1-O / Periodistas catalanes, Sergi Picazo, Laia Altarriba y Jesús Rodríguez, ofrecen una visión crítica sobre este tiempo convulso

Se cumple medio año desde el día que cambió la historia de Catalunya (y España)

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Antidisturbios de la Guardia Civil evitan a una señora de avanzada edad votar el 1-O en Catalunya. / Twitter

“Recuerdo el ruido de los helicópteros durante la madrugada. Fui a votar, pensaba que encontraría gente joven y había una cola de mil personas, mayoritariamente gente mayor. Silencio, en los colegios donde no hubo cargas había una inmensa tensión silenciosa”. Habla Jesús Rodríguez, periodista de La Directa. “Se decía que el 1-O durará años y no es un frase hecha, tendrá consecuencias sociales, políticas y culturales para distintas generaciones en Catalunya. Fue un momento de empoderamiento colectivo, lamentablemente la primera imagen que recuerdo no es la de votar, sino la del maltrato policial”, relata Sergi Picazo, periodista de El Crític.

“Fue un gran acto de soberanía. Desde Madrid se mandó, ya por la tarde, parar a la Policía para evitar más represión, la gente aguantaba y eso fue una victoria”, prosigue Picazo. “Cuando pienso en el 1-O, contemplo a la gente defendiendo los colegios, se empezaron a ver imágenes de las cargas y la gente se quedó a defenderlos, todavía se me pone la piel de gallina. Fue un gran momento de empoderamiento. La gente fue la protagonista de la política”, recuerda Laia Altarriba, directora del Diari Jornada. Medio año ha pasado desde el 1-O, aquel día que, para muchas personas, cambió la historia, la política catalana y también la española. Catarsis. Medio año desde el día en el que votar volvió a ser peligroso.

Cierre de filas. Dos días después del 1-O, Felipe VI se dirigía a la ciudadanía española en un discurso muy duro con el independentismo. “Es responsabilidad de los legítimos poderes del Estado asegurar el orden constitucional”, daba la orden, sin hacer ningún guiño, ningún gesto a las más de dos millones de personas que habían ido a votar, a aquella gente que había recibido palos de la Policía Nacional y Guardia Civil. Aquel día 3 de octubre, Catalunya estaba en huelga, un paro general de país que gozó de un altísimo nivel de seguimiento. Desde entonces, todos los poderes del Estado, Legislativo (PP, PSOE y Cs aprobarían más adelante el 155), Ejecutivo (lo llevaría a cabo) y Judicial asumían el "mandato" del monarca.

También parte del cuarto poder, la prensa, que se presupone independiente, hacía propias las palabras de la Jefatura del Estado. El día 5 de octubre la secretaria de Estado de Comunicación, Carmen Martínez Castro, agradecía a los principales medios de comunicación españoles el “apoyo, la responsabilidad y la voluntad sincera de colaboración” con el Gobierno con respecto a Catalunya. La batalla por el relato es una de las principales batallas de este conflicto. Por ello, en cuartopoder.es abrimos la óptica de la cámara hoy que se cumplen 6 meses desde el referéndum y hablamos con periodistas de medios catalanes independientes, medios que cubren la actualidad catalana muy pegados a lo que ocurre en las calles, voces que no se suelen escuchar al otro lado del río Ebro, en el resto de la Península.

Desborde ciudadano

El 1-O supuso un momento de desborde ciudadano. Días antes, durante la campaña en favor del referéndum llevada a cabo por los partidos y entidades independentistas, el Gobierno de Mariano Rajoy, en su empeño en vano por evitar la consulta, ordenó el registro de medios de comunicación catalanes, la cancelación de actos de la campaña, el requisamiento de material de propaganda, pero no encontró ni las miles de urnas, ni las papeletas que a primera hora del primer día de octubre estaban en los colegios. Se había movilizado a 4.500 agentes de la Policía Nacional y Guardia Civil a Catalunya, sumados a los que ya estaban allí, cerca de 10.000 policías evitarían la celebración del referéndum. No lo consiguieron.

La ANC había previsto que la gente se colocara en filas, con sus papeletas imprimidas desde casa, para conseguir las fotos de policías contra las urnas y lanzar a Europa la imagen de España como un Estado demofóbico”, describe el periodista de El Crític. Pero la gente se organizó por su cuenta y ocupó, desde dos días antes, los colegios electorales. La gente estaba dentro de los colegios y no fuera. Fue el nacimiento de los Comités de Defensa del Referéndum (CDR), que más adelante cambiarían el nombre por Comités de Defensa de la República. “Fue muy importante el pulso que se jugaba entre la calle y los despachos, y este se explica cuando te relatan qué pasaba en el Palau de la Generalitat, estaba la idea de parar el referéndum a media mañana para evitar más violencia y se desecha esa idea cuando el feedback es que la gente no iba a retirarse de los colegios”, cuenta Rodríguez, de La Directa.

Guardia Civil
La gente despidió a agentes que viajaron hasta Cataluña desde distintos puntos de España para intentar parar el referéndum al grito de "a por ellos". / A. Carrasco Ragel (Efe)

La respuesta ciudadana sorprendió incluso a los dirigentes independentistas. Las imágenes de represión dieron la vuelta al mundo en pocas horas. Los partidos políticos y los despachos habían perdido, en cierta manera, el control de la situación. Las consecuencias políticas, sociales y judiciales dependerían de cómo respondiera el Govern en la materialización de los resultados del referéndum, habían prometido en múltiples ocasiones que el resultado se haría efectivo. Pero el Govern ya era consciente de que en los plenos del 6 y 7 de septiembre en el Parlament, en los que se había aprobado la Ley del Referéndum y la Ley de Transitoriedad Jurídica hacia una República Catalana, ya habían vulnerado las advertencias del Tribunal Constitucional, del Consell de Garanties Estatutàries y de los propios letrados de la cámara catalana. La represión judicial, tarde o temprano, llegaría.

Laia Altarriba considera que el Govern debería haber hecho más por materializar los resultados del referéndum y la República Catalana. “Entiendo las diversas opiniones sobre si es un resultado legítimo, también los peligros a los que se enfrentaban los dirigentes catalanes, lo estamos viendo ahora, con gente presa y otra en el exilio”, asegura Altarriba, añadiendo: “Pero hay que tener en cuenta todas las dificultades que hubo para votar, se desató una gran violencia policial. Yo creo que habría que haber implementado la materialización de los resultados para intentar forzar, después, la celebración de un referéndum con garantías”. “De alguna manera, las instituciones secuestraron la movilización popular al no materializar la república”, considera.

Rodríguez no lo tiene tan claro, en este sentido: “Cuando se dan estos escenarios de represión, me cuesta mucho hacer valoraciones desde un punto de vista político de por qué se toman determinadas decisiones”. “Creo que hubo un planteamiento de escenarios un poco naíf por parte de los dirigentes catalanes que no previeron los escenarios represivos suficientes, nunca se pensó que se llegaría a este punto y que por intereses económicos y políticos europeos se frenaría todo”, continúa. “No se planifican todos los escenarios y se va improvisando a cada golpe represivo, también influye el hecho de que algunos de los líderes políticos que podrían haber pensado alternativas están en la cárcel”, considera el de La Directa.

La respuesta: represión

Y es que desde el 1-O la represión ha sido la respuesta que desde Madrid se ha dado al conflicto catalán. Represión judicial, policial y un férreo cumplimiento del orden y la ley, aunque para muchos juristas de reconocido prestigio las decisiones que está adoptando el juez instructor del Tribunal Supremo, Pablo Llarena, sobrepasan las leyes. “Se visibiliza que el Gobierno y la Fiscalía son diversas patas de un mismo Estado que tiene muy claros unos interés comunes, de clase sobre todo, que están muy vinculados con la defensa de la unidad de España, que es la misma defensa que la de sus derechos y sus privilegios”.

El periodista de La Directa tenía muy claro que la respuesta al 1-O y posterior por parte del Estado sería represiva. No tenía ninguna duda.  “El relato que estaba construyendo el Estado sólo podía tener un desenlace represivo en caso de que la gente y las instituciones catalanas no dieran un paso hacia atrás, el relato que había construido Madrid es que no iba a haber referéndum, papeletas y urnas”, asegura. “Si no se iba a por ese desenlace, no se habría movilizado a tanta policía. El relato madrileño lo ha marcado la derecha ultra española, el hecho de mostrar debilidad o voluntad de diálogo con Catalunya es algo que se entiende como una claudicación para ese sector, el diálogo no vende, no consigue votos ni presencia mediática”, añade Rodríguez.

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Pancarta colgada en la fachada del Ayuntamiento de Barcelona, frente al Palau de la Generalitat de Catalunya. / EFE

Picazo analiza cómo vive la sociedad catalana esta respuesta represiva del Estado. “Hay un porcentaje importante de votantes que deben estar muy contentos, en torno al 40 por ciento han votado a partidos que representan la vía más dura, la del relato de que hay que parar un golpe a la democracia”, describe este periodista. “Hay otra parte importante de catalanes que defienden una vía democrática, el derecho a decidir, como forma de resolver el embrollo, no sólo independentistas, que están tristes con la situación”, añade, prosiguiendo: “Por otro lado, la represión para los independentistas signfica que no hay nada que hacer en España y hay que irse”. Y lanza un mensaje: “A una parte de la izquierda española se le ha echado mucho en falta en Catalunya después del 1-O”.

La otra Catalunya, la Catalunya española

Las calles catalanas, durante todo el otoño, fueron un hervidero. Dos huelgas generales, la del 3 de octubre y la del 8 de noviembre, numerosas movilizaciones por los presos, otras en favor de la proclamación de la independencia. Pero la otra Catalunya, aquella que está en contra de los planes independentistas, también salieron a las calles en distintas ocasiones y se celebraron las manifestaciones más masivas en favor de la unidad de España en la historia de Catalunya. El socialista Josep Borrell, el escritor Mario Vargas Llosa, el ex primer ministro francés Manuel Valls, el exdirigente comunista Paco Frutos… Estos fueron algunas de las caras visibles de estas movilizaciones capitaneadas por Societat Civil Catalana.

Nunca llegaron a ser tan numerosas como las movilizaciones independentistas, pero sí que supusieron un elemento innovador. Algo que, con el paso del tiempo, se ha ido desinflando. “En el entorno donde vive mi familia, en Santa Coloma de Gramenet, las banderas españolas se han retirado; tengo la impresión de que hubo una gran movilización del españolismo, pero después del 21-D hubo un apagón de todo eso y el nivel de participación en estas manifestaciones ha bajado a niveles de hace tres o cuatro años, entre 5.000 y 10.000 personas”, relata Rodríguez, que cree que tiene relación con el surgimiento de otras crisis sociales en todo el Estado, como la de los pensionistas o la huelga feminista del 8-M. “Problemas que la derecha española decía que se agudizarían con los independentistas, se ve que no es así, que están relacionados con el Gobierno de Madrid”.

Altarriba ve normal estas movilizaciones: “Veo lógico que cuando el independentismo se organiza y sale a la calle, como hay una parte de la población que no comparte este proyecto, también se movilice”. “El problema es que lo hacen marcado por el ritmo de las grandes televisiones estatales que tergiversan la realidad mucho más que los medios públicos catalanes, con los que hay que ser muy críticos con este tema y con otros muchos, pero es que en el resto de televisiones sólo se plantean una cobertura que apueste por la unidad de España y por ser muy críticos con el referéndum”, valora la periodista.

La directora del Diari Jornada se muestra preocupada por la presencia habitual de grupos de extrema derecha violentos en estas manifestaciones. “En manifestaciones por el referéndum o por los presos, a veces han aparecido grupúsculos identitarios, fascistas catalanes y la gente les ha echado fuera, en las manifestaciones españolistas  van más grupos de este tipo, lo hacen con total impunidad”, advierte Altarriba.

Surgieron muchas agresiones y episodios de violencia vinculados a la ultraderecha españolista durante el otoño, pero, sorprendentemente, desaparecieron en la precampaña de las elecciones del 21-D, habría que preguntarse por qué”, recuerda Picazo. Por su parte, Rodríguez cuenta: “En otoño hubo una participación de gente violenta en las manifestaciones que no venía de la extrema derecha, venía de los barrios adinerados en Barcelona, llevaron a cabo agresiones como el ataque a Catalunya Ràdio, pero se han desmovilizado, siguen los de la extrema derecha de siempre”. “Son gente que siempre han estado, varios centenares muy violentos que van quitando lazos amarillos y pancartas, hasta han amenazado con navajas y disparado con perdigones a gente que tenía la pancarta de 'Democràcia' en su balcón”, sigue narrando. El periodista Jordi Borrás cifra unas 150 agresiones, aproximadamente, hasta hoy. "No son quema de contenedores, es peligroso, yo me preocupé mucho porque era violencia directamente contra personas, manifestantes, periodistas...", añade Picazo. El pasado 29 de marzo, el Ateneu Popular de Sarrià amanecía calcinado, todo apunta a una agresión de carácter fascista.

Inestabilidad política

El pasado 27 de octubre fue un día convulso. Mientras que en el Parlament se proclamaba la independencia de Catalunya, en el Senado se aprobaba la aplicación del artículo 155 que el Gobierno aplicaría disolviendo la cámara catalana, cesando al Govern en pleno y convocando elecciones para el 21-D. El día previo, Puigdemont podría haber evitado esto si hubiera convocado elecciones él mismo, pero la falta de garantías por parte de Rajoy y el miedo a quedar ante el independentismo como un traidor hicieron que se decantara por la independencia. Pocos días después, él y un grupo de consellers partían a Bélgica.

Parlamento de Catalunya
El pleno del Parlamento de Catalunya con lazos amarillos en los asientos de diputados presos. / Parlament de Catalunya

Las elecciones del 21-D revalidaban la mayoría absoluta en el Parlament de los partidos independentistas. JxCat se situaba contra todo pronóstico por delante de ERC. Cs fue la fuerza más votada y el grupo mayoritario en el Parlament. Las diferentes estrategias entre independentistas y la constante represión del Estado hacen que, a día de hoy, todavía no se haya formado Govern y que continúe el 155 sobre las instituciones catalanas.

No hay Govern por la represión policial y judicial del Estado español, esa es la primera causa. El hecho de tener detenidos y exiliados en los líderes más destacados hace que no haya Govern, no pueden desarrollar sus derechos políticos, como ha dicho la ONU con Jordi Sánchez”, analiza Picazo, quien describe también las diferentes visiones entre los partidos independentistas: “Hay dos grandes vías, la de desafiar al Estado y seguir con la tensión, aunque es evidente que no se va a conseguir la independencia a corto plazo, y hay otra que opta por poner el freno de mano, parar, intentar ampliar la base independentista para ir a un choque con el Estado con más fuerza social más adelante”. En el primer bando encontramos a la CUP y a los más acérrimos partidarios de Puigdemont como president legítimo de Catalunya en JxCat; en el segundo, a ERC y buena parte del PDeCat.

Rodríguez considera: “La masa de votantes independentistas está consolidada de ahora hasta dentro de 20 años, todo lo que está pasando está marcando generacionalmente”. “La movilización en la calle tiene mucha influencia en los despachos y hay mucha gente que está cogida a lo simbólico, la figura de Puigdemont y los presos, donde se está focalizando la represión”, añade el de La Directa, prosiguiendo: “También es verdad que la maquinaria de desgaste del Estado hace mella en la arquitectura institucional, veremos qué pasa en las próximas semanas, hay una dinámica de desmontar cosas, con Diplocat ya se hizo y existe la tentación de cerrar TV3, se especula con la ilegalización de la ANC y Òmnium, pueden venir detenciones de activistas de CDR…”.

Altarriba considera que el independentismo, tras “las grandes victorias del 1-O y la posterior huelga del día 3 de octubre”, ha cosechado una serie de derrotas. “El Parlament proclamó la independencia con la boca pequeña y sin desplegarla. Cuando el 14 de abril se proclama la República Catalana se despliegan medidas republicanas. Esto no se hizo ahora y fue una derrota popular. Los gobernantes no se atrevieron a tirar hacia adelante”, considera esta periodista. “Para mí el aprendizaje de todo esto es que, si consigues la fuerza popular del 1-O y del 3-O, hay que seguir adelante, si no, es difícil que no se desinfle”, cree.

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