POLÍTICA

Otra vez 28A: un año desde que el Gobierno de coalición fue posible por primera vez

  • Una constante: derechas y ultraderechas políticas y mediáticas intentan el fracaso del Gobierno de coalición
  • La llegada de la pandemia ha servido de excusa para intentar derrocar a Sánchez

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La altísima participación y la movilización en barrios de rentas más bajas hacía a las izquierdas ser optimistas durante la jornada electoral del 28 de abril del 2019. Hace hoy un año de la celebración de aquellas generales. Con cerca del 76% de participación, una de las más altas registrada en unos comicios generales, el PSOE ganaba las elecciones con 7,5 millones de votos y 123 escaños. La suma con Unidas Podemos (42 escaños y 3,7 millones de votos) daba 165 diputados, se quedaban a tan solo 11 de la mayoría absoluta.

Lo que sucedió desde entonces es de sobra conocido: el PSOE se negó a acceder a las exigencias de Unidas Podemos de un gobierno de coalición, con las expectativas de que una repetición electoral daría una oportunidad a los socialistas de aumentar su apoyo popular y no depender de independentistas en el Congreso ni de los de Pablo Iglesias dentro del Consejo de Ministros. Unidas Podemos no facilitó la investidura de Sánchez por no entrar en el Gobierno.

Esta estrategia del PSOE resultó fallida, se repitieron las votaciones en noviembre, la participación bajó y también la fuerza de la suma PSOE-Unidas Podemos (se dejaron 10 diputados por el camino, sumaron 155). Pocas horas después de la repetición electoral de noviembre, Sánchez e Iglesias sellaban con un abrazo la coalición gubernamental, la cual echaba a andar a principios de este año y vio truncados sus planes pocas semanas después, con la explosión de la crisis de la pandemia del coronavirus.

Aquel 28 de abril se abrían las urnas por primera vez en un año, el 2019, en el que estuvieron presentes en todo momento: un mes después, el 26 de mayo, se celebrarían comicios municipales, autonómicos y europeos; en noviembre, repetición de las generales. Una constante ha perdurado durante estos meses: la constante presión de las derechas y ultraderechas políticas y mediáticas para evitar un gobierno de coalición entre PSOE y Unidas Podemos o derrocarlo una vez se formó.

Antecedentes: la foto de Colón

La llegada de Sánchez a la Moncloa el 1 de junio de 2018, mediante la moción de censura a Mariano Rajoy, compuso una nueva mayoría parlamentaria, la llamada mayoría de la moción, que integraba al PSOE, Unidas Podemos y los apoyos de nacionalistas periféricos e independentistas: ERC, PDeCat, PNV, Compromís, EH-Bildu, Nueva Canarias y la abstención de Coalición Canarias. Unos días antes, el 24 de mayo del 2018, la Audiencia Nacional hacía pública la sentencia del Caso Gürtel que señalaba directamente al PP; el 25, Sánchez presentaba la moción en el Congreso. En apenas una semana, se forjó la nueva mayoría parlamentaria que daría salida a Rajoy, el cual se encaminó al restaurante Arahy de la calle Alcalá.

El nuevo ejecutivo socialista tendría como objetivos principales devolver la confianza en las instituciones, tras la sentencia del Caso Gürtel, y desescalar el conflicto catalán iniciando un proceso de diálogo con el independentismo. Los votos independentistas eran necesarios en el Congreso para sacar leyes y los presupuestos adelante. A mediados de febrero del año pasado, los independentistas votaron en contra de unas nuevas cuentas que habían sido negociadas entre PSOE y Unidas Podemos, comenzaba el juicio en el Tribunal Supremo a los líderes del procés. Pocos días después, Sánchez anunciaba adelanto electoral para abril. El proceso de diálogo con el Govern de Catalunya se frenaba.

El presidente del Gobierno y el president de la Generalitat, Joaquim Torra, se habían reunido ya en dos ocasiones: el 20 de diciembre del 2018 en Pedralbes, en Barcelona; previamente, el 9 de julio de ese mismo año, en Moncloa. La exigencia del independentismo de un relator, una figura independiente que diera cuenta de los acuerdos entre Gobierno y Govern, hizo que las derechas y ultraderechas, junto con algunos sectores del PSOE liderados por los barones Emiliano García Page y Javier Lambán, presidentes de Castilla-La Mancha y Aragón, respectivamente, ejercieran una presión enorme a Sánchez. En distintos foros se le acusaba de “felón”, palabra que se puso de moda aquellas semanas.

Las derechas y ultraderechas de PP, Ciudadanos y Vox habían convocado una manifestación conjunta contra el diálogo con el independentismo catalán en la madrileña plaza de Colón el día 10 de febrero del 2019. La manifestación fue multitudinaria, pero en absoluto consiguió las expectativas de las tres fuerzas. Sin embargo, la foto de Pablo Casado, Albert Rivera y Santiago Abascal compartiendo escenario en Colón quedaría grabada y tiene una gran trascendencia en la política actual.

El nacionalismo español se expresaba en tres partidos, y entre los tres pelearían para hacerse con la hegemonía de la derecha siguiendo los postulados de la Fundación FAES y de José María Aznar. El primer pinchazo de las derechas y ultraderechas en Colón se repitió en las urnas el 28 de abril, dos meses y medio después. Sánchez salía reforzado de aquellas. El ruido y griterío de algunos medios no se veía reflejado en votos, en influencia política real: quien más ruido genera no tiene por qué ser quien a más gente convence.

El conflicto Sánchez-Iglesias

La campaña de abril sirvió para que Iglesias, que leía constantemente los artículos sociales de la Constitución, introdujera esta máxima: los votos a Unidas Podemos servirían para conformar un gobierno de coalición progresista que obligara al PSOE a mirar a su izquierda. El buen hacer del líder de Unidas Podemos durante la campaña, especialmente en los debates electorales, tendiendo la mano a Sánchez ante la bronca constante de las derechas, hizo que los resultados de Unidas Podemos mejoraran las expectativas iniciales.

Una vez conocidos los resultados, la coalición gubernamental parecía asegurada, pero habría que esperar un mes, hasta que se celebraran las elecciones municipales, autonómicas y europeas, para llegar al acuerdo. Los múltiples comicios del 26 de mayo volvieron a demostrar el liderazgo del PSOE, pero también avisaron de una caída de la participación. Demasiadas urnas. La pérdida del Ayuntamiento de Madrid para las izquierdas fue uno de los hitos más representativos de la jornada.

Sánchez, envalentonado por las continuas victorias socialistas, cambió de estrategia. Lo que en un primer momento parecía hecho, un gobierno de coalición entre PSOE y Unidas Podemos, dejó de ser prioritario para el PSOE. La posibilidad de una repetición electoral fue tomando cada vez más fuerza hasta que se materializó con una vuelta a las urnas el 10 de noviembre. Algunos asesores creían ver la oportunidad de hacer morder el polvo a la izquierda que había puesto contra las cuerdas al PSOE años atrás. Durante ese verano, los reproches cruzados entre las izquierdas fueron constantes, con especial beligerancia el día del debate de investidura.

El 25 de julio de 2019, Unidas Podemos se abstenía y no sumaba para que Sánchez fuera investido presidente. En un vibrante cara a cara, Sánchez e Iglesias demostraron su incapacidad para llegar a un entendimiento. Cameo de José Luis Rodríguez Zapatero incluida, el expresidente sugirió a Iglesias que cediera si Unidas Podemos controlaba las políticas activas de empleo. Las vacaciones de agosto llegaban con el gobierno en funciones y la cuenta atrás para la repetición electoral del 10 de noviembre comenzaba. La disputa había durado semanas, Sánchez llegó a asegurar que no estaría tranquilo con Iglesias en el gobierno, Iglesias se llegó a echar a un lado para salvar la coalición. No sirvió de nada.

El desencuentro entre las izquierdas fue usado como presión de los socialistas a Ciudadanos. Si los naranjas facilitaban la investidura de Sánchez, este no necesitaría el apoyo de las izquierdas, de nacionalistas periféricos e independentistas. Ciudadanos, en aquel entonces, contaba con 57 diputados en la Carrera de San Jerónimo y Rivera podría haber facilitado el acuerdo con Sánchez. La presión de influyentes empresarios y buena parte del consorcio mediático madrileño apoyaba esta opción: Unidas Podemos, así, no se sentaría en el Consejo de Ministros. La autonomía de la política, frente a las presiones económicas, y el fallo de cálculo de Rivera hicieron lo demás.

Ciudadanos siguió fiel a su estrategia: disputar el espacio de las derechas y ultraderechas, del nacionalismo español, a PP y Vox. Se negó a acordar con el PSOE, eliminó cualquier disidencia interna que apuntara a un entendimiento con los socialistas, algo que solo permitió que ocurriera en Castilla-La Mancha, con Page. La estrategia resultó fallida: en noviembre tan solo conseguiría 10 diputados, lo que llevaría a Rivera a dimitir como cargo público y líder del partido. Su sustituta, Inés Arrimadas, casualidades, no estuvo meses atrás en la manifestación de Colón. Se retrasó su avión y no aparece en la foto con Casado y Abascal.

Del pacto del abrazo al estallido de la pandemia

Dos días después de la jornada electoral del 10 de noviembre, Sánchez e Iglesias se fundían en un abrazo, interpretando un preacuerdo que daría lugar al primer gobierno de coalición del actual periodo democrático. Una izquierda más allá de la izquierda del PSOE se sentaría en el Consejo de Ministros por primera vez desde la II República.

Los resultados de noviembre demostraron algunas tendencias. La alta participación de abril no volvió. La ultraderecha de Vox subió hasta los 52 escaños, de los 24 que obtuvo en abril, en un momento de alta tensión política, cuando el independentismo reaccionaba de forma masiva a la sentencia del Tribunal Supremo contra los dirigentes independentistas del 1-O. Además, los nacionalismos periféricos e independentismos se consolidaban con fuerza en sus territorios y surgía la voz de la España vaciada en el hemiciclo con el diputado de Teruel Existe.

El 7 de enero, Sánchez era investido presidente. Pocos días después los ministros tomaban posesión y se configuraba el Gobierno actual. Este tuvo tiempo de tramitar algunas medidas en el Congreso, antes de la irrupción de la pandemia de covid-19 en España y de que comenzara la crisis sanitaria y, como consecuencia, social y económica. Algunas de ellas, fuertemente rechazadas por las derechas y ultraderechas, fueron: la subida del SMI a 950 euros mensuales; la actualización de las pensiones al IPC para este año; impuesto a transacciones financieras y servicios digitales; blindar el consentimiento sexual en el Código Penal; prohibir alguna publicidad sobre apuestas digitales… Por otro lado, el diálogo con Catalunya se encaminaba, Sánchez y Torra volvían a reunirse el pasado 6 de febrero en el Palau de la Generalitat.

Con el decreto del estado de alarma del pasado 14 de marzo, las decisiones gubernamentales se han centrado en la gestión de la crisis sanitaria y en medidas económicas y sociales, el llamado “escudo social”, para contrarrestar los efectos de la misma, que se prevén devastadores. Algunas medidas, como la prohibición de los desahucios durante estos momentos, así como la implantación de un Ingreso Mínimo Vital en mayo, también han sido fuertemente criticadas por campañas orquestadas desde medios de comunicación de las derechas, partidos políticos y redes sociales.

En lo que llevamos de estado de alarma, casi un mes y medio, la figura del presidente Sánchez está en la diana de buena parte del sistema mediático mainstream. Hacer caer a Sánchez es hacer caer la coalición de gobierno. Así, en un principio, la llamada a unos nuevos Pactos de la Moncloa, finalmente pactos de reconstrucción, fue el detonante preciso para elucubrar con un gobierno de concentración nacional. La Fundación FAES señalaba el camino al PP de Casado: no se puede llegar a un acuerdo de país con este Gobierno, mientras los de Iglesias se sienten en el Consejo de Ministros.

Un mantra que ha estado presente durante estas semanas de confinamiento es que el Gobierno no podrá superar esta crisis, que la legislatura estará agotada una vez se vaya volviendo, poco a poco, a la normalidad y la crisis económica y social se exprese con mayor virulencia. Desde algunas tribunas se ha señalado, incluso, a la ministra de Defensa, Margarita Robles, como una figura que podría aglutinar a derechas y PSOE en un gobierno de concentración. El perfil de Robles, procedente de la judicatura, del aparato del Estado, y ministra de Defensa, con relación directa con los militares, gusta a las derechas.

Los intentos de debilitar la figura de Sánchez y la coalición son constantes. El aparato mediático de las derechas y ultraderechas no da tregua. Vox se radicaliza por momentos y arrastra con él al PP de Casado. Y Ciudadanos, liderado por Arrimadas, intenta disimular un acercamiento al centro, solo tiene 10 diputados, pero pueden ayudar al PSOE en momentos de presión de los independentistas en el Congreso. Las tensiones en algunos gobiernos compartidos entre PP y Ciudadanos, por ejemplo en la Comunidad de Madrid, son cada vez más patentes. Arrimadas, hasta el momento, apuesta por el apoyo al Gobierno durante esta crisis. Los discursos de la oposición se endurecen y el ruido mediático sube el volumen, otra vez. Sánchez ha reiterado que la coalición gubernamental es fuerte y que la legislatura no está acabada, pero para ello necesita cuidar la mayoría que le dio la investidura.

1 Comment
  1. Miguel says

    Y el pánico y pesadumbre desatado en la totalidad de la mafia de este penoso y acabado régimen no ya por no haber conseguirdo apartar a un » mirlo blanco» como d. Julio Anguita , si no por tener ya en la Moncloa…. ; a unos cuantos polluel@s volanderos de esa estirpe que es el » mirlo blanco» .
    Quieran o no , todo tiene un principio y un final.Por lo que podemos decir que iniciamos una ilusionante trayectoria como país, mientras que otr@s much@s quedarán ( y quedan ya ) reflejados en eso que llaman historia ; como sociopatas narcisistas , degenerados , corrupt@s y podrid@s a más no poder y seres en contra de cualquier principio de humanidad.
    Salud y cada vez más próxima ; decencia por la próxima República de Repúblicas deEspaña

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