Cuarenta y ocho horas de tensión en la cuerda democrática

Días, e incluso semanas previas al pleno que debatía la Ley del Referéndum en Cataluña ya podía sentirse en el ambiente político la tensión. Tensión o suspense es, quizá, el término que mejor defina estas cuarenta y ocho horas de debate encarnizado, intervenciones, reacciones, defensas y ataques a uno y otro lado del escenario democrático. Dos democracias enfrentadas: la catalana y la española, que constituyen el yin y el yang de una realidad política en la que, ni los buenos son tan buenos, ni los malos, tan malos. Igual da desde dónde se mire: quizá porque la visión maniquea del escenario no tenga cabida en este lugar.

Un debate interminable sobre la Ley del Referéndum, y en el que era difícil encontrar nexos entre uno y otro lado del hemiciclo. Un escenario donde, como ya es costumbre, afloran las performance debidas y necesarias para salir en la foto: véase el tendido de banderas catalanas y españolas en la bancada popular; véase la retirada de las españolas por parte de la diputada Àngels Martinez; véase las múltiples interrupciones y abucheos cada escasos minutos. El rostro de Forcadell era un reflejo del panorama.

Solo veinticuatro horas después del primer acto de este espectáculo, los organismos centrales, tanto judiciales como institucionales, jugaban sus cartas. Era tiempo de recordar las prohibiciones: "Este referéndum no se celebrará de ningún modo", afirmaba Mariano Rajoy en comparecencia tras el Consejo de Ministros extraordinario reunido para dirimir sobre esta cuestión. "No he pasado más vergüenza democrática en mi vida", aseguraba la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, solo unos minutos después de que el pleno del Parlament de Catalunya finalizara.

A partir de aquí, el escenario se convirtió en una pista de tenis, donde a cada golpe catalán, respondía un revés centralista. Al tiempo que Rajoy respondía desde la ladera ejecutiva, la Fiscalía General se unía desde el plano judicial. El Fiscal General del Estado, José Manuel Maza, anunció a media mañana del jueves una querella contra los miembros del Gobierno catalán, así como contra los de la Mesa del Parlament. A los primeros, por la convocatoria del referéndum del próximo 1-O; a los segundos, por facilitar la tramitación de la Ley del Referéndum, aprobada el 6 de septiembre [consulta el documento aquí].

El Govern devolvía la bola y solicitaba a los distintos ayuntamientos catalanes la cesión de locales para la celebración del referéndum. La colaboración de los ayuntamientos, así como de los funcionarios de las instituciones catalanas se ha convertido en otro de los debates paralelos a este proceso. La Fiscalía General, entonces, pedía tanto a la Policía Nacional, como a la Guardia Civil y los Mossos que investigaran todas las acciones que pudieran llevarse a cabo en distintos organismos locales para realizar este referéndum y diesen la voz de alarma con el fin de paralizar el proceso.

Por último, faltaba la respuesta del Tribunal Constitucional, a todas luces ya anunciada antes de que la Ley del Referéndum saliera adelante. En el juego político, donde en ocasiones se diluyen los tres poderes establecidos, surgió el recelo desde el lado catalán y el intento, a la desesperada, por paralizar unas acciones ya estudiadas. El TC respondía a Forcadell, quien había presentado como penúltimo recurso una recusación contra doce magistrados, miembros del tribunal de garantías, por considerarlos "contaminados". Este organismo respondió a la presidenta de la cámara catalana, rechazando su recusación, por estar "genéricamente formulada". Al TC aún le quedaba dirimir sobre la hoja de ruta catalana, la llamada Ley del Referéndum.

Mariano Rajoy presentó el recurso de anticonstitucionalidad. El TC se tomó unas horas para dar su nada sorprendente veredicto: la Ley del Referéndum era declarada inconstitucional. Ahora la estrategia de juego estaba en el campo catalán: Junts pel Si y la CUP pidieron modificar el orden del día en el segundo día de pleno para aprobar la ley de ruptura por vía de urgencia. Frente a los discursos de nuevo esperados de uno y otro lado del hemiciclo, promotores versus detractores, Coscubiela (Catalunya Si Que Es Pot) arrancó los aplausos de la oposición. Sorprendente, cuando menos, un discurso, el de Coscubiela que, en dos días, sin acercarse a ninguna de las orillas enfrentadas, fue capaz de echar en cara a una y otra el inmovilismo y la cerrazón de las partes.

PP, PSC y C's aún tenían un abandono más por medio: antes de votar la Ley de Transitoriedad, las tres bancadas abandonaban el hemiciclo. 81 votantes, 71 votos para el sí; 10 para el no. La ruptura por vía de urgencia quedaba aprobada al filo de la 1 de la mañana.

"El autoritarismo del PP ha hecho que en Cataluña las fuerzas catalanistas y soberanistas se sumaran para defender la democracia", mensajes de Coscubiela para la oposición, antes de abandonar. "La batalla del referéndum solo puede hacerse desde el respeto escrupuloso a la democracia. Hasta hace 48 horas y durante cinco años ha sido así", para los promotores. Recados para unos y otros como fin de este capítulo, no de la obra, con la 'democracia' como eje vertebrador, a la vez que separador.