Nos queda la calle

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La nueva sede de la Asociación de Revistas Culturales Españolas (ARCE) cuenta con un espacio, al que se accede desde la calle, en el que se pueden consultar hasta cien cabeceras de nueve áreas temáticas. / J. Á. J.

Lo decía el capitán Furillo en Canción triste de Hill Street  al despedirse todas las mañanas de sus chicos: “Ahí fuera hace mucho frío”. Es verdad: En Chicago hace mucho frío, y mucho viento también, pero el dicho, quizá de clara intención naturalista, ha pasado a los anales de las citas como una metáfora de nuestra condición en las sociedades poscapitalistas hasta tal punto que se ha convertido en la frase recurrente de cualquier hijo de vecino cuando las cosas le van mal. En el mundo de la cultura, cuya condición de estar  a la intemperie le es connatural desde el principio de los tiempos, Luces de Bohemia, de Valle Inclán habla más de ese estado que centenas de sesudos libros sobre el tema, hubo unos años en que parecía que hasta se podía vivir del trabajo que generaba la literatura, el arte, e incluso, el diseño gráfico, la fotografía… en una suerte de embriaguez que recordaba un poco al ánimo bronco y echado hacia delante del freelancer del periodismo de aquellos años. Se vivía un poco como si el mundo tuviera algo de realidad de Casino. Una Arcadia encantada en la que no queríamos ver lo que ocurría por debajo de la brillante tarima.

Todo eso se ha acabado en pocos meses. El espectro, en el imaginario colectivo, tiene esta vez figura, mezcla de madrastra y de Lutero redivivo: Angela Merkel. El imaginario se apoya mucho en los cuentos de hadas y la figura de la mala es mero trasunto de un fantoche necesario para que nuestros miedos se plasmen en un modelo castrador. Lo castrado ahora es el nivel de vida de la clase media, la única que vive de generar y consumir productos culturales, y la castradora parece encontrarse lejos, muy lejos, en una casa muy grande en Berlín, que es otro sitio donde hace mucho frío. El capitán Furillo tenía razón. Por eso le echamos de menos como padre protector. Furillo frente a Angela Merkel. No sería mal planteamiento para que lo estudiase un seguidor de Lacan. La metáfora funciona, pero la vida sigue y exige cierta imaginación para salir del marasmo. En algunos sitios, en algunas entidades, lo hemos encontrado.

Hace escasas semanas dimos cuenta de la supresión del Ministerio de Cultura a las suscripciones que las bibliotecas recibían de las publicaciones de las revistas culturales. Esa actitud engendró alguna que otra tensión entre diversos  organismos y el Ministerio, tensión que no ha decaído por la actitud que éste ha adoptado frente a ese problema y muchos otros que se le han abierto en pocas semanas en el ámbito de la Cultura, suscripciones de las revistas culturales, subvenciones al Cine, ley de Mecenazgo. Problemas que la reciente recuperación del pecio sustraído por el Odyssey y la emoción mediática de baja intensidad que su traslado al solar patrio ha generado no ha logrado desplazar, desbordados porque es probable no sepan qué soluciones tomar y cuya actitud se resume en aquella frase que la leyenda ha otorgado a Rafael el Gallo: “Ni si ni no, sino todo lo contrario”. Ese tancredismo de la Administración, tan estudiado por José Bergamín en su momento, ha generado en los organismos afectados un revulsivo de carácter distinto y muchos de ellos se han volcado en ofrecer soluciones alternativas para salir del atolladero, emplearemos este eufemismo, en que se encuentran por aquello de hacer verdad el aserto de que hay que echarle imaginación a la cosa. Por ahora, por lo que uno oye, ve, entiende y comprueba, esa imaginación se vuelca en dos vertientes, Internet y la calle, es decir, acudir  al foro, a la plaza, a lo público en su modo virtual y, por otro lado, abrir esos organismos a la gente que deambula por la ciudad.

En Madrid esa apertura a los espacios públicos tiene buena acogida en el sector más joven. No deja de ser significativo que de un tiempo a esta parte, en un espacio muy próximo, librerías de solera como Fuentetaja se vean abocadas al fracaso, cuando no al cierre, mientras otras como Tipos infames hayan conseguido convertirse en un referente obligado de las presentaciones de libros de autores jóvenes gracias a haber abierto sus puertas a las tertulias y a haber creado un lugar de encuentro donde las nuevas generaciones de lectores rastrean su identidad hallada. Y lo mismo que puede decirse de las librerías sucede con galerías de arte o bares, como La Vaquería, en la calle Blanca de Navarra, un sitio donde, quizá porque por allí se dejan caer de vez en cuando para tomar café Sir Norman Foster y Elena Ochoa que habitan un piso allí al lado, se organizan exposiciones de pintura un poco loca sin el ánimo de competir con la galería de arte más glamurosa de la ciudad, Ivorypress Art and Books, que la mujer del insigne arquitecto británico dirige con notable éxito. En la misma calle, a pocos pasos, la editorial Trama, en un guiño a las viejas editoriales parisinas de antaño, Gallimard, José Corti, La Joie de Lire, de Jean Jacques Pauvert, expone y vende libros editados por ellos y por algunas otras, como Fórcola, Veintisieteletras, amén de revistas de literatura, poesía y diseño, en un espacio separado tan solo por una estantería en la que detrás de ella los empleados de la editorial corrigen pruebas de libros, atienden llamadas de teléfono y se afanan en llevar adelante un empresa.

Lo curioso es que a un centenar de metros, en el número 4 de la calle Zurbano, frente a la sede del PP, se encuentra la nueva ubicación de la Asociación de Revistas Culturales Españolas, ARCE, que ha inaugurado un nuevo espacio público el 22 de febrero pasado, un espacio al que se accede desde la calle y donde en palabras de su presidente Manuel Ortuño, “se pretende ofrecer un lugar para recorrer cien cabeceras de nueve áreas temáticas de todos los órdenes de la cultura y el pensamiento, para la difusión de las revistas culturales con la venta, suscripción, y la posibilidad de encontrar números atrasados, y para ofrecer un territorio abierto, también  a la organización de presentaciones, debates y actividades y a la colaboración con otras iniciativas culturales”. Dicho y hecho: ese mismo día Ábaco, en dicha sede,  presentó su nuevo número doble, el 68-69 de la revista, por boca de su director, Miguel Ángel Álvarez Areces, dedicado a la sociedad digital. Premonitorio.

Un poco más allá, en la calle Zorrilla, en la casa donde habitó el poeta, se encuentra la sede de la Asociación Colegial de Escritores, ACE, dirigida por Andrés Sorel, y que agrupa como socios a gran parte de los escritores españoles. La referencia romántica del lugar puede servir de metáfora sobre la situación difícil en que se encuentra la Asociación, sobre el estado de ánimo de los socios, que lo son también de CEDRO y sobre el futuro que atañe al mundo del libro. Esperando que no se  cumpla con el libro de papel el destino que acompañó el descubrimiento de Zorrilla, que se dio a conocer en el funeral de Larra, Andrés Sorel tiene pensado abrir las actividades de la Asociación al mundo digital a pesar de que es una realidad que no genera beneficios por ahora. La instalación de una biblioteca virtual cuyos libros se puedan descargan los usuarios y el pase de la revista de la Asociación, República de las Letras, a formato digital se encuentran entre las actividades próximas a realizarse en un tiempo breve por parte de ACE.

Y esto sólo en un espacio que se puede recorrer en quince minutos a pie. Frente al tancredismo oficial los afectados se mueven reviviendo, una vez más, los fantasmas de nuestro pasado, aquellos de finales de siglo de que hablaba Bergamín. Los tiempos son otros, otras las soluciones: nos queda la calle… bueno, también Internet.

1 Comment
  1. celine says

    Muy bueno ese ánimo. Nuestro París es la literatura, Juristo; la buena. Gracias por el itinerario que dejas para los madrileños o los que se paseen por Madrid. ¿Sigue existiendo El bandido doblemente armado? Había otro café con libros por Rios Rosas, cerca de donde vivía Manu Leguineche, pero no recuerdo el nombre. Creo que se acabó cerrando.

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