El Museo Thyssen acoge, desde hoy, 9 de junio, una muestra de Zurbarán que pasa por ser la gran exposición del verano en Madrid. Zurbarán: una nueva mirada, estará con nosotros hasta septiembre, y es una de las tres grandes retrospectivas que sobre el pintor se ha hecho recientemente en España: la que le dedicó el Prado en 1988 y otra diez años más tarde en Sevilla con motivo del IV Centenario del nacimiento del mismo. Sin embargo, lo que diferencia esta exposición del Thyssen de las anteriores es su concepción. Se trata de actualizar la visón que hasta ahora se había tenido del pintor de religiosos. Para ello, la labor que ha realizado el Kunstpalast de Düsserdolf ha sido fundamental para el proyecto. En octubre la muestra podrá contemplarse en la ciudad alemana con algunas diferencias poco importantes respecto a la madrileña.
Uno de los grandes problemas con el que los historiadores del arte se topan cuando se trata de Zurbarán es el de catalogar su obra. El Museo Thyssen muestra 63 obras del pintor en las que se ha comprobado con minucia su autenticidad, cosa nada fácil pues aparecen de continuo obras de Zurbarán, desde una farmacia en Sevilla hasta una iglesia de Normandía. La comisaria de la muestra, Odile Delenda, es una especialista mundial en la obra del pintor y ha desechado más de 300 zurbaranes atribuidos a él en los últimos años. Pero la cosa no deja de deparar sorpresas: así, en la exposición del Thyssen se muestra un San Antonio de Padua, descubierto en la iglesia de Saint Romain de Eterham, a pocos kilómetros de donde se produjo una de las grandes batallas del desembarco de Normandía. El cuadro estaba en un estado de conservación lamentable pero se pensó que podía pertenecer a Zurbarán y que podía haber sido adquirido en su momento por Julian Williams, vicecónsul de Inglaterra y que, años más tarde, pudo haber llegado a la iglesia normanda por donación del conde de Houdetot.
En la muestra del Thyssen este cuadro de reciente atribución no está solo: la Huida a Egipto, del Seattle Art Museum; San Francisco rezando en una gruta, del San Diego Museum of Art; Cristo crucificado con San Juan, la Magdalena y la Virgen, perteneciente a la colección de Ivor Braka, son algunos de los lienzos que lucen el marchamo de autenticidad que como una diosa otorga Delenda, que en el año 2000 presentó el catálogo de Zurbarán, había estudiado la obra del pintor durnate 15 años, y donde dejó 300 lienzos impolutos de los mil que pasaban por ser zurbaranes auténticos. Hay que entender, pues, la revolución que supuso este catálogo, pues 700 cuadros fueron descatalogados de inmediato. Las frustraciones, entonces, fueron moneda corriente entre muchos propietarios que se encontraron de pronto sin su Zurbarán. Había también mucho dinero en juego.
De ahí la importancia de esta muestra. Lo que no obsta para que, de continuo, sigan apareciendo zurbaranes prácticamente cada trimestre: Marc Borobia, otra de las comisarias de la muestra, sabe que el catálogo razonado tiene que ser revisado cada cierto tiempo. Borobia confiesa que recibe cada semana noticia de la aparición de un Zurbarán pero que sólo en cada uno de cien casos puede afirmarse con rotundidad que nos hemos topado con uno auténtico. Sucede con uno reciente, Aparición a la Virgen de San Pedro Nolasco, fechado en 1630, y que se realizó para el convento de la Merced Calzada de Sevilla y ahora en manos de la galería parisina Coatalem, como sucede asimismo con La Niña Virgen dormida, que posee ahora la galería Canesso. De apariciones de vírgenes está bien dotada esta muestra: hay una del Ermitage, que pasa por ser la más lograda, aunque hay otra procedente del Metropolitan que no le va a la zaga.
La última atribución que ha llevado a cabo Delenda fue en 2012, y fue un cuadro procedente del obrador del pintor en Madrid y propiedad de una colección privada suiza. Se títula Los desposorios místicos de Santa Catalina de Alejandría, fechado en 1662, y cierra esta magnífica muestra, en la que, como es costumbre hoy día, se tiende a primar la labor de taller sobre la individual, rasgo muy realista y acorde con el presente, donde el aire de empresa resta importacia al desvarío de la individualidad, a su imperialismo.
De ahí pintores que colaboraron con Zurbarán en su taller y que están presentes en la muestra: Juan Luís Zambrano, Francisco y Miguel Polanco, Ignacio de Ries, el llamado maestro de Besançon y Bernabé de Ayala, o Juan de Zurbarán, hijo del pintor, que fue un magnífico hacedor de bodegones, que se confrontan en esta exposición con algunos cuadros de su padre, de marcada excelencia: así, Peras en cuenco de porcelana, del Art Institute of Chicago, se enfrenta nada menos que al enorme Agnus Dei o el inquietante Carnero con las patas atadas.
En fin, una exposición que pretende dotar a Zurbarán de una nueva manera de valorarlo. Se trata de alejarlo de la tópica impresión de ser un pintor de monjes, que lo fue, pero no sólo, al igual que Murillo pintó niños, vírgenes y muchos pájaros, pero no sólo. Gran amigo de Velázquez, Zurbarán influyó en pintores como Murillo, y no al revés, como hasta ahora se pensaba. Para Delenda, la modernidad de Zurbarán radica en la importancia que concede a la minucia del detalle sobre el conjunto de la composición. Para resaltar esto los responsables de la muestra no dudan en recomendar como ejemplo el San Serapio, obra de juventud. A destacar la presencia de coleccionista españoles, como Villar Mir, Arango o Masaveu, que adquirieron sus zurbaranes muchas veces fuera de España. Una enorme muestra de uno de nuestros grandes. Un regalo.
Si mi primer encuentro con Zurbaran, a los 14 años,en el Prado ( hoy no toca lo del tranvía) no me llevo en mis charlas de taller de ferros nobles, mas allá del pintor del perfeccionismo en los pliegues de las telas de sus monjes, con esta crónica me lleva a saber como en mi memoria muy interior, reconozco su paralelismo con el maestro Caravaggio…esto me muestra y demuestra como los clásicos siempre son fuente de reflexion y descubrimiento; por ejemplo al redactar esta nota me viene a la memoria la gran carga sensual erótica de las PURÍSIMAS DE MURILLO…en aquel contexto histórico donde las mujeres iban con el cabello cubierto, las matas de pelo de esas Purísimas, debían de poner a mas de uno…vamos digo yo