hoy por hoy, este apartado. Me temo que por ahora lo único comprobable es la voluntad general que arrastra como una consigna las voluntades individuales. Algo informe, en definitiva.

1 Comment
  1. t i c o says

    No sé qué pensar de esta crítica. En ella se dice que Olga Simón hace dibujos. En ninguna de sus propuestas del concurso hizo un dibujo y por supuesto la ilustración que aparece en el libro no lo es. Esto ya lo he leído en varias críticas de varios artículos online lo que me hace pensar que ha habido un “copia y pega” masivo y que ni siquiera se ha leído la novela, más aún cuando dice “llama la atención el monótono estilo de cada capítulo, siempre el mismo, en un tono impostado de estilo thriller”. El libro puede ser bueno o malo pero de lo que estoy seguro es de que los capítulos no tienen el mismo estilo monótono. Creo que no hemos leído el mismo libro, o que al menos ni siquiera ha llegado al capítulo 9 para comprobar que la ilustración de Olga Simón no es un dibujo, cuando si a ella se la conoce por algo es por su característico estilo.
    Un saludo desde la viñeta 6, perdón, desde la ilustración 6.

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