¿Medicina alternativa? Susto o muerte

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DALLASBUYERSCLUB_CEl sida ha matado a muchos y ha hecho ricos a unos cuantos. Esta enfermedad de fin de siglo, que cuando apareció se achacaba -¿interesadamente?- a una maldición como si fuera la peste mandada por Dios para castigarnos por ser felices, ha dejado muchos cadáveres por el camino hasta que se ha podido controlar, y hoy día ser seropositivo no equivale a llevar un estigma o una fecha de caducidad. En el mundo desarrollado, claro. Porque no nos olvidemos que en los países pobres la gente se sigue muriendo porque no pueden pagar los medicamentos y ciertos laboratorios luchan con todas su influencia para evitar la pérdida de patentes. Es decir, que aún se sigue negociando con la muerte.

Viene esta introducción porque Dallas Buyers Club nos cuenta en tres planos narrativos distintos la lucha contra el sida de un tejano bravucón en los años ochenta. La lucha contra sí mismo para quitarse el miedo y los prejuicios. La lucha por la vida para engañar a la enfermedad por encima de todo. Y la lucha contra la FDA (Agencia de Alimentos y Medicamentos de EE.UU., por sus siglas en inglés)  para que le deje medicarse con los potingues que él quiere y no con el famoso antirretroviral AZT que se prescribía entonces, quizá por las presiones del laboratorio fabricante. ¿Les suena esto último?

A lo que vamos. Dallas Buyers Club, una película entre biografía –está basada en hechos reales-, documental y policíaca, tiene varias tramas, como acabamos de decir, y la más interesante es la personal. El retrato sin ambages del devastador proceso de aceptación de una enfermedad maldita, desconocida y mortal por un macho prototípico, aficionado a la cerveza, las drogas, las mujeres y el rodeo, que tiene alergia a los maricas y que sólo ha oído hablar del sida porque es de lo que se murió de Rock Hudson, que era maricón. Tiene 30 días para ordenar su muerte. Pero se niega a aceptarlo. Luchará con todas sus fuerzas por conseguir medicamentos, viajará a México a por más. Y terminará vendiendo medicinas alternativas -¿les suena el nombre?- a otros enfermos como él para que puedan vivir más tiempo.

En la parte intimista reconocemos la mejor faceta del gran director canadiense que es Jean-Marc Vallée, realizador de películas tan interesantes como C.R.A.Z.Y. o Café de Flore, que ya comentamos aquí hace un tiempo , al trabar un emocionante y desolador relato del derrumbe y resurrección de un hombre ante una enfermedad terminal. Cuando su mundo y la seguridad que le proporcionaba desaparecen bajo sus pies y ha de buscar otros apoyos para seguir viviendo. En este caso, precisamente, a una médico con principios y a un travesti que quiere convertirse en transexual.

Es aquí donde están concentradas todas las virtudes de la película: coraje, sinceridad, emoción, distancia, violencia, tristeza, lucha… En la parte social, en la de la trama del enfrentamiento del protagonista con el statu quo y la venta de medicamentos, el Club de Compradores que da título al filme, el relato se diluye y pierde fuelle, adquiriendo hacia el final tintes de melodrama televisivo.

Evidentemente una parte fundamental es la interpretación de sus actores, dos de los cuales se llevaron sendos Oscars por su trabajo, Matthew McConaughey (el protagonista) y Jared Leto (el travesti), aunque Jennifer Garner (médico) esté a su altura sin duda. Aquí queremos puntualizar algo. Al contrario que los miembros de la Academia de Hollywood , no creemos que estos actores hayan hecho un trabajo mejor que el de muchos otros nominados y algunos que ni lo fueron. Nos vienen a la cabeza Bruce Dern, Christian Bale  o Joaquin Phoenix. Consideramos que el premio fue un tributo a la corrección política por el mensaje que lanza la película y al esfuerzo físico desmedido que hizo McConaughey perdiendo varios kilos. Sinceramente, se hace difícil juzgar el trabajo de éste último con objetividad, porque su sola presencia ante la cámara con tan extrema delgadez convierte a su personaje en excelente, aunque además se atisbe detrás de su esqueleto, o del maquillaje de Leto, un esfuerzo notable por trasmitir los sentimientos de sus personajes.

A nosotros Dallas Buyers Club en general nos ha gustado, aunque hacia la parte final entre en una espiral repetitiva, sentimental y épica al estilo de experimentos similares y famosos, alguno con música de Springsteen.

3 Comments
  1. inteligibilidad says

    La he visto esta semana y suscribiría la crítica palabra por palabra 🙂

  2. hookanibal says

    How to survive a plague – David France, 2012 -; Contagion – Steven Soderbergh, 2011. Todas cuentan la estupidez, incompetencia y avaricia de las instituciones sanitarias, algo con lo que estamos familiarizados.
    Un redneck enfrentado al sistema, la eficacia narrativa de David contra Goliat, muy explotada en el cine.

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