Tocata y fuga de amor adolescente

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No es fácil escribir de cine en estas horas amargas en las que el Gobierno hace de mamporrero con el BOE en la mano y nos pasa a todos  los españoles la factura del derroche y la especulación, ahora que la liberalización económica y la desregulación financiera han dejado al Estado sin recursos, endeudado y en manos de los prestamistas. Nos tragaremos el sapo y comentaremos una cinta de Wes Anderson, un tipo curioso que es capaz de generar tanta confianza en sus producciones como para reunir a Edward Norton, Bruce Willis, Francesc McDormand, Tilda Swinton, Harvey Keitel o Bill Murray en esta peculiar película de iniciación adolescente.

El autor de películas tan particulares como Los Tenenbaum, una familia de genios, Academia Rusmore o Viaje a Darjeeling lleva dándole vueltas al tema de la familia desde que empezó en el cine, y sus películas son testimonio de ese microcosmos metafísico y supramoral donde se cocinan a fuego lento nuestros afectos, tendencias y neurosis y al que todos pertenecemos desde el nacimiento a la muerte.

En Moonrise Kingdom el tejano nos retrata con maestría visual y excelencia narrativa el tránsito agridulce de la preadolescencia, ese territorio movedizo y de frontera donde empieza a brotar nuestra personalidad de la semilla de la infancia y en el que nos sentimos tan lejos del mundo adulto que nos espera inexorable a la vuelta de la esquina como de la cándida niñez que tanta seguridad nos da y que se nos escapa entre dudas, fiebres y arrebatos.

Con una puesta en escena original y transgresora, unos planos medidos,  una fotografía cuidada y una narración trufada de símbolos y metáforas, Anderson tiene la habilidad de penetrar con sensibilidad y veracidad en el difícil terreno de la adolescencia y logra trazar una fábula brillante, divertida y emocionante de ese mundo mágico, particular e inexpugnable donde caben todos los planes y todas las posibilidades.

La acción transcurre en los años sesenta en una isla ficticia durante un verano en un campamento scout, del que se escapa un niño para encontrarse con su novia y huir los dos juntos en un viaje iniciático y de búsqueda en el que vivirán una bonita historia de amor mientras los adultos y los compañeros scout tratan de localizarlos y aguarles la fiesta.

Ver Moonrise Kingdom es como volver a leer un libro de Enid Blyton, es retornar a la infancia y al sabor del primer beso, a ese preciso instante en el que poníamos un pie en la cera de los adultos y, mientras saboreábamos la saliva de otro y sentíamos un fuego desconocido, empezábamos a intuir que una vida entera nos esperaba con impaciencia.

La película empieza con la música de  Guía de orquesta para jóvenes de Benjamin Britten, y termina en  los créditos con una original versión de Alexandre Desplat; pues esto es precisamente Moonrise Kingdom, una guía vital para adolescentes y un recordatorio melancólico para los adultos que perdimos hace tiempo la magia y la candidez de los tiempos del poder y la gloria.

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