ENTREVISTA

Isaac Rosa: “En nuestra sociedad tenemos la imaginación política bloqueada”

  • Entrevista con el escritor y columnista sobre literatura, periodismo y otras cuestiones de actualidad política

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Lleva muchos años escribiendo en medios de comunicación sobre cuestiones de actualidad políticas y social. Lo hizo en el diario Público, también en cuartopoder y ahora en Eldiario.es o La Marea. Ya sea en forma de cuento, relato o columna, Isaac Rosa (Sevilla, 1974), analiza la realidad que nos rodea con conciencia de clase. También lo ha hecho, de diferentes formas, en algunas de sus novelas como La mano invisible (que fue llevada al cine), La habitación oscura o la más reciente, Feliz Final, donde aborda las relaciones sentimentales. En su última publicación, W, que vio la luz el pasado año, se adentra en la literatura juvenil gracias a la colaboración de su hija. El escritor charla en esta entrevista con cuartopoder sobre literatura, periodismo y otras cuestiones de actualidad.

-¿Qué papel juega la novela hoy en día en un mundo tan tecnológico, inmediato y cambiante?

-Yo más que la novela hablaría de la ficción en general. Ahí incluiría la novela, pero también otras formas de escritura o relato, también el audiovisual. Es decir, las distintas ficciones con las que vamos construyendo nuestra representación del mundo e imaginario. Y con las que vamos alimentando nuestra imaginación individual y colectiva como sociedad. Creo que las ficciones pueden jugar un papel importante en un momento como este. Yo llevo tiempo intentándolo con cuentos o relatos para tratar de que la ficción sea una pieza más en esa construcción de relato que hace el periodismo y que la ficción permite una mirada diferente. Permite asomarse a donde a lo mejor no lo hace el periodismo. La ficción te permite completar o desviar hacia sitios diferentes esa mirada. Sobre todo, lo que me interesa del papel de la ficción en un momento como este es algo que me preocupa mucho como ciudadano. Es lo que te decís sobre desarrollar la imaginación.

Creo que somos una sociedad que tenemos un problema de falta de imaginación. Y lo estamos viendo en un momento político como el que vivimos. Tenemos muy poca imaginación política, o la tenemos bloqueada. Parece que somos incapaces de pensar alternativas, de imaginar futuros a corto o medio plazo que no sean distópicos. Parece que solo somos capaces de imaginar a peor. Mientras tanto hay otras imaginaciones que están muy activas y que gozan de buena salud como la de las grandes empresas, que no dejan de imaginar formas de extracción de plusvalía de los trabajadores. O la imaginación fascista o neofascista, que está ahora muy viva y es capaz de ganar la agenda y el discurso. Como sociedad tenemos ese bloqueo de la imaginación política. A que seamos capaces de pensarnos en otras realidades puede contribuir la ficción. Sin embargo, y aquí hago autocrítica como autor, la ficción está contribuyendo poco. Al final las ficciones que consumimos, el tipo de imaginario que construyen acaba siendo conservador, nos invita como a un repliegue. Parece que no somos capaces de salir de la distopía o la nostalgia, de mirar al pasado como un tiempo perdido que queremos recuperar o el futuro como uno que tememos. Sin ser ingenuos deberíamos ser capaces de construir otros relatos. E imaginar juntos.

-En casi todas tus obras abordas las relaciones humanas, sociales, colectivas o individuales. Por otro lado, en el prólogo que haces en el libro Facha, de Jason Stanley, defiendes que ante el auge de la ultraderecha lo importante es sindicarse. Entiendo que estas relaciones colectivas, este común, es clave para ti en nuestro tiempo.

"En el momento en el que vivimos la única salida y respuesta posible es colectiva"

. -Claro, hay que ser capaces de pensar otras formas de sociedad, de organizarnos, apoyarnos y cuidarnos. Hay veces que el trabajo de imaginación es hasta fácil porque ya lo tenemos ahí, porque ya lo sabemos. Hay veces que nos basta con hacer memoria y recordar luchas anteriores. Las herramientas que usar seguramente más hacia futuro vienen del pasado también. Por ejemplo, el sindicato, la forma que hemos tenido los trabajadores durante tanto tiempo de organizarnos para dar una respuesta colectiva. En el momento en el que vivimos la única salida y respuesta posible es colectiva. Y no hay otra. Individualmente no nos salvamos. Todo esto vale para todo lo que vivimos. Para cualquier conflicto que tengamos, o le damos una respuesta colectiva o no hay respuesta posible.

-El sistema capitalista y todo lo que implica es otra de tus grandes referencias en tus trabajos. ¿Veremos un cambio o estamos condenados? Se ha llegado a hablar de la crisis del capitalismo

-Perdona porque vuelvo al mismo concepto de imaginación. Últimamente me interesa mucho el tema de la imaginación política. Hay un libro editado por Jaume Peris que se llama Cultura e imaginación política y que habla precisamente de esto. Vuelvo al tema porque precisamente el capitalismo sí tiene mucha imaginación. Ha sido capaz, después de la llamada crisis de hace una década en la que parecía que se cuestionaba o estaba amenazado, de pasar a la siguiente pantalla. De reinventarse y reforzarse. A cambio, nuestra imaginación anticapitalista se ha replegado.

Parecía que, en esos primeros años, como decía Terry Eagleton, decíamos de nuevo la palabra capitalismo. Durante muchos ni siquiera se nombraba porque lo tomábamos como lo natural. De pronto, decía Eagleton, volvíamos a nombrarlo, a reconocerlo como lo no natural sino como un sistema que ha funcionado en los últimos siglos pero que no existía antes y podría no existir en el futuro. Fue su primera debilidad porque podíamos pensar alternativas. Y eso ocurrió durante unos años, pero ahora parece que hemos renunciado a imaginarlo. Y volvemos otra vez donde estábamos, antes de la llamada crisis. Parece que si miramos al futuro pensamos en distopías pero que siguen siendo capitalistas.  Esa frase tan repetida de “somos capaces de imaginar el fin del mundo, pero no el fin del capitalismo”. Eso ocurre una y otra vez, lo vemos en las ficciones continuamente. Imaginamos el apocalipsis de mil formas posibles, pero sigue siendo capitalista.

-Tu última novela es juvenil, escrita con tu hija. ¿Cómo fue el proceso para hacerla? ¿Qué hacemos para entender a los adolescentes? Es una pregunte recurrente en todas las generaciones, pero ahora vivimos en un mundo diferente y muy cambiante.

-No es por ser derrotista, pero doy por perdida la batalla por ser capaz de entender a mi hija. Entender su mundo, su lenguaje o sus códigos. Creo que es algo que le pasa a cualquier padre que tenga hijos adolescentes, que se da cuenta que hablamos lenguajes diferentes y parece que venimos de planetas diferentes. Parece que no hay una diferencia de años tan grande y sin embargo los cambios que se han producido en la última década generan esa extrañeza. Cuando yo le hablo a mi hija desde un mundo donde yo me he educado y una serie de valores y referentes que ya no son los suyos. A lo mejor lo que le planteo no se corresponde con la realidad que ella vive. No soy derrotista pero sí que asumo mi papel como padre dentro de esa incomprensión histórica entre padres e hijos, aunque la brecha sea ahora seguramente mayor. Tenemos esa sensación casi de extranjería, de hablar lenguajes diferentes.

-Conoces bien el mundo del periodismo tanto por formación como por trabajo. ¿Qué piensas de la profesión que se hace hoy en día? Me refiero tanto a cuestiones de calidad periodística como de dignidad laboral, por ejemplo.

"Se está transparentando qué es lo que pasa en el periodismo cada vez que hay una crisis"

-Lo estamos viendo últimamente mucho. Se está transparentando qué es lo que pasa en el periodismo cada vez que hay una crisis recurrente y que va reemplazando a la anterior. Ahora toca coronavirus, pero hace dos semanas era la gran borrasca que azotaba el país. En ambos casos vimos lo mismo, que eran los periodistas, la tropa, la infantería lanzada a la calle a la intemperie. En el caso de la borrasca era literalmente así, con periodistas encerrados en la nieve o informando bajo la lluvia. Y ahora los periodistas con la mascarilla teatralmente colocada enviados al lugar del virus simplemente para decir que están ahí. Lo que está transparentando es una forma de periodismo y unos problemas de fondo que tiene la profesión, las empresas periodísticas y seguramente también los consumidores de información.

En cada una de estas crisis a las que el periodismo se agarra para espectacularizarlas y ganar audiencias se transparentan los problemas de fondo: empresariales, laborales, de precariedad y de relación con los espectadores y lectores. Intento, en todo, no ser pesimista. Por eso me quedo más bien con las experiencias y proyectos que han ido surgiendo. Aunque sean pequeños, los periodistas que han ido creando sus propios medios al margen de las grandes empresas y propietarios. Y que han sido capaces de levantar proyectos que pueden ser pequeños o efímeros, pero son por donde puede ir el futuro del periodismo. No con esas grandes estructuras periodísticas, cuyas debilidades se ven fácilmente, sino hacia un periodismo independiente o cooperativo. Para mí esas son las noticias que permiten mirar con algo de optimismo.

-No ha sido muy habitual encontrar gente la cultura no catalana que criticara abiertamente la respuesta del Estado al independentismo catalán. Tú lo has hecho en varias ocasiones. ¿Por qué crees que hay tanto recelo en posicionarse? Parece que hay un consenso generalizado en actuar de una manera punitiva y de castigo.

-No soy independentista, ni rehén del independentismo ni, como a veces me han dicho, el tonto útil del independentismo. A mí me preocupó mucho, me indignó y me movilizó la respuesta del Estado al conflicto catalán. Había muchas formas de respuesta posibles, incluso pasando por el cumplimiento de la ley. Pero no necesariamente pasaban por el abuso de la prisión preventiva, por el castigo anticipado, etc. Me indignaba ver cómo un grupo de 9 personas que no habían cometido ningún hecho violento, que además eran representantes políticos o sociales eran encarcelados. Y como digo, abusando de la prisión preventiva y con una sentencia judicial que es ejemplarizante y hasta humillante. A mí me preocupaba por motivos humanos y democráticos como ciudadano español porque veía el deterioro que eso supone para nuestra democracia e imagen como país. También por la cuenta que siempre deberíamos echar: hoy es el independentismo, a mí no me toca pero mañana ocurrirá con otro conflicto o colectivo.

"Hoy es el independentismo, a mí no me toca pero mañana ocurrirá con otro conflicto o colectivo"

Este tipo de retroceso o deterioro y perdida de derechos y libertades la acabamos pagando todos. Pero sí que es verdad que he encontrado, porque en alguna ocasión he movido manifiestos o firmas, ese recelo o temor a no querer hablar. Incluso en gente que podía estar en desacuerdo con la prisión preventiva o ciertas medias y que, sin embargo, no querían hacerlo porque estábamos en un momento de bandos y frentes. Y en el que, además, mientras hablábamos del independentismo catalán no estábamos poniendo nombre a lo que realmente se estaba viendo, que era la expresión del nacionalismo español. Es algo que nunca nombramos, parece que no ha necesitado exhibirse, pero ha asomado con mucha fuerza más allá de Vox. El nacionalismo español lo hemos estado viendo en los últimos años con mucha fuerza.

-Tenemos nuevo gobierno. ¿Qué expectativas podemos tener? ¿Qué consideras que se debe hacer desde la calle, los movimientos sociales y el mundo cultural? Siempre hay este debate sobre presionar, celebrar, criticar, apoyar, etc.

-En esto también intento ser optimista. El primer ha sido hasta sorprendentemente positivo, seguramente con la colaboración de las derechas que lo han puesto bastante fácil para que el gobierno pueda ir avanzando. A mí la parte que me preocupa, y es lo que nos corresponde a los ciudadanos, es que este gobierno de izquierdas llega en el momento en el que seguramente la izquierda social está en su momento más bajo, con más debilidad. Y también la izquierda política. Es un gobierno que se consigue en un momento donde los partidos de izquierdas están en su peor momento. En el caso de Podemos incluso lo dábamos ya por amortizado. El propio Pablo Iglesias, lo dábamos ya por amortizado en Podemos y pensábamos que era el fin de su carrera ya en las anteriores elecciones. Y, sin embargo, ahí está de vicepresidente, lo cual es un gran éxito suyo. Llega en un momento en el que después de varios años toda la energía de mucha gente se ha volcado hacia la política institucional, en ayuntamientos o construcción de un partido. Tanta gente activa en los movimientos sociales que de pronto dieron el salto a la política. Toda esa energía y trabajo que estaba en la calle se ha desviado a las instituciones, con el riesgo que eso implica.

"Tenemos que estar ahí para que cumplan, pero también para sostener al gobierno en momentos en los que les va a costar"

La política institucional es un agujero negro que absorbe toda esa energía y se lo come todo. Ese debilitamiento de la calle, durante esos años no ha dado los resultados esperados. Parece que los cambios no han sido tanto como esperábamos. Cuando parecía que estábamos ahí en ese callejón sin salida donde la vía institucional se nos acababa, pero la calle estaba ya desactivada, de pronto llega el gobierno. Tiene una parte de espejismo el gobierno. Hay que reforzarse, rearmarse y mucho trabajo por hacer para coger fuerza en la calle. Para exigir al gobierno en primer lugar, para presionar y conseguir que cumpla. El que la reforma laboral se acabe derogando no depende del Consejo de Ministros sino de lo que exijamos los ciudadanos. Tenemos que estar ahí para que cumpla, pero también para sostener al gobierno en momentos en los que les va a costar y va a sufrir ataques de todo tipo.

-Quería pedirte que nos recomendaras algunas novelas actuales.

-Acabo de entregar un prólogo para un libro que sale ahora en marzo. Es un libro extraordinario y tiene que ver con todo lo que estamos hablando de construir imaginarios e imaginación alternativas. Es una novela italiana que se llama Amianto, de Alberto Prunetti. Lo publica Hoja de Lata y Tigre de Papel en catalán. Es una novela obrera, de clase obrera. Cuenta la historia de un obrero italiano, pero para el presente, para la clase obrera actual. Espero que el libro encuentre sus lectores porque es extraordinario. Puedo recomendar también un par de novelas de autoras que me interesan mucho. Una sería Marta Sanz, que publica nueva novela, Pequeñas mujeres rojas. Es una novela que mira a la memoria histórica pero que, y perdón por la autocita, no es otra maldita novela sobre la Guerra Civil. Y otra autora, menos conocida, pero que está haciendo una literatura que necesitamos y con conciencia de clase. Es Rosario Izquierdo. Ha publicado una novela que se llama El hijo zurdo. Es una novela que puede crear el malentendido de que es sobre la ultraderecha porque es una historia de un hijo nazi, pero en realidad habla de la posibilidad de encontrarnos con los demás, compartir y encontrarnos.

-¿En qué proyectos estás embarcado ahora, más allá de tus habituales columnas?

-Voy a sacar en mayo un libro de cuentos. Es una recopilación de lo publicado los últimos años. Lo que he hecho es recoger cuentos y darle una estructura al libro para que sirva como propuesta de una mirada de conjunto a lo que nos está pasando. Es como colocar piezas y con ellas ofrecer una imagen de conjunto de lo que somos. Se va a llamar Tiza roja. Aparte de eso estoy en un proyecto de cine, todavía muy al comienzo, con David Macián, que adaptó La mano invisible. Estamos trabajando juntos en un proyecto de película, que veremos si sale, que tiene que ver con el ascenso del nuevo fascismo en Europa. Es una ficción y no puedo contar más.

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