CINE El estreno de la semana

‘La piel fría’: pobre cine fantástico español

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Cartel anunciador de la película española 'La piel fría'
Cartel anunciador de la película española La piel fría, dirigida por el francés Xavier Gens.

Podría escribir este titular entre signos de exclamación, pero qué más da. El cine español sigue enfrentándose al fantástico con mucha torpeza. Y no solo por sus paupérrimos presupuestos, sino por sus pocas ideas y su mediocre puesta en escena. No es justificación no tener dinero para efectos especiales y complicados maquillajes porque lo que suele fallar, como siempre, es el guión. Solo hace falta recordar aquellos engendros que perpetraba la Fantastic Factory. Duraron solo seis años tras el total ninguneo de los espectadores.

Olvidando aquellos truños de Paul Naschy o Jess Franco y añorando a aquel Chicho de ¿Quien puede matar a un niño?, es indudable que ha habido renovadores del género, como Álex de la Iglesia (con las cachondas Acción Mutante y El día de la bestia) o Nacho Vigalondo (con Los cronocrímenes), pero en España se nos atraganta el fantástico. Con excepciones, nos cuesta hacerlo creíble, vendible, digno.

Otro ejemplo de ineptitud es La piel fría, aunque esta vez no es un realizador español el que la caga sino un francés, un tal Xavier Gens, que este año también estrena The Crucifiction, que tiene una pinta infame. La piel fría es la adaptación de una exitosa novela de Albert Sánchez Piñol que no he leído ni voy a leer, y ha contado con una muy estimable producción para el cine hecho en España (además de un rodaje en Lanzarote ideal para lograr desgravaciones fiscales).

La cosa está ambientada a principios del siglo XX. Un barco llega a una pequeña isla y un joven desembarca en ella para relevar al “oficial atmosférico” de la isla, pero el tipo ha desaparecido. En la isla solo queda un excéntrico borracho que vigila un faro, un tan Grúner. Lo que el joven no espera es que por las noches salen del mar criaturas anfibias que atacan a los que viven en la isla. El tal Grúner, por cierto, vive con una de esas criaturas que usa como mascota y sirvienta sexual.

Lo primero que no entiendes de esta película es su casting. No me entra en la cabeza que se contrate a la bella Aura Garrido para transformarla en una rana azul durante toda la película. ¿Qué sentido tiene? Para eso contrate usted a una contorsionista (como se hizo con los monos de 2001) y le saldrá una película mucho más creíble. Garrido, por cierto, ha sido noticia porque en su cuenta de Twitter ha estallado contra las revistas Esquire y Fotogramas (las dos del grupo Hearst) por un desafortunado artículo titulado Caso Weinstein: ¿Por qué nadie dijo nada?. “Culpando a la víctima, poniéndola en duda, retroalimentáis el sistema que ha tardado 30 años en conseguir represalias para Weinstein”, ha escrito la actriz con bastante valentía.

Sigamos con la peli. También lo del protagonista elegido clama al cielo. El actor televisivo David Oakes es limitadísimo. Y por su parte Ray Stevenson (el borracho follaranas) hace lo que puede con un personaje y una caracterización que apestan. El tipo, dibujado de forma tópica e insustancial, cae fatal desde que aparece en pantalla hasta el final. Un desastre de personaje.

Lo segundo que no entiendes de la película es su abuso de los efectos digitales. Es decir: su absoluta incapacidad para la sugestión, clave para hacer buen cine de género, para hacer que el espectador imagine y no se empache de efectos. Desgraciadamente, Gens opta por meter en pantalla no unos cuantos bichos, sino hordas. Por atiborrar y empachar. A veces parece que estás viendo un videojuego en vez de una película.

El guión, de un tal Jesús Olmo (28 semanas después) es un disparate absoluto. Usando una voz en off tan innecesaria como pretenciosa, la película empieza sugiriendo, en plan Señales, pero acaba a lo Guerra mundial Z. La relación entre los dos personajes masculinos es desagradable y muchas veces increíble (como ese momento en el que Grúner le deja solo al prota ante centenares de bichos).

La película se hace larga, es aburrida, previsible y tiene escenas de sonrojo (como la del niño sapo) y cuenta con con un cierre circular ridículo. Y encima con agujeros de guión imperdonables. Por ejemplo: durante una tregua (si, son hombres sapo que hacen treguas, como los indios en las pelis de vaqueros) los humanos la lían y regresan a casa tan panchos. Ni uno de los cientos de bichos los ataca por venganza. Tampoco se nos explica por qué los anfibios salen solo por la noche (si copias con descaro Soy leyenda cúrratelo) o por qué la Aura Garrido sapo no tiene problemas con la luz. Y que el protagonista descubra “por sorpresa” una caja enorme con una escopeta y munición también se la trae.

En fin, un chapapote indigesto de Pocahontas, Avatar, La cosa y Soy leyenda que da vergüenza ajena.

El Plan B:

Handia, que significa grande en euskera, es una producción admirable para lo que estamos acostumbrados a ver en España. El trabajo de sus productores es para quitarse el sombrero, porque la película parece en pantalla mucho más cara de lo que realmente es. Y la fotografía de Javier Aguirre también es impresionante.

La película se basa en hechos reales: tras ser reclutado a la fuerza en la Primera Guerra Carlista, Martín vuelve al caserío de su familia y descubre que su hermano Miguel Joaquin se ha convertido en un gigante. Presionados por los problemas económicos por los que pasa su aita (padre), los dos viajan por España y Europa para hacer fortuna gracias a las proporciones únicas de Miguel Joaquin.

Premio Especial del Jurado y Premio Irizar al Cine Vasco, Handia es una película de los autores de la magnífica Loreak, de complicada comercialización (esta rodada toda ella en euskera) y que no llega a emocionar como debería y seguramente pretendía.

2 Comments
  1. josé malax says

    Como está el panorama del cine hispaniol el plan B podía pasar a llamrase «Antídoto».

  2. Enrique De A says

    Te leo mucho y coincido casi siempre con tus críticas pero… En este caso…
    Deberías leer «La piel fría». Es espectacular. Créeme.

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