Toda una vida, tu tuá, tu tuá

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Imagen de archivo del editor Jorge Herralde durante la celebración del 40 anivesario de Anagrama . / J. Martin (Efe)

El novelista Richard Ford dice que lo que más le ha encantado siempre de Jorge Herraldees su impredecible diversidad de gusto como editor de la literatura mundial”, algo que salta a la vista leyendo el catálogo inencasillable de su editorial. Ford es uno de los autores que en España publica Anagrama, y esas palabras las dijo el pasado día 17 de abril en la capital británica, ya que la Feria del Libro de Londres junto con la Publishers Association, acaba de premiar al editor español, de manera muy singular, pues es la segunda vez  que un editor no inglés lo recibe. El primero fue Antoine Gallimard.

Como supongo que se me nota mucho, confesaré antes que nada mi debilidad por quien seguramente es el mejor editor en lengua española, como ha admitido el jurado británico, y uno de los embajadores mejor preparados de la cultura patria, así que me uno al coro de los congratulados por este Lifetime Achievment Award 2012, distinción merecida a espuertas. Este tipo de "marca España" sí que me parece que impone un brindis de celebración.

Herralde –que es Honorary Officer of the Order of the British Empire, además de Commandeur de l’Ordre des Arts et des Lettres de Francia, ojito- contó que “empecé a publicar los primeros títulos en 1969 con la idea de explorar caminos desconocidos en España”, con el deseo de buscar nuevas voces, “que hemos acompañado con frecuencia a lo largo de sus carreras”.

Para este ingeniero industrial que supo traicionar a tiempo su profesión por la chifladura de los libros, cual Quijano productivo, editar le permite “compartir placeres y entusiasmos, practicar una variada gimnasia mental; subirme de vez en cuando a las montañas rusas y otras atracciones”. Quién, si no él, iba a publicar al Gombrowicz más minoritario en tiempos de Maricastaña. Y escribir, añade, “una particular novela-río, que es el catálogo de Anagrama”.

Hay adhesiones que suenan a veraces y otras que son consecuencia de las reglas de cortesía sociales. Las sinceras suelen acertar en la diana. Alessandro Baricco, por ejemplo, también en frase corta –que son las buenas- cuando dijo, en el mismo acto, que “la ironía, la experiencia, la calma y la pasión con que se toma su profesión ha sido siempre una lección”, a pesar de la fea rima consonante en “ón”.

La calma, palabra clave en JH. Una calma socarrona y punzante, a veces; bondadosa sólo en apariencia. ¡Ay! del que confunda la calma del editor con espurias concesiones. Los hay que no se la han perdonado nunca. No se puede acertar para todos, está claro.

Me parece también acertada la idea que dejó caer un colega del premiado, Olivier Cohen, al asegurar que Herralde no le teme a nada, ningún obstáculo le ha impedido publicar lo que le gusta, hasta el punto que en él “la curiosidad siempre prevalecerá sobre la razón”, que si no fuera dicha con abierta admiración sonaría a cierta sorna –en tercera acepción del DRAE-, algo muy del gusto herraldiano.

En fin, sólo queda saber dónde colocará este premio –una vasija de cristal-, que se une a un montón más, para que adorne su bonita casa barcelonesa como debe. Seguro que Lali Gubern, eficaz colaboradora en muchas tareas, sabrá encontrarlo. Congratulations!

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