Qué bien leer ahora a Valente

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José Ángel Valente, en su juventud. / cervantes.es

Se publican unos escritos póstumos de José Ángel Valente, prácticamente inéditos, aunque las ideas que contienen sí hubieran sido comentadas y publicadas por el autor. JAV es un poeta de los herméticos al que se puede arrancar aliento romántico y hallazgos poéticos al alcance de las almas sensibles aunque no dominen las claves de lo oculto ni de lo místico. Y es un crítico certero, atento lector de inteligentes conclusiones, aunque alguna vez se mostrara duro y hasta pudiera equivocarse. Además, JAV era un hombre sin pelos en la lengua, que decía cosas muy desagradables a los delicados oídos del establishment y que tenía el coraje de corregirse a sí mismo, desdecirse, con humilde naturalidad cuando estimaba que había sido injusto con tal o cual escritor. “¿Humilde? -se extrañará el lector que tenga noticias de JAV- Si eso no entraba en su ADN”. Pues así es.

Su albacea y editor, Andrés Sánchez Robayna, ha leído despacio y cuidadosamente los folios dejados por el poeta gallego (muerto hace ya  -¡la Virgen!-  más de once años; nació un 25 de abril con aromas de claveles y murió un 18 de julio, fechas contundentes). ASR, que también escribe poemas, ha dejado sin publicar algunas páginas, porque piensa –ha declarado a El Cultural- que al propio Valente no le habría gustado que se publicaran. Es inevitable lucubrar sobre el contenido y, sobre todo, el tono de esas páginas. Aunque sólo fuera dándole palabra de honor de que nada se sabrá sobre ellas, ya podría dejarme que las leyera. Pero no va a ser posible; no creo. Ni se lo voy a pedir.

Conocí a JAV en su última cuesta abajo del camino, una mañanita en la que el escritor se mostraba jovial y hablador. Hubo alguna cena compartida y conversaciones más privadas, en casa. Y una breve charla telefónica de la que no voy a olvidarme. “¿Sabes qué estoy haciendo? –me dijo, después de saludar brevemente-. Me estoy zampando unos buenos callos a la madrileña”. Pero, hombre, si el médico te ha dicho…  Además, ¿cómo le pueden gustar tanto unos callos a un poeta místico como tú?, acerté a protestar como protestan los amigos de la conducta suicida de aquellos a los que se quiere. “Precisamente: los callos a la madrileña me elevan a lo más alto del cielo”. Y cuánta razón le asistía.

Lo que me gusta de la personalidad de JAV es que fuera auténtico paladín de Machado, Antonio, cuando los miembros de la sociedad literaria lo menosprecian tan a menudo, dejando caer frases como “poeta sencillo y sentimental”. Si bien es cierto que está por demostrarse que ser poeta sencillo y sentimental sea un desdoro, estos intelectuales entonan la frase con claro acento de desdén. Aún recuerdo las palabras condescendientes de algunos amigos de entonces, cuando comentaban la afición de Alfonso Guerra –a la sazón vice del gobierno- por el autor de Campos de Castilla.  Mucho mejor JRJ, dónde va a parar, decían. Siempre se le ha concedido más pedigree al de Moguer, a quien, por cierto, también reivindicó JAV después de haberlo puesto a parir.

Las promociones de escritores de postguerra (los mayores y los más jóvenes) –dejó escrito JAV- que se han pretendido especialmente machadianos no parecen haber hecho en realidad una buena lectura de Machado. No hay en ellos ninguna de las virtudes dialécticas de Mairena… Mairena habría odiado nuestra vulgaridad gruesa, nuestra pedantería, nuestro dogmatismo, nuestro infinito desconocimiento del prójimo…” Qué bien lo decía, qué acertada observación.

Sánchez Robayna dice que todos los escritos están fechados y comienzan en 1959; se cierran en 2000, año de su muerte. Hay reflexiones filosóficas y las que desatan el dolor de las adversidades de la vida, como el que supuso la muerte prematura de su hijo Antonio. Alegría y negrura juntas en unas páginas que ya me parecen ineludibles antes de verlas con mis propios ojos. Robayna advierte de la existencia de otro texto narrativo largo que será publicado en su día. Andaremos al loro.

Qué suerte experimentar la espera del Diario anónimo de José Ángel Valente, a punto de salir a las librerías gracias a Galaxia Gutenberg. Acudir a una para comprarlo. Abrir sus páginas –no me lo envuelva; lo llevo puesto, gracias-, y darle un buen bocado. Habrá que hacer como recomienda Italo Calvino: buscar un rincón ameno, apartado de la bulla, donde nadie nos encuentre durante un buen rato para perpetrar la inmersión de tinta impresa (o electrónica, depende). Hasta que duela el trasero y se tercien unos callos u otra apetencia terrenal.

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