Justo Vila retrata en “Mañana sin falta” la España de los sueños incumplidos

  • El historiador extremeño, especialista en la guerrilla antifranquista, presenta su nueva novela
  • Considera que, si la juventud no defiende los derechos adquiridos con sangre, sudor y lágrimas, acabarán perdiéndolos y vivirán peor que sus padres

0

Del “caldo de gallina” al porro y de la perra chica al euro, con su crisis, Justo Vila Izquierdo retrata los personajes de una ciudad, su Badajoz, que simboliza esa España que, como él mismo destaca, vive siempre de sueños incumplidos. Una España que, también, sigue siempre avanzando aunque los ciudadanos acaben siendo más de donde nacieron sus hijos que de donde nacieron ellos.

Este novelista vocacional e historiador de oficio que nos abrió los ojos como precursor (junto a maestros como Pons Prades, Francisco Moreno o poco más tarde Secundino Serrano, Julián Chaves y tantos otros referentes imprescindibles cuyos nombres y obras quisiera recordar y agradezco pero no me caben en este comentario) sobre la existencia de una guerrilla antifranquista que ocultaron los vencedores franquistas e incluso nuestros propios padres, temerosos de que el conocimiento de la verdad nos convirtiera en víctimas en lugar de hacernos libres, ha añadido una obra más a su repleta mochila de denuncias contra el olvido que marcó la dictadura del “caudillo” recientemente exhumado. Su nueva novela lleva un título que lo dice todo: Mañana sin falta (Trifaldi). Y un dibujo de portada que, en Extremadura, añade un grueso matiz: las viejas vías de un tren que siguen utilizándose y que marcan una reflexión final: “¿Para cuándo la alta velocidad entre las capitales ibéricas?”.

Vila, para quien no sepa de él – los menos entre las personas cultas de Extremadura-, nació en Helechal (Badajoz), el 28 de mayo de 1954, y es hijo de jornaleros que emigraron a las cuencas mineras de Asturias a principios de los sesenta. De regreso a Extremadura, compaginó sus estudios con trabajos de jornalero, albañil, educador, colaborador en prensa y radio y lo que le cayó. Pero consiguió estudiar el bachillerato en Villanueva de la Serena y licenciarse en Geografía e Historia antes de llegar a ser director de la Biblioteca de Extremadura, cargo por el que pasó hace unos años. ¡La leche!

Y la releche. Volcado humanamente en la ayuda a los discapacitados, tuvo tiempo, además, para ser uno de los fundadores de Comisiones Obreras en Extremadura y ocupar la secretaría general de su Unión Regional, ocupar una concejalía del Ayuntamiento de Badajoz por el PSOE y formar parte, entre otras, de la Asociación de Escritores Extremeños, la Unión de Bibliófilos de Extremadura, la Sociedad Económica de Amigos del País de Badajoz y la SEGUEF (Sociedad de Estudios de la Guerra Civil y el Franquismo), de la que fue uno de sus miembros fundadores junto a Tuñón de Lara y Julio Aróstegui, entre otros. Por si fuera poco, ha colaborado como asesor histórico en películas y documentales como el largometraje Silencio Roto, de Montxo Armendáriz, su extraordinario documental sobre la guerrilla antifranquista y otros cuatro documentales sobre los años de la República, la guerra y el primer franquismo en Extremadura.

Entre sus obras, destacan Extremadura, la guerra civil (1983), La guerrilla antifranquista (1986) y las novelas La agonía del búho chico (1994), Siempre algún día (1998), La memoria del gallo (2001) y Lunas de agosto (2006) sobre la matanza de la plaza de toros de Badajoz. O sea. Y la releche.

Mañana sin falta se nutre de historias del estraperlo, del racionamiento, de la postguerra y la autarquía. Son algunas de las coordenadas en las que se inscribe esta novela coral que, a través de su protagonista y un nutrido grupo de personajes, dibuja la evolución de la sociedad española desde los años posteriores a la guerra civil hasta nuestros días. Y ahí están las secuelas que la confrontación civil deja en muchos de los personajes, patentes aún en las décadas de los 60 y 70, hasta el presente lastrado por el boom inmobiliario, la política ineficaz y la corrupción. Y marcado a fuego por el desempleo.

Sin duda, el oficio de historiador marca el conjunto. “Mi formación como historiador me ayuda a documentar lo que cuento, dándole verosimilitud, pero yo no calificaría mis novelas como históricas. No me interesa tanto la historia como la intrahistoria”, le confesó a su amigo Pedro M. Domene. Pero si no tira el oficio, en su caso tira la ética. Y, sobre los años de franquismo, le pesa la memoria histórica: “Durante la larga noche del franquismo, para unos hubo honores, funerales, monumentos, un lugar adonde los familiares pudieran ir a depositar unas flores, encontrando en esa cercanía el bálsamo para consolar las ausencias. Para otros, sin embargo, sólo hubo desprecio y olvido, y la angustia sin medida de ignorar el paradero de sus familiares asesinados: desigualdad ante los tribunales de justicia, desigualdad ante las instituciones del Estado. Eso es lo que ha impedido hasta hoy aclarar, no sólo las circunstancias de miles de muertes, sino la localización de incontables desaparecidos, así como la posibilidad para sus familiares de darles digna sepultura. Pero, para olvidar es necesario saber”.

La clave del relato está, sin embargo, en que, a su juicio, el ser humano necesita saber, además de lo que ha sido, lo que pudo ser. “Nuestra existencia no es sólo lo que nos ha ocurrido, lo que hemos logrado y realizado. Es también todo lo que se quedó en el camino, las numerosas posibilidades que nunca llegaron a realizarse. El hombre consiste tanto en lo que es como en lo que no ha sido; el hombre es lo que fue y también lo que pudo ser. De ahí Mañana sin falta.

Pero matiza: “Los personajes de mi última novela se mueven en un país y en un tiempo donde cada ciudadano, por el simple hecho de serlo, disfruta de una serie de derechos desde el instante mismo de su nacimiento. Derechos que en ocasiones han costado sangre, sudor y lágrimas, y que por tanto no crecen en los árboles ni han caído del cielo, como más de uno pudiera pensar; derechos que si no se defienden acabarán siendo mutilados, cuando no aniquilados en su totalidad, lo que conducirá a una España en que, por primera vez -al menos por primera vez en democracia- los hijos vivirán peor que sus padres”.
Afortunadamente, Justo Vila sabe invocar una respuesta a la crisis de España poniendo en labios del protagonista, Dámaso Quintana, una frase del “Hamlet” de Shakespeare: “Los males desesperados se curan con remedios desesperados o no tienen alivio”. Sin duda, el espíritu del 15-M también ha bajado por el Guadiana.

Leave A Reply