LITERATURA / Fernando Vallejo acaba de publicar su último libro, 'Las bolas de Cavendish', donde pone en solfa a Newton y a Einstein

Zapatero a tus zapatos

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El escritor colombiano naturalizado mexicano Fernando Vallejo
El escritor colombiano naturalizado mexicano Fernando Vallejo, en una imagen tomada en mayo de 2008. / Maritza Sánchez (Wikipedia)

Sabida es la fama que de provocador tiene Fernando Vallejo, el escritor colombiano autor de espléndidas novelas como La virgen de los sicarios y que debido a esa vocación por ser el Michel Houellebecq de las letras hispanas ha incurrido en algunos berrinches que se dirían de chico maleducado, carentes de gracia, algo que le sobra al escritor francés, que provoca dando siempre puntada con hilo, y además del fino. Me temo que en el caso del colombiano la cosa ni se le parece, y menos en las consecuencias de las provocaciones, que en este caso se quedan en naderías.

Conocí a Fernando Vallejo en una comida de promoción que dio Juan Cruz a raíz de la publicación de su primera obra en España. En la mesa no se cuidó lo más mínimo, antes al contrario, de meterse con García Márquez, a quien calificaba de cursi una y otra vez, de ser escritor tramposo y utilizar un lenguaje propio de las telenovelas, con recursos a lo más bajo del sentimentalismo latino, lo que es mucho decir. Desde luego él, con su lenguaje duro, realista, de clara moral impoluta, moral de artista, se entiende, se semeja más a Louis Ferdinand Céline --acabáramos, fustigador nato--, que a toda esa ralea de escritores de su país que pasan por los problemas con actitud huidiza de avestruz. Él, en cambio, ¡de que manera ha afrontado la cuestión del narcotráfico! Y ello por no hablar de la defensa de los animales, que prefiere evidentemente a los hombres (como si los humanos no fuésemos animales), en clara guerra con la actitud generalizada de las gentes de su país, de los latinos en general y, por extensión, de los españoles, brutos que somos y gente de mala ralea, pues de paso embrutecimos a todo un continente, convirtiéndolos en tercermundistas.

Alguno hubo en aquella comida a quien sentó de pena ese tipo de provocaciones, creo recordar que a Pedro Sorela, que además ha nacido en Colombia, para más inri, pero en general la docena de personas que caracoleábamos por allí nos percatamos que nos las teníamos que ver, de nuevo, con el viejo afán provocador de quien se quiere promocionar a toda costa, nos pasó con el primer Lobo Antunes, y lo primero que hace es arremeter contra la vaca sagrada de su país. No falla.

Vallejo acaba de sacar a la luz, Las bolas de Cavendish, lo ha publicado Alfaguara, casa editora de su obra desde La virgen de los sicarios, un ensayo sobre ciencia donde el escritor colombiano pone a caldo a Galileo, Newton, Einstein y demás, un ensayo que pretende desenmascarar la ciencia mediante el truco de recurrir a la arena movediza del lenguaje, sin caer en la cuenta que él hace lo mismo. Para William Ospina, otro muy buen escritor colombiano, que hizo una reseña elogiosa del libro en El espectador este mes de mayo, se trata de una magnífica broma, de tal manera quiere así adelantarse a los que se indignen, advirtiéndoles que carecen del sentido del humor adecuado.

Yo, que poseo tanto sentido del humor que me he leído más de una vez Finnegan's Wake, la gran broma de la literatura hasta el punto de ser terriblemente seria, otra obra sería Los viajes de Gulliver, ésta más comprensible, opino que Las bolas de Cavendish es libro tonto, porque el autor se mete en terreno que desconoce, eso sí, con enorme sentido del humor, para poner en solfa los fundamentos de nuestra realidad a través del lenguaje, y lo hace recurriendo a teorías científicas más en boga ahora, como la teoría del caos, con la que está de acuerdo aunque se fundamente en la misma ignorancia científica con la que critica la teoría einsteniana. Simplemente le viene al pelo.

Fernando Vallejo
Portada de 'Las bolas de Cavendish', el último libro de Fernando Vallejo. / Alfaguara

Pero es cierto: el libro tiene cosas divertidas. Así, cita de continuo obras de Galileo y Newton en latín e italiano, lo que no deja de ser gracioso por lo que revela: a mí me hace gracia porque tengo esas obras en ediciones bilingües, como él, y queda estupendo esa recurrencia pedantesca, aunque hay que reconocer que gracias a ello caemos en la cuenta de que tanto Newton como Galileo eran magníficos estilistas. Se lo agradecemos al señor don Efe Ve Ere narrador del libro y que se corresponde con las iniciales de Fernando Vallejo Redón, autor del libro. Suponemos que son la misma persona.

Para Ospina, el blanco del libro son los profesores que repiten como loros verdades que no lo son, porque viven del prestigio de su autoridad, y según Ospina, Vallejo es enemigo declarado de la autoridad, se llame Dios, el Papa, el policía o el pistolero, algo que me parece bien, pero creo que para criticar la fórmula E=MC2, hace falta saber algo de física desde la física misma, porque de otra forma se produce el mismo fenómeno que el criticar a un médico por tratar el cáncer sin saber nada de medicina o biología, por el simple hecho de que Galeno no tenía idea de lo que era la circulación de la sangre, o poner en entredicho las matemáticas sin aportar una sola fórmula porque, nos tememos, se le ha olvidado hasta el álgebra que aprendió en la niñez.

El libro de Vallejo es pura retórica hueca porque no cumple con el requisito, casi de sentido común, con que Wittgenstein acaba su Tractatus Logico Philosophicus, y lo haré al modo de Vallejo, citándolo en alemán porque tengo edición bilingüe del libro: “Wovon man nicht sprehen kann, darüber muss man schweigen”. De lo que no se puede hablar, mejor es callarse.

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