¿Qué es cultura? ¿Y tú me lo preguntas?

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Sartorius, vicepresidente de la Fundación Alternativas, inaugurando el encuentro. / falternativas.org

Parece ser que el estado de la cultura española ha sacado un aprobado mondo y lirondo en un estudio realizado por el catedrático Enrique Bustamante para la Fundación Alternativas. Este dato y otros más del Informe sobre el estado de la cultura española y su proyección global se han conocido en el curso del III Foro de Industrias Culturales que se acaba de celebrar en Madrid, organizado por la citada fundación y la Santillana, ambas afines al PSOE.

La encuesta que nutre el informe basa sus preguntas en el uso de las nuevas tecnologías por creadores y usuarios, y también en cómo afecta la crisis económica a la gestión cultural. Parece que el boca a boca sigue siendo la mejor publicidad -lo que requiere poco presupuesto- y que la gente cree que hay una razonable variedad y pluralidad de contenidos culturales en las redes.

Pero donde baja la nota de manera alarmante es en la proyección de la cultura española por esos mundos de Dios. Es como si desde los tiempos del Spain is different estemos condenados a seguir encallados en el flamenco de palo, el jiji, jaja, los chupitos baratos y la siesta. Los medios de comunicación convencionales, por su parte, se llevan un cate en “promoción de diversidad cultural”. Para entendernos, es como cuando el informativo de la tele anuncia la sección de deportes y todos sabemos que sólo se hablará de fúmbol o, como mucho, de motos y baloncesto. Masculinos todos, por supuesto. O como cuando algún programa cultural de la radio –de esos que tanto escasean- anuncia sus contenidos y éstos no salen de la cartelera de cine más previsible o el libraco de aventuras que está de promoción. Desalentador.

Sólo la 2 de TVE hace lo que puede, con mejor o peor fortuna, hasta que les corten el suministro ahora que acaba de cumplir los 45 tacos. Algún día habría que ocuparse de ella en este sitio.

En cuanto a los programas culturales en las propuestas electorales de los partidos políticos, el informe en cuestión los tilda de “concepciones miopes”, lo que no creo que sorprenda a ningún alma ni requiera comentario.

Ya hemos mencionado en este blog la opinión de un escritor francés, recientemente premiado con el Goncourt, Michel Houellebecq, cuando afirmó que lo que le encanta de España es cómo desprecia olímpicamente su cultura. Algo de eso sucede cuando una profesora cubana de Biología les pide a sus alumnos de la Universidad de Valencia que “conozcan y cuiden su historia, por Dios, que es la historia de un país muy grande”, al constatar, cuando les explicaba sobre las maderas con las que el Imperio fabricaba sus barcos, que los estudiantes no sabían nada de nada. O cuando Henry Kamen escribe lo que escribe, en parte cabreado por la actitud pasota de los españoles hacia su propia historia.

Creo que se sigue asociando cultura o bien a un tostón para intelectuales de alta nariz o bien a un espectáculo con pretensiones de calidad. De ahí que abunde el desinterés o, como mucho, un simulacro de interés en lo cultural: lo de leerse el último Ruiz Zafón, por ejemplo, que ahora publican los medios de comunicación, pagando y sin pagar, como “alta literatura”, porque si no lo haces –dice la publicidad de la editorial- no estás en el ajo.

Ante esta indiferencia por la cultura en España, los listillos se apuntan al carro de subvenciones o de bolos, para soltar sus tostones o sus naderías dentro y fuera del suelo patrio, gracias a los inefables Institutos Cervantes (alguno habrá que funcione bien, digo yo). Y así se contribuye al círculo vicioso: lo que se ofrece no merece la pena ergo pasando que es gerundio.

El vicepresidente de la Fundación Alternativas, Nicolás Sartorius, ha dicho que “apuesta por la creación de una plataforma que internacionalice las industrias culturales españolas”. Habrá que ver de qué contenidos se ocupan esas industrias culturales, porque si se fijan según el criterio del embajador de turno en tal o cual país, vamos apañados. He asistido a alguna reunión privada con embajadores en la que contaban animadamente sus proyectos culturales que daban ganas de llorar. Seguro que buscando por la red se encuentran tesoros en este sentido.

Para que no nos abrume la producción de constante basura vendida como cultura hay que estar preparados. Igual que, al hacer zapin en la tele, se sabe en una décima de segundo, si merece la pena ver una película o se pasa a otra cosa, mariposa.

Y aquí es donde entra el viejo problema español: la escuela. Si la gente acude a una universidad donde lo que preocupa a sus docentes es hacerse con un buen puesto de canonjía, lo que va a aprender es a copiar como un lorito lo que haga falta para aprobar. Y en las reuniones con los amigos, a hablar del Barça o de trapitos, ya que lo que estudian es todo menos estimulante. La pena es que hay muchos estudiantes que sufren este panorama sin esperanza de que cambie.

En el foro del que hablamos, la ministra González Sinde se ha mostrado preocupada de que a las empresas españolas "les tomen el relevo multinacionales extranjeras con productos sin personalidad alguna" y encima tengan éxito, supongo. Pues, por añadidura. Si uno no valora lo suyo, sencillamente porque lo desconoce, cae en el peligro de ser colonizado por la cultura extranjera, sea ésta buena –lo más escaso- o de bulto, en forma de serie televisiva, de conciertos de música o de lo que sea.

También ha asistido a este foro el presidente de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de España, González Macho, quien ha criticado "el rechazo visceral" de algunos al cine español. Por alusiones, le diré que yo lo que creo es que si programaran buenas películas, no habría tanta visceralidad, con franqueza.

Les contaré, como colofón, que en este III Foro de Industrias Culturales ha hablado también un propio de Mediaset España quien ha declarado que quieren manejar con discreción el caso de La Noria, ese programa tan exquisito de Telecinco, la televisión que más bazofia produce. Eso nos da una idea de qué estamos hablando. Y que no es de cultura, claro, sino de productos culturales, donde puede entrar cualquier bodrio que sea rentable, menudillos de miseria humana incluidos.

3 Comments
  1. Eulalio says

    Y yo me pregunto cómo serán y sentirán cuando sean adultos estas generaciones nuevas cuya cultura se ha generalizado, reducido y barbarizado tanto.
    Estupendo análisis, Elvira.

  2. hariclea says

    Elvira, ¡gracias por pecar! Esperemos que no te condenen a arder en la hoguera. Y gracias por este interesante artículo que propone importantes reflexiones sobre el estado de la cultura y, consecuentemente, sobre el desarrollo de nuestra sociedad. Con frecuencia, los foros sobre cultura parecen tener como objetivo la creación de redes que ayuden a mantener en absurdo contacto a unos ponentes que están encantados de conocerse a sí mismos y de haberse conocido entre ellos. Normalmente proyectan un video muy “cool” para vender las actividades que hacen, todo el mundo aplaude, nadie cuestiona nada y mucho menos se intercambia nada. Todo muy “cool-tural”. La pregunta ¿qué es cultura? me parece más que pertinente en un foro dedicado a la “industria cultural”, expresión por lo menos chirriante. Habría que preguntarse también ¿qué es eso de industria cultural? Parece que algo cuyo fin último es vender. Diferente debería ser el caso de la proyección de la cultura española en el exterior por parte de los entes públicos. Ocurre que la cultura no siempre es el fin y es muchas veces el medio. En el caso del Ministerio de Asuntos Exteriores es un instrumento para, en teoría, fomentar las buenas relaciones con otros países. Por ello, dependiendo de la región, se habla de cooperación cultural (menos flamenco) o de promoción cultural (más flamenco). En los casos en que prima la cooperación, además de las consejerías culturales de las embajadas, se cuenta con proyectos específicos de cooperación cultural realizados por la AECID. En los países de habla hispana, el MAEC cuenta con una ambiciosa red de centros culturales y en el caso de los demás países tenemos los Institutos Cervantes, cuyo objetivo es la promoción del español. Además tenemos a ACE (Acción Cultural Española), que nace de la fusión de SECC, SEACEX y SEEI… casi nada. ACE está a medio camino entre el MAEC y el Ministerio de Cultura. A todo esto hay que agregar la sorprendente acción cultural de las diferentes comunidades autónomas en el exterior, donde los catalanes parece que resultan muy “coolturales” y saben venderse bien, para pesar de muchos. Y existe además una tímida acción cultural en el exterior por parte de la Unión Europea. En fin, toda esta perorata para dejar constancia del esfuerzo y los recursos, muchas veces superpuestos, que se dedican a la proyección de la cultura española en el exterior, y de lo decepcionantes que resultan las evaluaciones que comentas.

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