Que treinta años no es nada

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El creador de 'Mazinger Z', Go Nagai, el viernes, día 4, ante el puesto dedicado a su personaje en Salón del Cómic de Barcelona. / María Pérez (Efe)

El jueves 3 de mayo arrancó en Barcelona el XXX Salón del Cómic, la mayor y más rentable cita del tebeo en España, le siguen Madrid y La Coruña como  referentes de la cosa,  una feria que arranca con muy buenos auspicios a pesar de la crisis y de los recortes ministeriales, un 10% menos que al pasado año, recortes que no parecen preocupar a su director, Carles Santamaría, ya que la las aportaciones privadas han logrado cubrir los 700.000 euros de presupuesto que tuvieron el pasado año. Todo se presenta, pues, para que este evento, que intenta hacer sombra a Angulema y que cada vez se parece más a un Comic Cons norteamericano, consiga un éxito aún mayor que en citas anteriores. Las cifras parecen indicarlo, 19.000 metros cuadrados de superficie dedicados al cómic con 150 expositores, número nunca alcanzado hasta ahora y que consolida a Barcelona como uno de los referentes más importantes del cómic en Europa y donde hasta los editores parecen haber puesto ahora sus miras.

Xavier Mallafré, presidente del Gremio de Editores de Cataluña, piensa que el mundo del cómic goza de  tan buena salud, “que es capaz de generar 100 millones de euros al año” y, añade, en un rasgo de arrebato gremial por lo que tiene de mirada de reojo al libro, que “en un mundo cada vez más visual, el cómic es el camino que une el universo del libro con el de la imagen”. Sin participar de tamaño optimismo, que tiene mucho de voluntad y de cierto convencerse a uno mismo, lo cierto es que el mundo del cómic parece desbocado, sin nada que ver con la evolución del sector del libro, que conoce un bache de características graves por lo que tiene de improbable acomodo en un mundo de gustos cambiantes y tecnologías que se renuevan a cada instante, un frenesí de imágenes que se compran y venden al ritmo rápido de un mercado renovado sin cesar y que se inventa a sí mismo de continuo, un mercado donde cabe ya la nostalgia en una apoteosis de lo retro, en unos gestos que recuerdan al de la bibliofilia más extrema si no estuviese representado por la apoteosis desvergonzada de la cultura pop.

Así, no es de extrañar que el visitante se encuentre con un festival que se presenta como retro en aquello que se siente en la obligación de celebrar: sus clásicos. Sean estos robots y pertenezcan la mayoría a los años predilectos de la nostalgia vintage, los años sesenta. De este modo, el homenaje a Mazinger Z, convertido ya en el más famoso de los robots japoneses, que cumple cuarenta años y para ello visitará el Salón su creador, Go Nagai. Así también, Spiderman, otro que está de celebración, cincuenta años. Una exposición repasará su evolución y cómo cambiaron alguno de los villanos de la serie, aunque también hay lugar para clásicos que se remontan más allá, como Little Nemo, la serie que creó Winsor Mc Cay en 1905, y que pasa por ser uno de las primeras viñetas ilustradas a las que se puede considerar bajo la categoría de cómic. Estamos ya en la  arqueología del género.

Cómo no, y ya que la Feriaestá de celebraciones, habría que recordar a Moebius, recientemente fallecido, y que tenía previsto asistir a la misma. Será objeto de una exposición de obras suyas y de algunas otras de autores que le homenajean. Como a Josep María Berenguer, editor de El Víbora, muerto hace poco más de una semana, uno de los grandes del género en España y cuyo legado crítico, habría que recordarlo, parece desvanecido ante tanta fanfarria. Pero es en las firmas donde la Feria adquiere ese carácter, ya dijimos, de Comic Cons. El plantel impresiona: desde Milo Manara, el creador de ese erotismo que ha sido una de las señas de identidad del cómic italiano, creador de un clásico ya, El Clic, a David Lloyd, el de V de Vendetta, ¿habría que repetir de donde provienen esas máscaras que se han convertido en emblemas de las protestas ciudadanas?, pasando por Craig Thomson, creador de Havivi y Blinketts , Tanino Liberatore, el de Rankxerox o Enrico Marini, autor de El Escorpión. Las firmas, la cantidad de expositores, que abruma, el público existente, las exposiciones… a lo que habría que añadir las novedades que el Salón anticipa para su venta, desde Estela Plateada.Parábola, una rareza que fue producto de  la colaboración de Moebius y Stan Lee a Simiocracia, de Aleix Saló, un cómic de una carga social muy crítica,  o El duelo, la nueva novela gráfica de Esteban Hernández, los mangas Mazinger Z y Bola de Dragón, que cumple veinte años de su aparición en España y, claro, los más pegadizos, los que están de moda y arrasan, como Juego de tronos de George R.R. Martin, a quien le ha salido la réplica irónica y algo cachonda con Juego de poltronas, de Nacho Fernández.

Por el Salón del Cómic de Barcelona no ha pasado la guadaña de la crisis y hay que felicitarse por ello. Carles Santamaría nota un auge del género en un momento en que hasta el cine ve incrementadas sus ventas con la versión cinematográfica de cómics como Batman y Spiderman. Pero a pesar de ese éxito el cómic no representa más que un sector muy pequeño dentro de la industria española del libro, de la producción editorial, con 21 millones de ejemplares vendidos y una facturación de 85 millones de euros. En eso no hay que engañarse, como en la competencia que suponen Ferias muy asentadas, como la ya citada de Angulema, la más importante de Europa. Con el éxito de este año cabría preguntarse si no habría que incidir más en la excelencia de lo que se promueve. Es una cuestión de modelo; que si Angulema o el estilo que nos viene de Norteamérica. Una feliz e inteligente combinación de ambas no sería una idea descabellada, ya que Barcelona no cuenta con el pedigrí intelectual de Angulema ni tampoco con ese paroxismo del espectáculo que nos viene de Estados Unidos. Mientras Barcelona cerraba sus puertas, en Madrid se preparan para abrir  del 11 al 3 de mayo, Expomanga, una Feria dedicada en exclusiva al género japonés y que contará con la presencia de Kanni Okino o Kenny Ruiz.

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