J. M. Cameron: desenfocar para mirar más hondo

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J. M. Cameron: Julia Jackson, 1867/ Victoria and Albert Museum - Fundación Mapfre

La Fundación Mapfre ha inaugurado este 17 de marzo, en su sede madrileña de Bárbara de Braganza, una exposición de la fotógrafa Julia Margaret Cameron (1815-1879) que durará hasta el 10 de mayo y en la que pueden contemplarse 100 ejemplos de una manera de mirar que le han valido un lugar en la historia de la fotografía, a pesar de que la crítica de su tiempo achacaba a su falta de pericia y de cuidado el que las fotografías parecieran desenfocadas, como distorsionando la realidad. Cameron no casaba con la moral y costumbres victorianas de su tiempo.

Para la comisaria de la exposición, Marta Weiss, conservadora jefe de fotografía del Victoria and Albert Museum, de donde procede esta muestra, “se trata de uno de los nombres más innovadores e importantes de la fotografía del siglo XIX” que tuvo que hacer frente a una sociedad machista que la tildó de novata y torpe cuando, en realidad, se trata de un alma de artista capaz de ver lo extraordinario donde otros no ven más que rutina repetitiva, como demuestra en sus retratos rompedores.

Fue amiga de Alfred Tennyson, el poeta, al que había conocido en Calcuta, lugar de nacimiento de la fotógrafa y de Charles Darwin, quien la eligió para que hiciera las fotografías de sus trabajos. Claro que era una  mujer de recursos –como diría, años más tarde, su sobrina nieta Virginia Woolf, poseía una habitación propia y 500 libras al año-, cómo si no hubiera podido llegar a reunir en su casa, Dimbola Lodge, a modo de salón de intelectuales, a personas como el mencionado Tennyson, Thomas Carlyle, el pintor G. F.Watts, el matemático John Herschel y otras celebridades del momento, en lo que se llamó el Círculo de Freshwater, localidad pesquera de la isla de Wight, donde pasó todo el tiempo de su dedicación a la fotografía. Seguramente, una de las regiones más encantadoras de Inglaterra.

Su vida es un cúmulo de anécdotas convertidas en pasos decisivos, como el de su propia vocación artística. Fue su hija quien le regaló una cámara fotográfica para que llenara el vacío de sus horas en la costa, cuando Cameron rozaba la cincuentena. Así que no se trata de una artista precoz, si bien el sentimiento del arte lo llevaba inscrito en su alma desde que tuvo uso de razón.

Además, Julia Margaret había encontrado un buen profesor de fotografía en el matemático, escritor y fotógrafo Lewis Carroll y había practicado sus avances fotográficos retratando a la niña Alice Liddell, inspiradora de la gran Alice in Wonderland, modestamente, mi libro iniciático a la lectura.

Esta exposición es una oportunidad de oro para contemplar otra realidad del siglo XIX británico y para recordar la vida y obra de una artista a la que se llegó a negar su valía por unos críticos y una sociedad que se movían de manera automática bajo el peso de las convenciones machistas cargadas de prejuicios y más dispuestas a negar que a admitir puntos de vista tan distantes como los que proponía Julia Margaret Cameron.

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