Aventuras y desventuras del almirante ‘Mediohombre’

El Museo Naval acoge hasta enero de 2014 la exposición de la vida y obra de un héroe de la historia de la marina española, el almirante Blas de Lezo, del que se desconoce mucho en su propia patria. Fue un marino guipuzcoano, de Pasajes, que tuvo claro su destino desde los doce años, cuando se enroló como guardiamarina al servicio del conde de Toulouse. A los quince, pierde una pierna en Vélez Málaga, durante la guerra de Sucesión. A los 17, pierde un ojo en la batalla de Tolón. A los 21, apresa, con una fragata, 11 navíos británicos, entre ellos, el Stanhope, que le triplicaban las fuerzas. A los 25, pierde un brazo en el asedio de Barcelona. Así consiguió el apodo de Mediohombre, que le hizo célebre. El almirante no se perdía la primera fila de todas las batallas. Los piratas de los mares del sur huían despavoridos cuando se enteraban de que se les acercaba Blas de Lezo y sus hombres.

Los ingleses, sin embargo, lo conocen bien ya que sus fuerzas navales lo encontraron enfrente en varias ocasiones, todas ellas en mayor número los británicos, y en todas ellas acabaron vencidos.

La más sonada fue la derrota del almirante inglés, Edward Vernon que se disponía a adueñarse de las colonias españolas en América, por orden de su rey, al tomar Cartagena de Indias. La llamada guerra de la Oreja de Jenkins. Tan seguro estaba de que lo haría que envió una carta al rey Jorge II anticipando su victoria, a lo que el rey inglés reaccionó mandando acuñar monedas y placas conmemorativas.

Menudo chasco cuando el almirante Vernon vio hundirse la mayor parte de sus 186 barcos y morir a muchos de sus casi 30.000 hombres a manos de Blas de Lezo que sólo contaba con seis navíos y 3.000 hombres. A pesar de su engaño y la humillación, el almirante inglés fue recibido con honores a su vuelta a Gran Bretaña, mandando Jorge II que el nombre de Lezo fuera borrado para siempre de la historia británica hasta hoy, como se comprueba en ese video. 

No fue tan generoso con el español, su rey –el infausto Felipe V- que lo ninguneó de mala manera. Ni siquiera se sabe dónde fue enterrado, ese mismo año de la batalla, 1741, en el que murió de peste en la bella ciudad colombiana. Sólo hace unos pocos años, en 2009, se ha cumplido el deseo del almirante antes de morir, de que se colocara una modesta placa conmemorativa de la derrota británica.

Se dice que los responsables del Royal Navy Museum se han negado a ceder el retrato del almirante Vernon para la exposición de Madrid, cuando el museo naval español lo solicitó. Es lo que puede ocurrir cuando se arrastra una mentira enojosa en el relato histórico y se teme quedar en ridículo al saberse la verdad. Digo yo que podría tratarse de eso.

En todo caso, que la propaganda británica silencie la hazaña de Blas de Lezo puede entenderse, aunque esté muy feo. Ahora bien, que se le desconozca por sus propios compatriotas es más mezquino aún si cabe. Sobre todo porque el comportamiento del horrible Felipe con su mejor soldado fue miserable y ruin.

Me llamó la atención, en un detenido viaje a Filipinas, que no se mencionara, ni para bien ni para mal, que el fuerte defensivo de Intramuros –la ciudad vieja y española de Manila- fuera de construcción española. Lo achaqué al hecho de que Estados Unidos se cuidó de hacer desaparecer todo rastro español cuando la guerra de 1898, incluso el idioma, que los filipinos hablaban, aparte del tagalo.

Creo que a este tipo de actos ayuda el desdén con que los españoles nos tomamos nuestra propia historia y el desprecio que concedemos a personajes valiosos, simplemente por desconocimiento. No se pierdan esta exposición y no me vengan con excusas pacifistas, que no va de eso.