¡Bravo por la gente!

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La Puerta del Sol tras la manifestación de 'indignados' celebrada el sábado en Madrid. / Javier Lizón (Efe)

Siempre me pareció desafortunada la relación que algunos comentaristas internacionales hacían  entre el 15M y la llamada Primavera Árabe –pobres, qué más quisieran que alcanzar esa primavera-, paralelismo que se empeñan en sostener a pesar de las evidencias. Hay un parecido único: la gente sale a la calle a protestar por lo que consideran injusto: sus gobernantes, en el caso árabe; el stablishment, como se decía antes, en el caso español. Pero no el stablishment español sino el del mundo occidental, la dejación que las democracias han hecho de la política para enmerdarse en la preponderancia de la agresividad financiera. He aquí la diferencia.

Desafortunada relación, he dicho, pero no bienintencionada o simplemente equivocada. Procedamos a las preguntas que dan respuestas: ¿A quién interesa que se confundan las protestas? ¿Por qué la prensa estadounidense –como antes, la española, hay que reconocer- habla de los manifestantes como desarrapados, margis, drogotas y sucios vagabundos que no saben ni lo que quieren? Si hubieran prestado atención a lo que se cocía en España en mayo, y no simplemente a cómo abaratar el país a base de dudosas calificaciones para que los “inversores” vayan comprándolo por tres perras, sabrían que la cosa iba en serio.

Hay que comprender los procesos mentales de los que mandan en el mundo. Al fin y al cabo, si los iraquíes se matan unos a otros, ¿no será porque son moros y por tanto brutos como ellos solos? ¿Por qué va a tener la culpa Wall Street de que mueran cada día 45.000 personas en el mundo? Al fin y al cabo no son más que negros y les falta la inteligencia mínima necesaria para saber cómo no morirse de hambre.

Aunque la mayoría de los periodistas anglos no lo digan, el triunfo del 15/O se preparó cuidadosamente en Madrid, el pasado verano. Hay testigos que sí lo han contado, aunque pertenezcan al club de los CERDOS, también conocido como los PIGS. La satisfacción íntima de ese grupo de personas que se reunían en la plaza del Carmen, de Madrid, para estudiar la mejor forma de extender la protesta al mundo entero, tiene que ser enorme. ¿Qué importa quién se atribuya la gloria? La gloria pertenece a los que forjaron la proeza de movilizar al mundo, meter en sus conciencias el veneno sanador, el farmacon con el que se rebelan los que no quieren ser esclavos de ningún pez gordo de los que se alimentan de esclavizar a la gente.

Es inmenso el reto que se plantea: desmontar el tinglado que permite a los filibusteros del dinero matar de hambre a la gente como daño colateral de sus negocios. Son los amos del mundo porque los políticos demócratas lo han permitido: unos, porque han sucumbido a los encantos del vil metal, otros, porque de puro panolis no han sabido o no se han atrevido a defender la democracia, malbaratándola. La buena noticia es que, aunque no tenga el mando de nada, la gente sabe que puede presionar para que la política recupere la dignidad y la autoridad perdidas. Y en ello estamos.

El comunismo –como creo haber comentado aquí en alguna ocasión- fracasó y se derrumbó de muerte natural, corrompidas como estaban sus carnes mucho antes, en 1989. Ahora le toca el turno a la podredumbre del sistema capitalista, que viene abusando de su victoria más de 20 años. En esos años, ha ido desmontándose también el interés crucial por la cultura: alimento esencial para desarrollar la conciencia. Ana María Moix, en una entrevista que le hacen a propósito de su Manifiesto personal (Ediciones B, 2011), cuenta una historia que ilustra bien lo que quiero decir. En el último capítulo de sus Memorias (Península, 2001), Carlos Barral alerta de cómo ha cambiado el mundo de la cultura. “Uno iba a Bocaccio, dice, y se encontraba con un jorobado que bebía whisky, fumaba en pipa y te hablaba de Catulo y de Homero. Y ahora te encuentras con señores vestidos de oscuro con una calculadora en mano. Estos son los nuevos gestores de la cultura y los intelectuales se han bajado los pantalones delante del señor de la caculadora”. Ahora cambiaríamos la calculadora por un ipad, supongo.

Creo, con Moix, que la irresistible ascensión del capital como dieta única a la que aspirar ha sido propiciada por esa bajada de pantalones, no sólo de muchos intelectuales sino de casi todos los políticos, por supuesto de los mercaderes de toda laya y hasta de gentes normales y corrientes.

Entre tanto, la gente, que es la que aúpa tiranos y los desmonta también, ha aprendido a dibujar mejor sus metas, con líneas simples y certeras, sin emborronamientos que desvirtúen lo que verdaderamente importa: la dignidad de la persona, su posibilidad de desarrollarse en la vida como tal, trabajar, ser feliz, ser libre, lo más libre que su propia condición le permita. Y entre esa gente, habrá –seguro que la hay- quien lea a Homero y te hable de Safo, a la que te descuides. De sobra sabrán que el camino es largo y tortuoso (Beatles dixerunt). Bravo, pues; que la fuerza de la inteligencia os siga acompañando y nos ampare a todos.

1 Comment
  1. antordonez says

    HA NACIDO UNA ESTRELLA

    La miopía política asusta, todos piensan que la protesta va contra su adversario y no contra ellos, no se dan cuenta que es contra todos, porque todos son los responsables de la falta de democracia real, de lo abusos de los mercados y la banca, de las desigualdades sociales que se acentúan aun más con la crisis.

    Los políticos pensaban que este movimiento moriría con el tiempo, que era cuestión de aguantar un poco las molestias de tanto protestón, pues espero que se hayan dado cuenta del error, que esto, acaba de comenzar y lo peor es, que como no se tomen medidas ya no se sabe como puede terminar, es como una bola de nieve en una ladera y, no estamos hablando de España, sino del mundo entero.

    Otro error es, pensar que como el conflicto se sale de las fronteras, que lo solucionen los de fuera, cada estado tiene que poner medidas propias, que están perfectamente recogidas en el manifiesto de 15 M. Recortar gastos superfluos y no sociales; reducir políticos y sus satélites; nacionalizar parte de la banca, para que las ayudas lleguen al pueblo; subir impuestos a los ricos; reducir instituciones locales y autonómicas y algunas del estado, como el número de parlamentarios o quitar el Senado etc etc.

    Ese es el sentir de las protestas más democráticas, numerosas, generales, intergeneracionales, multiétnicas, pacíficas, inspiradoras de valores perdidos y pisoteados, que el mundo haya conocido. Capaces de mover montañas y esa es la única voluntad válida para que las cosas cambien, porque los demás, los políticos, los mercados, los bancos, son instrumentos al servicio de ellos, del pueblo y si no sirven a ese auténtico poder, se cambian, se modifica y los que se pongan enfrente, se apartan o se arroyan. Pues la democracia real se abrirá camino y esperemos que solo, con lágrimas y sudor. Ha nacido una estrella, llamada, democracia real, ya

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