‘Mi amor en vano’, una meditación

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Cubierta de la nueva novela de Soledad Puértolas.

Hay sucesos en la vida de una persona que la obligan a tomar determinaciones tajantes. El caso del protagonista de la última novela de Soledad Puértolas es paradigmático: un hombre joven sobrevive a un accidente de tráfico tan grave que le empuja a plantearse vivir de otra manera, cambiar hasta de barrio distanciándose de familia y amigos.

¿Es éste un planteamiento exagerado para una novela o para una vida real? Da la impresión de que su autora haya pasado por una experiencia, no necesariamente parecida, pero sí profunda, radical. Al fin y al cabo, un novelista puede permitirse el lujo de inventar un destino y una realidad completamente distintos para su personaje. Jugar con algo parecido para sí mismo. Sólo es un juego.

En Mi amor en vano (Anagrama, 2012), Puértolas cuenta la peripecia cotidiana de un hombre que lucha por seguir adelante, soportando rehabilitación y sufrimiento, soledad y desánimo, al tiempo que dirige una mirada atenta a su alrededor, a sus nuevos vecinos, y asiste cada vez de forma más activa, a las historias de sus nuevos amigos. Primero, como si fuera un espectador; más tarde, se va implicando en ellas. De esa forma descubre lo que antes del accidente pasaba por su lado sin apercibirse de ello: que las heridas, las frustraciones, el dolor y los anhelos nos acompañan a todos en algún momento de la vida.

Ernest Hemingway hablaba de que lo que el lector lee en una novela supone sólo la punta de un iceberg de la historia que cuenta en realidad su autor. Compete a ese lector dar con el resto del iceberg, toda esa masa que permanece hundida, empeñada en no ser vista. Es el lector quien debe trazar el perfil de la parte sumergida, la que no se ve, que, como sabemos desde la escuela, es la mayor parte. Es muy sugerente esta idea que sólo vale, claro está, para los autores más interesantes. Creo que Puértolas cabe dentro de ese club.

Indaga la autora en las soledades y tristezas, desesperanzas y anhelos, desánimos por fracasos repetidos, despertares e ilusiones que anidan en el alma de los personajes, de formas distintas pero con idéntica esencia. De modo paralelo a la imagen del iceberg, a la escritora le interesa recordar cómo la realidad es más rica cuando se observa con cuidado, con atención, y cómo ese estado de percepción suele concederlo alguna forma de sufrimiento. El dolor sirve para tomar conciencia de la vida propia, de la realidad, como en un profundo ejercicio de meditación zen.

La antagonista del joven Esteban –que así se llama el personaje- es Teresa, una mujer fuerte, despojada de prejuicios y aparentemente imbatible. Quizás su alter ego ideal. Esteban cree encontrar la fuerza con Teresa pero sabe que tendrá que estar a su nivel, y la exigencia es alta. Como al crecer, el ser humano sufre cuando aprende; especialmente, cuando aprende que está solo.

Otro personaje es Dayana, artista venida a menos, en parte por las malas compañías masculinas. Ella consigue que el doliente Esteban le confíe sus penas. Puértolas pone en su boca lo que parecen claves de la novela. Frases, actitudes que apuntan al lector, a sus propias expectativas no confesadas. “Durante mucho tiempo yo vivía a la espera de un acontecimiento extraordinario, como si creyera que el mundo estaba en deuda conmigo… Incluso cuando leía el periódico, buscaba también esa noticia, la noticia de lo extraordinario. Parece absurdo, ¿cómo iba a enterarme por el periódico de que me había sucedido algo extraordinario?”.

Si la condición humana ya obliga a duras experiencias también permite que anide en el alma algo de esperanza, por muy absurda que parezca. Soledad Puértolas lleva muchas novelas hurgando delicadamente en los sentimientos y en los estados de ánimo sin dictar patrones de salvamento, sino más bien, sugiriendo vías de apreciación de la realidad. La objetiva –si es que tal cosa existe- y la que anida en  los corazones de cada cual.

Por lo demás, la autora conoce bien la lengua en la que escribe lo que hace la lectura fluida y grata.

2 Comments
  1. Liu -MJFS says

    Puértola es más aburrida que 17 días seguidos de lluvia en agosto

  2. Eduardo Blanch says

    Esta su última novela me ha parecido una auténtica maravilla por lo sutil y delicada que es al profundizar en la desdicha de la vida humana. Enhorabuena

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