Manguel: la apoteosis de la obviedad

1

Juan Ángel Juristo

Cubierta del libro de Alberto Manguel.

Alberto Manguel es un profesor canadiense de origen argentino que ha hecho de la indagación en el fenómeno de la lectura su particular modo de presentación, buscándose un hueco, en el mundo de la cultura mediática. Lo ha conseguido con creces. Su último libro, El sueño del rey Rojo. Lecturas y relecturas sobre las palabras y el mundo, publicado por Alianza Editorial, es una nueva andanada de razones de todo tipo en torno al fenómeno de la lectura. Para Manguel ésta nos hace mejores. Para mostrarlo ahonda en toda clase de razones a lo largo de más de quinientas páginas.

Manguel es, además, un autor que siempre ha tenido muy claro lo que significa el moderado ejercicio de la fascinación, núcleo primigenio de la propaganda moderna. Leyendo sus páginas, cargadas de buenas intenciones, uno no tiene más remedio que rendirse hacia aquello que nos promete: si leen serán mejores porque, además, leer nos cambia, y eso siempre es bueno. Decir esto, así, al desnudo, puede ser motivo de disputa, de discusión, es cuestionable a simple vista porque no deja de ser una afirmación que suena bien pero que la realidad nos demuestra de continuo que no es así, pero desplegarlo a lo largo de más de 500 páginas enmascara hasta el límite de lo permitido la falta de argumentos en que se sustenta.

No hace falta remitirse al tópico de la cultura de los nazis, gentes que leían con cierto buen gusto, que eran expertos gustadores de música, para darse cuenta de que esa sorpresa ante ese alto nivel cultural no deja de ser una obviedad: si Alemania era una de las naciones más cultivadas a principios de los años treinta, ¿iba a dejar de serlo después de la subida de Hitler al poder? ¿por qué ocultar el hecho de las elites alemanas, no digamos nada de los técnicos, ingenieros, químicos, eran en gran medida  la avanzadilla del mundo en aquel momento? Y sin embargo parecería que a nuestro imaginario le conviene conformarse con mirar hacia otro lado, esa alianza que parece contra natura entre barbarie y cultura, para alborozarse ante el ideal ilustrado de que luces, educación y, en consecuencia, el estado cultivado, es lo que distingue al hombre civilizado del salvaje.

Ese ideal ilustrado, nuestra escogida Arcadia moral desde hace más de doscientos años, es el trampolín con que Manguel ha ideado la construcción de su particular universo fascinante de la lectura, hasta llegar a decir que ésta es subversiva, porque, como descubrió Alicia, en el fondo la lectura nos ayuda a descubrir la coherencia en medio del caos. Cierto. Tan cierto que tampoco hay que ser una persona particularmente dotado para los estados sutiles para saber que cualquier ulema o rabino o sacerdote estaría de acuerdo con tamaña afirmación. Bastaría con quitar el referente en que se mide esa coherencia: sí, la Biblia y el Corán dan coherencia al mundo, por eso son creaciones de Dios, en el fondo, la recreación del mito de la luz avanzando sobre las tinieblas, etc., etc. Y no les falta razón. Entonces, ¿qué es lo que hace, lo que distingue, además, que ese particular modo de justificar la lectura, y que es tan distinto del de los ulemas, rabinos, sacerdotes, fascine tanto hasta el punto de constituir a cada uno de los libros que publica en best sellers?

Se me ocurren varias respuestas, porque hay que tener en cuenta que estos libros forman parte de un estado de ánimo. Son libros de clara psicología positiva, poca veta nihilista se encuentra aquí, y, además, ofrecen una batería de autores, títulos de obras y citas que construyen el entramado perfecto para que el lector medio, el que compra libros basándose en un cierto nivel cultural, aquel que pergeña lo que se llamó desde hace ochenta años el midcult, quede prendado. La batería de nombres aludidos impresiona: Homero, Dante, Chesterton, Cortázar, Lewis Carroll, siempre Lewis Carroll porque Manguel parece haber encontrado en Alicia una metáfora que ni pintada para explicar en qué consiste la lectura y las ventaja que para nosotros lleva aparejada tal metáfora, y desde luego Jorge Luis Borges, siempre y en todo momento Jorge Luis Borges, porque el escritor argentino se ha convertido hace tiempo en un símbolo, no me gusta poner icono, de la intertextualidad y del posmodernismo literario y pasto de cursos universitarios sobre literatura, sobre todo anglosajones. Acabar proponiendo que toda lectura verdadera es subversiva es, en el fondo, no decir nada porque no hay nada que demostrar, de tal manera que terminamos pensando que el libro no deja de alcanzar, a veces, cierta apoteosis de  obviedades. Todo ello, eso sí, trufado de centenares de citas, alusiones personales y ganas de hacernos creer que siempre podemos ser mejores, es decir, más libres. ¿Cómo? Lo habrán adivinado: leyendo.

Tanta buena intención resulta un poco indigesta porque está trufada de demasiado edulcorante intelectual. Sin embargo hay un pasaje en el libro que tiene cierta relevancia. Alberto Manguel llega a conmovernos cuando, en abierta disputa con Mario Vargas Llosa, que justificó hace tiempo la razón de porqué no debía juzgarse a los militares argentinos de la dictadura habida entre 1973 y 1983 –según él había tantos implicados que juzgar a los militares hubiese sido un acto de partidismo–, reivindica ese derecho. Y digo que las páginas que dedica a ello son conmovedoras porque en ellas se implica moralmente llegando a decir que fue un cobarde al irse de su país. No voy a negar la valía intelectual del profesor Manguel, pero este tipo de best-sellers propios de la midcult tienen el peligro de arrumbar la seriedad intelectual al terreno de la alta cultura, que es como enterrarla. Si Manguel hubiese recurrido a la frase de Walter Benjamin  de que a todo documento de cultura le corresponde un documento de barbarie no sólo nos hubiese hecho un flaco favor a todos, es decir, no nos hubiese dejado opción a construir falsas arcadias en imaginarios fantasmagóricos. Vale decir, hubiésemos entendido, y ahondado más en la realidad y a lo mejor, de esa forma, nuestra conformación mental  hubiese llegado  a comprender que Virgilio y la represión de Augusto se complementan, que William Blake saludó un mundo nuevo que pocos decenios después arrasaba países enteros mientras ofrecía inventos como la luz eléctrica, el cine, el fonógrafo… A lo mejor, también, hubiésemos entendido la metáfora terrible de J. G. Ballard en El imperio del Sol cuando se percibe la luz cegadora de la bomba de Hiroshima dando así por acabada la salvaje represión japonesa en Asia. El Sueño del Rey Rojo es un libro con muchas virtudes, enseña literatura, por ejemplo, de una u otra manera, pero está construido con materiales dudosos de nuestra época: la fascinación a toda costa, la levedad por encima de todo. En el fondo es autocompasivo. A algunos les dará asistencia pero no existencia. Y eso en la cultura es terrible.

1 Comment
  1. Ridwan says

    Salve, Nepf4! Bom, seu resumo je1 diz tudo. Falamos tambe9m de como, enunqato o relf3gio do tempo entre consumo e experieancia de consumo diminui, he1 uma expectativa tambe9m para a redue7e3o do espae7o’ (fedsico, geogre1fico) entre uma coisa e outra. Um exemplo seria o de tentarmos comprar produtos em lojas estrangeiras como a Amazon e ne3o conseguirmos nos livrar dos impostos, das coisas que acabam tendo problema na entrega etc etc. Falamos ainda da escola, que precisa preparar os jovens para a nova realidade ou estar preparada para a nova realidade dos jovens, o que acho que ate9 reflete melhor a necessidade! Assim como as empresas ‘2.0 (tambe9m comentamos o perigo do uso deste termo e o que ele pode representar), a escola ‘2.0 teria professores que, minimamente, estimulam os alunos a trazer conhecimento e informae7e3o para a sala de aula, encarando isso como um fato normal e deseje1vel, e ne3o como uma ameae7a. E professores que, por outro lado, tambe9m ne3o se3o exclueddos digitais, mas pessoas com oportunidade de se antenar, de se abrir e de entender a nova lf3gica. Depois pensei que a escola je1 teve ve1rias versf5es, da palmatf3ria ao castigo de frente para a parede, da exigeancia de se referir ao professor de forma absolutamente formal a chame1-lo de tio’ enfim, ela deve estar na verse3o 5.0 talvez, mas nem por isso evoluedda o suficiente para fazer frente e0 Web 2.0 Abrae7os pra turma!

Leave A Reply