Paseo en guagua por La Habana

3

La Habana es una ciudad que cada vez que vuelves a ella parece que nunca te has ido, porque el tiempo, que guarda el aroma del petróleo, el salitre y la humedad, se ha detenido entre su malecón y los edificios destartalados y bulliciosos de La Habana Vieja, Centro Habana o El Cerro. Las voces de los niños, las músicas alegres de los paladares para turistas y las descargas espontáneas en las calles parece que sean las mismas. Solo cambian las esperanzas, los sueños y las derrotas. Siempre distintas, siempre las mismas. La Habana es una cebolla. Porque tiene varias capas. Y porque es tan triste como las nanas de la cebolla de Miguel Hernández, a pesar de las apariencias.

Precisamente sus apariencias, y solo eso, es lo que nos han contado los siete directores que han compuesto el largometraje 7 días en La Habana con sus respectivas historias cortas, una por cada día de la semana, enlazadas mediante subtramas y personajes por el guión de Leonardo Padura. Y nada tenemos que objetar si la intención era mostrar lo evidente. Aunque pensemos que ha sido una oportunidad perdida para profundizar un poco más en la realidad social, política y sentimental de esa ciudad mítica y contradictoria, espejo de sueños perdidos o por llegar.

Tan solo se han acercado a su esencia, y por la parte más políticamente correcta, las piezas del español Julio Médem, el palestino Elia Suleiman y el cubano Juan Carlos Tabío. El primero, con su historia de la joven cantante que se debate entre triunfar en España o su amor por el pelotero fracasado. El segundo, con una historia simbólica y formalmente atrevida basada en una entrevista de él mismo con Fidel, que se demora porque está dando un discurso. Y el tercero, con la de una pareja de cubanos maduros con sólidas profesiones que han de hacer un pastel para seguir ganándose la vida (inventando).

El portorriqueño Benicio del Toro se inicia en la dirección con el tópico del joven turista (yuma) que descubre las ambigüedades de la ciudad desde la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños. El argentino Pablo Trapero (Elefante Blanco) dirige a Emir Kusturica interpretándose a sí mismo al ir a recoger un coral al Festival de Cine de La Habana. El franco-argentino Gaspar Noé se acerca a los ritos y exorcismos africanos de la santería. Y el francés Laurent Cantet nos cuenta la devoción a la virgen de la Caridad del Cobre a través de un grupo de vecinos que le construye solidariamente un altar casero.

La película cuenta con las interpretaciones de los siempre solventes actores cubanos Mirta Ibarra, Vladimir Cruz y Jorge Perugorría, además del germano-español Daniel Brühl. Pero, aparte de entretenernos un rato y hacernos recordar o descubrir algunos de los tópicos de la capital de Cuba, no hay nada más bajo los fotogramas de esta coproducción hispano francesa. El cogollo de la cebolla sigue velado. Y así podremos seguir pensando desde nuestro sofá mullido: qué bien se vive en Cuba y qué alegres son los cubanos.

3 Comments
  1. celine says

    Qué difícil es llegar al corazón, Pascual, sea de cebolla o humano. Cuba se presta mucho a la exhibición plástica y menos a la incursión del entresijo. Gracias por advertirlo.

  2. hook says

    Lo mejor de la peli es el cartel

Leave A Reply