Calló la voz española de Ismaíl Kadaré

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Ramón Sánchez Lizarralde. / Archivo CCCB

Ha muerto silenciosamente, en su cobijo asturiano, rodeado de la gente que quería, Ramón Sánchez Lizarralde. Me llegó la noticia a través de una amiga común que fue embajadora de Albania en Madrid, Anila Bitri, pero no supe reaccionar y escribir sobre él hasta que he visto en la prensa las semblanzas que le han hecho.

El escritor albanés se ha mostrado triste por la noticia, “consternado”, ha dicho textualmente, ya que apreciaba mucho a su traductor, se sabía afortunado ya que ser traducido por Lizarralde era ver mejorado el original, como le pasaba con las traducciones de su obra que hacía Yusuf Brioni al francés. Hay escritores que tienen esa rara fortuna.

No leo albanés y no puedo constatarlo, pero sí he leído todo lo traducido por Ramón y me ha emocionado la poesía de sus traducciones, la plasticidad de su prosa. Alguna vez hemos hablado de por qué no escribía una novela él directamente en vez de traducirlas. Creo que mantenía algún secreto deseo de hacerlo; si lo llegó a hacer o no, no sé.

La primera novela que leí de Ismail Kadaré fue El general del ejército muerto, traducida por Ramón, me pareció tan excepcional que lo llamé para una entrevista en la antigua Radiocadena Española (sí que ha llovido, sí). Luego supe de otras traducciones de Kadaré anteriores que también fui leyendo, aunque no eran directas del albanés: Los tambores de la lluvia, que salió el año pasado como El cerco (Alianza Editorial, 2010), traducido ya por RSL, con todo lo censurado hace 20 años por el régimen de Enver Hoxha.

Gracias a las gestiones de Ramón –al fin y al cabo era un probo militante del Partido Comunista Marxista Leninista (PCML), también conocido como el de los albaneses- pude visitar Tirana para grabarle una conversación a Kadaré. Corría el año 1990 y las fronteras estaban muy cerradas, entonces. No se podía ir a Albania –último bastión comunista, como gustaban de repetir algunos directores de periódicos- así como así. Además, mi visita coincidió con la tanda de encierros violentos en las embajadas occidentales por parte de albaneses desesperados, deseosos de buscarse la vida fuera, las imágenes de aquellos barcos sobrecargados de gente famélica que atracaban en el puerto italiano de Brindisi. Fue mi “año en que vivimos peligrosamente” particular.

Alguna vez charlamos RSL y yo sobre la obsesión de Ismaíl Kadaré por el affaire Kosovo, y coincidíamos en no entenderlo y en que nos parecía muy poco razonable. Su apoyo a la independencia de Kosovo incluía una incondicional admiración por los Estados Unidos y eso disgustaba a Ramón, me parece. El tiempo ha agudizado más aún el estado de cosas en aquel pequeño país inventado por los intereses occidentales, donde ahora se sabe que su primer ministro, Hashim Taci -gran amigo del escritor-, puede estar implicado en un macabro tráfico de órganos humanos –previa muerte violenta de los legítimos portadores de esos órganos-, aún por dilucidar por la justicia. La realidad, de nuevo, convertida en un delirante argumento, propio de otra novela que Kadaré –esta vez- no va a escribir. Pensará que no le conviene, aunque, a lo mejor –candidato como es, desde hace algunos años, al Premio Nobel- acaba animándose para hacer méritos.

Agradezco a Ramón Sánchez Lizarralde su gran trabajo y que me abriera las páginas de los libros de este gran novelista albanés con quien cada vez tengo menos cosas en común, paradójicamente, pero cuyas novelas me resultaron muy conmovedoras, apasionantes. No sé qué pasaría si las releyera ahora, y, en todo caso, aún no ha pasado suficiente tiempo para hacerlo. Pero sí les animo a ustedes a ello. Si tuviera que empezar con una, elegiría una de las tradicionales, que en español se tradujo como El viaje nupcial (Ediciones B, 1990), pero que a mí me sugiere más el título del francés Qui a ramené Doruntine? O también otra de la época otomana, El puente de los tres arcos (Eds. Libertarias, 1989). O, mejor aún, El general del ejército muerto, su primera novela, publicada en 1963,  que ahora Alianza Editorial ha reunido junto con el resto de sus obras. Para que no te olviden.

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