Ni presidenta ni puñetas

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El académico Ignacio Bosque, en una imagen de archivo. / Efe

Con el pretexto de la lucha feminista –en la que estoy activa desde que tengo uso de razón- o con cualquier otro absurdo pretexto se le dan unas chufas al idioma español que es que da pena. Reconozco que de vez en cuando es divertido jugar con la lengua pero dejando claro que se trata de un juego.

Hace poco, un titular de primera en cuartopoder ponía en boca de Carmen Chacón, que en España “veremos pronto a una mujer en el cargo de presidenta”, sustantivo repetido ya automáticamente. Sin embargo, “presidente” es palabra que no va unida a sexo alguno y su género depende del artículo que se ponga delante. ¿Qué ha venido ocurriendo durante años y años? Que el artículo que se pone delante es impepinablemente (se dice “invariablemente") “el”.

Estas cosas pasan con sustantivos de poder, por así decir, como canciller, juez, gerente y mandamases en general. Con tan sólo colocar delante el articulo adecuado, o sea, “la”, queda claro que se trata de una juez y no un juez. Sin embargo, se deja oír por mor de un feminismo demasiado formalista, pienso, el palabro (en realidad, "palabra") jueza, que suena a rayos. A nadie se le ocurre llamar rivala a la rival de un contendiente a la presidencia del gobierno, por seguir con el símil.

Es curioso que en otros casos, terminaciones femeninas como asistenta, alcaldesa o gobernanta rebajan mucho poderío a sus sustentadoras. Un gobernante mola (se dice “viste”) más, ya que gobierna sobre un país, una región o el Banco de España, pero una gobernanta ha de conformarse con un hotel, como mucho. Hay que admitir que el uso de la palabra y su repetición por todos los hablantes hace que se acabe olvidando su anterior significado, como ocurre con alcaldesa que, antiguamente, era simplemente la mujer del alcalde. Aún no he oído que nadie diga “cooperanta” en vez de su neutro acabado en e.

La RAE ha colgado en su página un texto aclaratorio, nada combativo sino científico, gramatical, didáctico y explicativo, para aquellos que quieran fijar y dar esplendor al idioma que hablan tropecientos (y dale) millones de terrícolas. El trabajo, que puede leerse integramente en el Boletín de la Academia Española, lo firma el lingüista Ignacio Bosque y señala con ejemplos sacados de varios manuales del uso no sexista del español, la diferencia que hay entre el sexismo lingüístico y la visibilidad de las mujeres en nuestra sociedad.

Lo que dice la Academia, sin pretender sentar cátedra ni cosa parecida, aunque nadie podrá negar que es un crack ("autoridad", vamos) en la materia, es que conviene no obsesionarse con dotar de sexo a las palabras que, en realidad, no lo tienen.

Lástima que la RAE no haya colgado también el breve alegato del impagable helenista Francisco Rodríguez Adrados, que tiene mucho escrito al respecto. Rodríguez Adrados recuerda, por ejemplo, que “es antiguo, correcto y frecuente en español y en otras muchas lenguas el uso neutro o genérico del masculino” lo que evita engorros como los del ex lehendakari cuando se empeñaba en apelar a “los vascos y las vascas” que, además, sonaba a coña. Tampoco es necesario escribir el signo de arroba, ya que es unidad de peso ya periclitada o dirección de correo electrónico, pero no terminación  femenina.

El profesor Adrados pone otro ejemplo cuando al dar la noticia de un suceso trágico, se habla de que ha habido tantos muertos, no que haya habido “muertos y muertas”. Como es un hombre sabio de una Grecia menos convulsa que la actual, don Francisco recuerda que ya Aristófanes se mofaba de cosas parecidas en Las Nubes (versos 658 y siguientes), hace 2.500 años.

Y el profesor Bosque examina varios libros de estilo de lenguaje no sexista, como los de UGT, CCOO, la Universidad de Murcia, la UNED, entre otros. Bosque rebate a la guía de UGT que sea tan sexista referirse a “los directivos” como genérico, lo que incluye a directivas, como decir “los directivos acudirán a la cena con sus mujeres”, ya que, en el primer caso, se usa el masculino como neutro y general mientras que la frasecita tiene guasa, es claramente androcéntrica.

Conclusión: que la discriminación contra las mujeres mucho más que por el uso de la lengua viene por el uso y las costumbres. Se cuela por los sitios menos esperados y de modo inadvertido. El radiólogo al que acudí hace poco para que me fotografiara los dientes me hizo rellenar un papelín en el que para distinguir el sexo, daba a elegir entre “varón o hembra”. Tras la brasa que le di lo ha corregido. La excusa que me puso es que se trataba de una mala traducción del inglés, pero no coló. En inglés, es cierto, dan a elegir entre hembra y macho. ¡Ah!, touché! Son así de rudos los ingleses. Nosotros preferimos elegir entre "mujer o varón".

Y, por seguir con los ingleses, decir que les gusta el té a las cuatro y las mujeres rubias, es sexista. Decir que a los ingleses les gusta el té, no es sexista porque incluye a las inglesas. Y sobre todo: ¿cuándo aprenderemos los españoles a consultar a los que saben en vez de emitir guías absurdas  e irrisorias como algunas de las que la RAE analiza en este informe? Como decía el Hermano Lobo, ahuuuuuuuu, el año que viene si Dios quiere.

10 Comments
  1. Eulalio says

    Yo creo que la solución es eliminar el género directamente y cambiar las terminaciones o/a por e. Así diríamos asistentes, persones, presidentes, mujeres, hombres, todes, bienvendes y tel y tel…
    Está bien que una mujer defienda estes coses.
    Saludes

  2. Runaway says

    Algunos ejemplos/ ejemplas de atentados/atentadas a lo gramático/ gramática:

    Ministeria de la Igualdada. Tengo ojas en la cara porque soy mujera; los hombres tienen ojos en el caro. Las mujeres tenemos, nariza, brazas, hombras y manas. Ordenadora y no ordenador. Meso y mesa.Patatos y patatas. Pelos y pelas…

    Casos y casas. Coche y cocha. Palabros y palabras. Teléfono y teléfona. Cuadernos y cuadernas. Colegio y colegia. Lección y lecciona. Pizarro y pizarra. Notos y notas. Boletines y boletinas. Vacaciones y vacacionas. La perra es la mejor amiga de la mujera…

    La dentista / el dentisto, la poeta/ el el poeto, la sindicalista / el sindicalisto, el pediatro, el pianisto, el golfisto, el arreglisto, el funambulisto, el proyectisto, la turista / el turisto, la contratista / el contratisto, la taxista7 el taxisto, la artista / el artisto, la periodista / el periodisto, la telefonista /el telefonisto, la masajista /el masajisto, la trompetista / el trompetisto, la violinista/ el violinisto, la maquinista/ el maquinisto, la electricista / el electricisto, la oculista 7 el oculisto, la tenista / el tenisto, la fubolista/ el futbolisto…

    Así hasta el infinito…o hasta que nos cansemos/ cansemas

  3. Piluca says

    Precioso artículo, y descacharrantes comentarios!

  4. Contestación perfecta a tanto machista says

    La sociedad cambia, la Academia, no

    Mercedes Bengoechea
    El Pais

    El pasado domingo la mayoría de los medios reproducían un informe firmado por 23 académicos y 3 académicas de número de la RAE, “Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer”. Lo primero que me llamó la atención al leerlo fue un error gramatical en el mismo: se hablaba de mujeres como “miembros femeninos de un comité”. La expresión es errónea sintácticamente puesto que, según el diccionario de la propia Real Academia Española, miembro es un sustantivo común: miembro. 7. com. Individuo que forma parte de un conjunto, comunidad o cuerpo moral. (Diccionario de la RAE, 2001).
    Para la gramática normativa, los sustantivos comunes referidos a personas se acompañan de artículos y adjetivos que indican el sexo de la persona de referencia. Por tanto, miembro debe concordar con adjetivos masculinos o femeninos dependiendo del sexo de la persona aludida. “Miembros femeninos de un comité”, según los propios criterios de la RAE serían individuos del sexo masculino que… ¿visten de rosa, son cariñosos con sus hijas?… individuos que poseen alguna cualidad que lleva a calificarlos de “femeninos”, pero ciertamente no mujeres. Siguiendo la norma académica, ellas serían en todo caso “miembros femeninas de un comité”. Como podrían ser también, por recurrir a otro sustantivo común, “unas testigos estupendas” (pero no ‘estupendos’). Todo ello, aplicando a rajatabla la norma académica.

    Desconozco si la RAE castigará de rodillas contra la pared al Sr. Bosque, autor del informe, por cometer errores de concordancia gramatical. Pese a que multitud de estudiantes y escolares han probado en sus carnes el castigo ante el error ortográfico o gramatical, espero que no sea así con el Sr. Bosque, quien ha expresado con su acostumbrado tono ponderado y elegante un sentimiento que algún otro académico prefiere manifestar aderezado con profusión de insultos y exabruptos. Las formas corteses excusan los errores y merecen el perdón y el elogio.

    Para poder explicarnos el error del Sr Bosque deberíamos ser capaces de expandir nuestra concepción de la lengua y dejar de identificar lengua y norma. El Sr. Bosque aplicó la norma vigente en 1992, cuando el DRAE clasificaba el sustantivo miembro como uno masculino: miembro. 3. masc. Individuo que forma parte de un conjunto, comunidad o cuerpo moral. (Diccionario de la RAE, 1992)

    ¿Qué había ocurrido entre 1992 y 2001 que llevó a la RAE a cambiar la clasificación del sustantivo? Que muchas mujeres pertenecientes a consejos de administración, a tribunales o a organizaciones políticas empezaron a poblar los discursos mediáticos. Y los medios, sin hacer caso de la normativa académica, redactaban “ha sido detenida la miembro de ETA” o “Fulanita ha pasado a ser la miembro número tres del Consejo”. Ante la avalancha de casos en los que el sustantivo miembro se escribía con artículo femenino, la RAE decidió clasificarlo en la edición 22ª de su diccionario como sustantivo común, y no como sustantivo únicamente masculino.

    Esta anécdota ilustra a la perfección la rica y compleja vida de la Norma… y de las lenguas. Estas laten sometidas a fuerzas contrapuestas, centrípetas y centrífugas, que “tiran” de la lengua en un sentido o en otro. En toda sociedad se producen simultáneamente tendencias de cambio y tendencias inmovilistas que prefieren frenar la andadura de una lengua que no puede sino caminar junto a la sociedad que la habla. Todas las tendencias son perfectamente legítimas. En el caso que nos ocupa, las guías “tiran” hacia una mayor feminización del español, mientras la RAE intenta frenar esa transformación. Mientras, la sociedad utiliza la lengua en una u otra dirección. Como en el caso de miembro, finalmente la RAE tendrá que reconocer los cambios, si llegan.

    Curiosamente el informe de la RAE está lejos de reconocer que una de las características de las lenguas es su permanente estado de evolución. Quizá porque la mayoría de sus miembros no son lingüistas. El informe olvida de que la lenguas se trasforman junto a las sociedades que las hablan. Por eso no hablamos latín. Si una parte de la ciudadanía no se siente a gusto con un determinado uso verbal, por muy extendido que esté, es natural que busque otras formas de decir entre las que la lengua nos ofrece. Si yo compruebo que, al afirmar “este curso tengo unos excelentes alumnos rusos en clase”, la gente piensa que sólo tengo chicos, acabaré diciendo “este curso tengo un excelente alumnado ruso” o “este curso tengo un grupo excelente de alumnas y alumnos rusos”. ¿He conculcado con ello alguna norma?

    Para la RAE, lo he hecho. A partir de 2001, en diversos comunicados y notas que culminan con el informe del pasado 1 de marzo, la Academia ha insistido en la validez del masculino para representar a ambos sexos, contra-argumentando la falacia (falacia en su opinión) de que las mujeres no estén incluidas en él, y ha considerado un error el uso de la doble forma (niñas y niños). Desde 2005, se remiten a su Diccionario Panhispánico de Dudas, donde bajo la entrada género se afirma que el masculino abarca a ambos sexos. Ahí se ofrece una entrada tomada (¡atención!) del propio corpus de las Academias de Español como ejemplo de utilización errónea («Decidió luchar ella, y ayudar a sus compañeros y compañeras») para concluir que el masculino “pudo y debió ser usado”. Además de las dobles formas, para el Panhispánico son inadmisibles los dobles determinantes (las y los ciudadanos) y la arroba. La insistencia en la necesidad de evitar las dobles formas o la arroba, las arrebatadas defensas del masculino de algunos de sus miembros y las diversas explicaciones, argumentos y apologías a favor del masculino o del término hombre para representar a ambos sexos demuestran, en primer lugar, lo relativamente extendido de su uso y, en segundo lugar, la enconada resistencia de las Academias a su utilización. Pese a que, como luego expondré, el propio Diccionario de la RAE recurre a la doble forma y que esta ha estado en la lengua desde tiempos inmemoriales, nunca antes había sido prohibida expresamente. Se trata de un acontecimiento nuevo y muy significativo.

    El informe de la RAE muestra su disconformidad con las guías que tratan de “conculcar aspectos gramáticales o léxicos” que “contravienen las normas de la RAE” a las que acabo de referirme. Máxime cuando “es cierto… que las mujeres no se sienten excluidas” de frases en masculino genérico. Mas lo que demuestran las “numerosas” guías es precisamente que muchas mujeres (quizá justamente aquéllas a las que quienes suscriben el comunicado parecen ignorar) han creído percibir que el español se usa y se ha usado durante siglos, entre otras cosas, para construir lo que ahora denominamos “género”, es decir, las relaciones entre los sexos. Dicho de otra manera: que mediante la utilización de ciertas estrategias y de ciertas formas lingüísticas, se han venido creando y re-creando las relaciones sociales entre los sexos durante el patriarcado. Una sociedad que no concedía derechos a sus mujeres, que ignoraba sus ansias de realización plena y las encaminaba a dos únicos papeles, esa sociedad –digo–, en consonancia cabal, ha convertido en hegemónico un uso de la lengua donde las mujeres están invisibles o estigmatizadas. Mujeres a quienes no conoce la RAE “tiran” de la lengua para poder sentirse incluidas, nombradas y visibles. Y usos del español que llevan siglos vigentes, por ejemplo, la llamada doble forma, irrumpen de nuevo como uso mayoritario, en lugar de minoritario. Se utilizaba en El Cantar del Mío Cid, en el Libro de Buen Amor, en el romancero… para convertirse en un uso minoritario posteriormente. Lo curioso es que la propia RAE comete la ligereza de utilizarla en entradas como collazo, concuñado, sobrino, hábito… Cuando las mujeres reaparecen en los discursos y en la lengua en el siglo XXI, la doble forma vuelve a utilizarse con frecuencia. Es entonces cuando la RAE la proscribe.

    Por eso sorprende la ingenuidad del informe al mostrar su indignación por no haber sido consultada la RAE en la elaboración de las guías y denunciar que “una serie de guías se hayan atrevido a invadir las competencias de la RAE y despreciar abiertamente sus criterios”. La RAE parece olvidar que es una institución humana (financiada en parte por nuestros impuestos), no divina, y puede incluso, aunque a sus miembros les parezca imposible, equivocarse. Esa proliferación de guías de uso no sexista vendría, cuando menos, a demostrar una cosa: que parte de la sociedad ha perdido su fe en la RAE, no la venera como la guardiana de su lengua y de su mente y la ve como una institución anacrónica e ideologizada. No cabe duda de que desde su perspectiva no pueden percibir el hecho incuestionable de que su trayectoria histórica dista mucho de ofrecer confianza a las mujeres. Quizá por eso muchas de ellas no se sientan obligadas a someterse a “su norma” y no pidan permiso para hablar. Deberían preguntarse cómo se ha llegado a ello. Desde aquí invito a consultar en su diccionario la definición de pares de palabras (supuestamente simétricas) como felación-cunnilingus; alcalde-alcaldesa; macho-hembra; vagina-pene; madre-padre… o simplemente la definición de huérfano. Si esas definiciones se mantienen en la próxima edición de 2013 significará que hace años que sus miembros perdieron contacto con la sociedad en la que viven.

    El espíritu de esas guías tan criticadas es sugerir cauces de expresión a quienes quieran hacer visibles a las mujeres en sus textos. Las guías sugieren, por ejemplo, que, en lugar de escribir “asociación de sordos”, se puede redactar “asociación de personas sordas”. Entender las razones de delicadeza, exactitud, justicia e inclusión de esa redacción (‘personas sordas’ y no ‘sordos’) es quizá más fácil que justificar la razón por la que la RAE, deprisa y corriendo, y sin ninguna pedagogía explicativa, aprueba una nueva ortografía justo antes de las compras de Navidad. Pero pobre de quien no la siga en los próximos exámenes de lengua española. Espero que su castigo no sea mayor que el que reciba el Sr. Bosque por conculcar, temerario, la sacrosanta norma vigente.

    Mercedes Bengoechea es lingüista. Ha sido decana de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Alcalá.

  5. otra Contestación perfecta a tanto machista says

    En los argumentos de Bosque hay un intento además de acusar a las guías y a quienes defienden el lenguaje inclusivo no sólo de autoritarios, sino de inductores de patologías psicológicas. Bosque escribe “Pareciera que se quiere dar a entender que la mujer que no perciba irregularidad alguna en el rótulo Colegio Oficial de Psicólogos de Castellón, y que […]no considere conveniente cambiarlo por Colegio Oficial de Psicólogos y Psicólogas de Castellón, debería pedir cita para ser atendida por los miembros de dicha institución”. Me parece barato y oportunista utilizar, como hace Bosque, que haya mujeres que estén en contra del lenguaje inclusivo, que no lo utilicen o que no estén a favor de la discriminación positiva como argumento para atacar las guías y patologizar a las mujeres que sí están a favor de estas medidas. Por supuesto, también hay negros racistas y mujeres machistas y lesbianas homofóbicas, precisamente porque se trata de dinámicas de dominación socioculturales, nadie es indemne; el racismo y el sexismo son estructurales, no se trata de decisiones personales y a veces afectan más a quienes lo sufren directamente, aunque esto implique justificar su propia dominación y odiar una parte de sí mismas.

    La idea de que aplicar estas normas nos dejaría mudas es simplemente ciencia ficción. En cualquier caso, si estamos tan cansadas de repetir las y los o si la arroba nos parece fea, utilicemos sólo el femenino. Uno de los legados más impresionantes del 15 M es el cambio de lenguaje que se ha operado en las plazas y en las asambleas (seguro que Bosque no se ha dado un paseo por ellas para escuchar cómo se habla). En las plazas y en los parques la gente se refiere a menudo a los bancos, el Estado, los políticos y los medios como ELLOS y a la ciudadanía como NOSOTRAS. No sólo nadie se ha quedado mudo, sino que se introdujo un cambio fundamental para reflejar una realidad, la de las asambleas, y un deseo, el de un mundo donde nosotros, los hombres, somos capaces de reconocer que 500 años (o más) de dominación patriarcal justifican que empecemos a cambiar nuestros hábitos lingüísticos. No se trata de invertir el androcentrismo, sino de introducir una distorsión en lo «natural» en busca de la IGUALDAD y la JUSTICIA. Personalmente, a veces me cuesta escribir compañeras y escribir en el género abyecto (sí, por expulsado e invisible) de lo femenino, pero creo que esa incomodidad es necesaria para, como dirían en «La Bola de Cristal», aprender a desaprender aprendiendo….

  6. celine says

    Interesante articulo de Bengoechea. Aunque no me parece que este asunto sea de castigar sino de debatir y aprender a hablar mejor.

  7. Jonatan says

    Falta un poco de sentido del humor, ¿que no? ¡Feliz Día de la Mujer Curranta!

  8. Alejo Alberdi says

    Bengoechea se aferra a un solo error gramatical en el informe de Del Bosque -bastante extenso- para justificar innumerables tropelías contra nuestro idioma. Usar el femenino como genérico es desnudar a un santo para vestir a otro. La contestación dista mucho de ser, no ya perfecta, sino mínimamente aceptable.

  9. Runaway says

    La batalla que hay que librar es la de DISCRIMINACIÓN REAL, no ésta estupidez supina que sólo lleva a destruir el vocabulario; la batalla hay que darla todos los días es la batalla porque se deje de renovar un contrato porque una mujer se quede embarazada; por que no se despida a una mujer porque se pida una reducción de jornada para cuidar a su hijo; la batalla hay que darla todos los días porque se cumplan las leyes…etc…etc

    Sólo a las pajines y aídos y ese feminismo mal entendido les ha preocupado el que se diga ingeniera, pero no el que se discrimine a una mujer con ese título frente a un hombre. La guerra unicamente por las palabras nos ha llevado a la quiebra y a cinco millones y medio de «parados y paradas»…y aumentando. Todo ellos gracias a el gobierno que hemos puesto ahí votándolo nosotros mismos por mayoría, y que es más inútil que el anterior, favoreciendo a unos pocos y perjudicando a la mayoría llevándonos a la la esclavitud y al empobrecimiento del que incluso tiene la suerte de tener un empleo.

    Firmando «un machista».

  10. Pedro says

    Coincido con Bengoetxea en el carácter dinámico de las lenguas, muy a pesar de unas academias en las que, por cierto, no se ve precisamente paridad.

    Y puestos a discutir asuntos importantes del lenguaje podríamos discutir sobre el procedimiento para entrar en la ilustre casa que limpia, fija y da esplendor. ¿Meritocracia? En muchos casos, tururú.

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