El otoño madrileño se abre con una exposición de su obra en la galería Guillermo de Osma

Mallo, la bruja buena de las vanguardias

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'La verbena', de Maruja Mallo
'La verbena', obra de Maruja Mallo que forma parte de la colección permanente del Museo Reina Sofía en Madrid./ museoreinasofia.es

El 14 de septiembre, en la madrileña galería Guillermo de Osma, tendremos la oportunidad, una vez más, de acercarnos a la obra de la que quizá sea la pintora española más importante del siglo XX, Maruja Mallo. Mujer de personalidad arrolladora y a la que muchos conocimos en la década de los ochenta, encantados por poder departir con aquella legendaria figura de la generación del 27, que nos regalaba, además, lo más granado del espíritu de las vanguardias. Sólo había que mirar su figura, aquella mujer menuda vestida como una hippie sin serlo, con una melena desmelenada muy bien compuesta, un maquillaje casi japonés y unos ojos envueltos en unos trazos de lápiz negro que le daban un aspecto a medio camino entre un Maitreya complaciente y un aire de Barbara Hutton arruinada, eso sí.

Maruja Mallo, "la bruja buena", en la afortunada definición de Ramón Gómez de la Serna, que se entrenaba todos los días en esas buenas disquisiciones practicando sin atisbo de final las greguerías; Maruja Mallo, la mujer que desde su primera exposición en París, en la galería Pierre Loeb, encandiló al Papa del surrealismo, André Breton, quien le compró el cuadro Espantapájaros. Un lienzo que está considerado uno de las grandes muestras del movimiento surreal, aunque en esto no debemos olvidar que era Breton quien imponía el canon, estamos en 1932, y que le presentó a Picasso, Miró, Jean Arp, René Magritte y a Joaquín Torres García; Maruja Mallo, la amiga de Alberto Sánchez, de Miguel Hernández, con quien mantuvo una relación amorosa y que le inspiró ciertas partes de El rayo que no cesa.

Maruja Mallo, aquella que en plena misa en el Real Monasterio de El Escorial se paseó montada en bici entre los feligreses; Maruja Mallo, aquella dama que, cuando Andy Warhol expuso en Fernando Vijande, se presentó allí para departir con el artista, que en cierta forma se dedicó a popularizar los logros de las vanguardias de los treinta en un mundo donde lo que prevalecía era ya la publicidad y el dinero: no hay más que ver las fotos recogidas en aquel encuentro. En Andy Warhol, finalmente, se percibe el sesgo tradicional que da la afición al dinero mondo y lirondo, mientras que Maruja Mallo, ya muy mayor, sigue manteniendo el hálito de la juventud, de la rebeldía de las vanguardias, una rebeldía que podía llevarte al Paraíso o al Infierno, una rebeldía donde estaba Marinetti pidiendo guerra y virilidad, pero también la Arcadia benevolente de la Bauhaus, una rebeldía que quiso dar la espalda a la realidad misma del Purgatorio y que es donde nos encontramos la mayoría de los mortales. Dante lo supo y las vanguardias lo negaron con la persistencia de la juventud. Y, desde luego, si algo era Maruja Mallo era persistente.

maruja mallo
Maruja Mallo / Wikipedia

La artista ha conocido entre nosotros exposiciones varias y variadas, profusas, y en la década de los ochenta, lejos ya de aquella muestra en octubre del 62 en la Galería Mediterráneo donde se encontró con que no la conocía casi nadie, su figura fue homenajeada como correspondía a su excelencia: se le otorgó la Medalla de Oro de Bellas Artes en 1982 y el Premio de Artes Plásticas de Madrid, amén de la Medalla de Oro de la Comunidad de Madrid y la Medalla de Galicia. En el año 92 se celebró en la galería Guillermo de Osma de Madrid, la misma que abre la exposición este mes de septiembre, una gran exposición donde se daba cuenta de su obra perteneciente a sus años americanos, menos conocida que la etapa surrealista y al año siguiente, en el Centro Gallego de Arte Contemporáneo, en Santiago, una antológica de su obra, que supuso el mejor homenaje que pudieron hacerle las instituciones de la tierra en que nació, el 5 de enero de 1902, en la lucense Viveiro y donde le sorprendió la guerra por casualidad, circunstancia que aprovechó para buscar refugio en Portugal, donde Gabriela Mistral, a la sazón embajadora de Chile en Lisboa, la dio amparo y la ayudó en su traslado a Buenos Aires.

Muchos la han estudiado, desde Jean Cassou a Juan Manuel Bonet, pasando por Fernando Huici, Calvo Serraller, Estrella de Diego, Juan Pérez de Ayala, que se centró en la serie Naturalezas muertas, Pilar Muñoz López o José Luis Ferris... constituyendo una bibliografía esencial, referente de su obra, pero aún escasa dada la categoría de esta artista que a lo largo de su vida conoció famas y olvidos rotundos, pasando por el Purgatorio del reconocimiento como clásico de las vanguardias, término que la haría reirse a carcajadas de haberlo conocido.

Ahora, la galería Guillermo de Osma vuelve a las andadas con esta muestra que expone óleos, dibujos, fotos, dibujos, y que han comisariado Guillermo de Osma y Juan Pérez de Ayala, que abre el otoño madrileño y que, deseamos, haga conocer una vez más, sobre todo a un público joven, la obra de uno de los referentes clave de la pintura española del siglo pasado, una mujer que no abdicó nunca del don de una extremada lucidez: nos lo recordó Estrella de Diego contando la anécdota de la visita de Maruja Mallo a la primera edición de ARCO en el 82. Viendo las largas colas que se formaban para entrar, preguntó: “Querida, ¿es esto afición o ganado?”

 Pues eso.

1 Comment
  1. manu pla says

    Grande Maruja Mallo y a veces tan olvidada .. nació en Viveiro .. Mallo era el apellido de su abuela paterna ..mallo es el mazó de trillar a mano ..en Galicia mallar es trillar el trigo .. o el cereal .. muy símbolico..

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